lunes, 22 de septiembre de 2008

Poema Lamento En La Montaña


Aún te veo, río de mi vida,
con los ojos que miran las montañas.
Yo era una montaña con almendros
montaña solitaria.
Y viniste alegre con tu canto
y me besaste toda con tu agua.
Me dejaste inquietud para la noche
y el alma enamorada.

Aún te veo, río de mi vida,
en la curva lejana,
te vas cantando más entre los chopos,
te vas cantando más que en tu llegada.
Y yo,
paralítica montaña;
inmóvil te recuerdo,
enferma de volcanes, alocada,
espero tu regreso, río loco,
que pasaste besando
mi cuerpo de montaña.
Tuviste que seguir tu destino de río,
y yo el mío triste de tierra amontonada.

Me dice el viento que vas al mar,
Te sigo río mío, con los ojos,
Te sigo río mío con los ojos,
ya que no puedo seguirte con las plantas.
Soñé… te quedarías a mi lado,
como un lago sin cisnes,
para siempre,
acunando mi ansia.
Qué locura más loca
enamorarse de un río una montaña!
Gloria Fuertes

jueves, 18 de septiembre de 2008

¿Qué es Danza Española?


Difícilmente se puede explicar de forma breve algo tan complejo, variado, y lleno de matices como es la Danza Española. Podemos decir que el estudio de la Danza Española comprende una serie de disciplinas prácticas que son: Flamenco, Clásico Español (Estilización), Folklore, Escuela Bolera (danzas del siglo XVIII), Ballet (Danza Clásica), y Castañuelas.

Flamenco

Sin duda es el Flamenco la parte más conocida de la Danza Española, la más universal, por la amplia difusión de diferentes “bailaores” y músicos que lo practican. Por la falta de esto último, el resto de manifestaciones dancísticas españolas son prácticamente desconocidas fuera de España. Nuestro interés y propósito es la enseñanza y puesta en escena de estos tesoros culturales españoles aún por descubrir para el gran público.

Clásico Español

El Clásico Español (Estilización) es la forma más sofisticada de coreografiar la música clásica de los grandes autores españoles... Manuel de Falla, Albéniz, Granados, Turina, y un largo etc.. Esta forma de interpretar la danza se practica normalmente con zapatos, castañuelas, y a veces zapatilla clásica. Su estética nos recuerda al flamenco y un poco el folklore.

Folklore

España es uno de los paíces más ricos en cuanto a la variedad de su Folklore. Cada región española tiene sus bailes típicos, algunos con siglos de antigüedad. Una muñeira gallega nada tiene que ver con unos verdiales malagueños, un zorcico vasco, o con la catalana sardana. El folklore es la más auténtica manifestación cultural de una región; las danza folklóricas españolas muestran su diversidad y belleza de manera única.


Escuela Bolera

La Escuela Bolera estudia las danzas españolas del siglo XVIII. Conocida como “Goyescas”, estas danzas cortas se bailan con trajes de la época del pintor Goya, de ahí su nombre popular, con zapatillas y castañuelas. Contienen muchos pasos de la danza clásica (popularmente ballet) pero con esa gracia y estilo español característico de su época.

Ballet

Para tener una completa formación como bailarín en cualquier disciplina, es necesario el estudio del Ballet (Danza Clásica). Nos aporta toda la técnica necesaria para poder desarollar con elegancia y dominio corporal cualquier otro tipo de danza; Flamenca, Jazz, Contemporánea, etc.
Castañuelas

Las castañuelas como instrumento de percusión en sí merecen ser estudiadas aparte, desarollando al máximo su potencial musical. Patrimonio cultural español por excelencia, las castañuelas forman parte de la música y las danzas de España.

miércoles, 17 de septiembre de 2008


martes, 16 de septiembre de 2008

Corazón de Guerrero


Todos te reprochantu lucha es difíciltu lucha es imposible...

no podrás triunfar, vas a caer...
Pero tú ya has visto la muerteel infierno,

y la oscuridad de tu alma

tus oídos están sordos para palabras cobardes

tu alma te impide retroceder.

La razón poco o nada significa, verdad?

en ti arde el fuego del guerrero

es tu naturaleza desafiarte

llegar hasta el borde del abismo

ver el infierno, a sus demoniosy enfrentarlos...

La lucha imposible

la lucha por lo olvidado

o por aquello, que no trae mas recompensa

que no haber hecho nada...

Esa es tu forma de Fe

esa es tu forma de creer en Dios

así sabes que Dios es quien

decide sobre tu alma y sobre tu sendero.

Tus ojos no ven peligro,

ven desafío

al borde de los secretos del poder....

Y por eso tu lucha siempre será digna

como la verdad...

SIEMPRE HAS LUCHADO HASTA EL FINAL...

Tu fuerza como el sol

brillatu alma como la luna,

el infinito refleja

Que Dios te abraze

Que encuentres la luz en la oscuridad

lucha... y cuando encuentres al final

la paz... siéntate al borde del mar de las memorias

y sueña... pero esta vez, vive tu sueño

ahí estarás... tu sueño será tu realidad

encontrarás... al final el lugar que Dios te prometió.

Benedicto XVI escribe sobre Don Quijote


Madrid. El prolífico Joseph Ratzinger, hoy Papa Benedicto XVI, tuvo tiempo para insertar en su célebre «Teoría de los principios teológicos», editado en España por Herder, una breve reflexión sobre la peculiar locura del Ingenioso Hidalgo cervantino, que nos contempla este año desde su cuarto centenario. Benedicto XVI, que cuenta con más de 70 títulos en su haber literario entre libros, artículos y ensayos, analiza en este texto la «verdad sin afeites» que se oculta tras el manchego universal, entregado «a la defensa de la verdad, la justicia y los más débiles». «Se trata –escribía el entonces cardenal Ratzinger– de la expresión poética que tal vez más perfecta y acabadamente reflejó el drama de la despedida de la Edad Media y la irrupción de la Edad Moderna, y ello a través de la pluma de un autor que se sabía “más versado en desdichas que en versos”: Miguel de Cervantes».
La verdad desnuda.

«Su Don Quijote comienza con una bufonada, con una amarga burla que no es mero producto de la desnuda fantasía o simple diversión literaria», escribe el Papa. «El alegre auto de fe que el cura y el barbero llevan a cabo, en el capítulo 6, con los libros del pobre hidalgo tiene un aire absolutamente real: se echa afuera el mundo medieval y se tapia la puerta de entrada: pertenece ya irremisiblemente al pasado. En la figura de Don Quijote, una nueva era se burla de la anterior. El caballero se ha vuelto loco. Despertando de los sueños de antaño, una nueva generación se enfrenta con la verdad desnuda y sin afeites. En la alegre burla de los primeros capítulos hay algo de eclosión, de la seguridad de sí de una nueva época que olvida los sueños, que ha descubierto la realidad y está orgullosa de ello», reflexiona el Pontífice.

Caballero de virtudes.

El texto gira ahora hacia un retrato del personaje: «Pero en el curso de la novela, le ocurre al autor algo curioso. Poco a poco, comienza a cobrar afecto al loco caballero. Esto se advierte no sólo en el hecho de que se sintiera molesto por la burla de un plagiador, que convertía al noble loco en vulgar payaso. Tal vez en la contraimagen del falso Don Quijote advirtió plenamente, por vez primera, que su loco tenía un alma noble, que su locura de consagrar su vida a la protección de los débiles y a la defensa de la verdad y la justicia tenía grandeza en sí. Tras la locura, descubre Cervantes la sencillez: “Al caballero pobre no le queda otro camino para mostrar que es caballero sino el de la virtud, siendo afable, bien criado, cortés y comedido y oficioso; no soberbio, no arrogante, no murmurador y, sobre todo, caritativo”. ¡Qué noble locura aquella que hace que Don Quijote elija una profesión en la que “ha de ser casto en los pensamientos, honesto en las palabras, liberal en las obras, valiente en los hechos, sufrido en los trabajos, caritativo con los menesterosos, y finalmente, mantenedor de la verdad, aunque le cuesta la vida el defenderla”! Las locuras insensatas se han convertido en amable espectáculo en el que se hace perceptible un corazón puro», prosigue el texto del Pontífice.

Quemar el pasado

Llega la hora de la síntesis, en la que Benedicto XVI invita a no perder la memoria histórica: «El núcleo de la locura, que ahora llega al nivel de la conciencia, coincide con el extrañamiento de la bondad en un mundo cuyo realismo se burla, por lo demás, de aquel que acepta la verdad como realidad y que arriesga la vida en su defensa. Aquella altiva seguridad con que Cervantes había quemado los puentes que quedaban a sus espaldas y se había reído del tiempo antiguo se torna ahora en melancolía por lo perdido. No se trata de un retorno al mundo de las novelas de caballería, pero sí de mantenerse despierto para aquello que nunca debe perderse y de ver bien el peligro que amenaza a los hombres cuando, al quemar el pasado, pierden parte de sí mismos», concluye.

Mar Velasco

La Razón 22-06-2005

viernes, 12 de septiembre de 2008

LOS AFRICANISTAS QUE CORTARON DEDOS ENEMIGOS



CUANDO EL REPORTERO LEE LAS TROPELIAS COMETIDAS POR SOLDADOS DE EEUU EN VIETNAM, LE VIENEN A LA MEMORIA HISTORIAS QUE LE CONTO SU ABUELO ACERCA DE UN GRUPO DE UNOS 30 LEGIONARIOS EN LA URSS.Y REALIZA UNA DOLOROSA COMPROBACION

EDUARDO FONT

Rompíanse ya las filas del Tercio para correr tras los herejes, dando caza primero a los heridos y rezagados, quebrando cabezas, tajando miembros, degollando muy a mansalva y sin usar, en suma, piedad con ninguno. Que si dura resultaba la infantería española en el asalto y la defensa, crelísima era siempre en la venganza».
El sol de Breda de Arturo Pérez-Reverte.

El cáncer que tenía enquistado en su garganta no le impidió a Joaquín Font, mi abuelo -este no es su nombre auténtico, lo he cambiado por censuras familiares-, relatar el contenido de sus pesadillas. Lo hizo ya pasados los 80 años, siempre a petición mía. Desde que dejó los campos nevados de Rusia en 1943 con la División Azul, los malos recuerdos reflejaban datos inconexos, nombres de aldeas apenas recordados -Possad, Sitno, el río Volchov...-, fechas que bailaban en el calendario. Estas imágenes imprecisas del pasado se alternaban con descripciones detalladísimas de un pelotón de soldados entregados a la esquizofrenia del odio, a la matanza sin cuartel, a la tortura, historias terribles de muerte y venganza de unos fantasmas que tintaron la nieve de color sangre y violaron todas las reglas escritas y no escritas de la guerra. Él insistía: «No me hagas hablar de esto. Ya sabes que no me gusta recordar lo que pasó». Si abría las cicatrices de la memoria, esa noche no dormía.

Hace algo más de un mes, cuatro periodistas del Toledo Blade (un pequeño diario estadounidense) destaparon las tropelías de un sanguinario pelotón de la 101 División Aerotransportada en los arrozales de Vietnam. La lectura de este artículo rescató del olvido aquellas historias que contaba el abuelo: «Legionarios españoles asaltando trincheras enemigas con cuchillos entre los dientes, heridos rematados con saña, interrogatorios donde los dedos de los prisioneros eran amputados para hacerlos cantar, compañeros horrorizados, soldados devueltos a las líneas enemigas con una mano seccionada para que no pudieran volver a disparar...».
Desde que mi abuelo murió hace unos meses, me he preguntado si su relato se encuentra en un punto indeterminado entre lo vivido y lo soñado. Los protagonistas son un grupo de legionarios fanáticos, 25 o 30 hombres, curtidos en las sangrientas contiendas de Marruecos y en la Guerra Civil, que decidieron alistarse en la División Española de Voluntarios para combatir a los comunistas en Rusia durante la II Guerra Mundial. De Ceuta salieron 1.682 soldados y 63 oficiales que, por su experiencia en combate, tenían muy poco que ver con el resto de las fuerza expedicionaria -la mayoría, voluntarios falangistas-.

GRUPO DE ELITE

Este pequeño pelotón africanista, al que pertenecía mi abuelo, fue incluido en el regimiento 269 y participó en las principales operaciones de ataque y defensa de las tropas españolas en el frente ruso. Según decía, se trataba de un grupo de Elite, «extremistas que iban por libre». Al representar el conjunto más veterano y homogéneo, fue colocado en la vanguardia de los contraataques más feroces cerca del río Volchov. Por su desprecio hacia la muerte, las patillas que les cercaban el rostro, los largos cuchillos que usaban para degollar al enemigo, eran temidos por sus propios compañeros de armas, por su jefe García Rebull e incluso por los soldados alemanes, camaradas de armas en su lucha contra un enemigo común. «Llevábamos el cinturón del Tercio, no aquella hebilla alemana en la que se leía la leyenda Gott mit uns -Dios con nosotros-. En las guerreras, portábamos los escudos de la Legión. Eso les molestaba, incumplía las reglas sobre cómo llevar el uniforme de la Wehrmacht, pero nadie tenía valor para castigarnos por ello», recordaba.
En su pesadilla siempre aparecía una fecha -27 de diciembre de 1941- y un lugar: «La posición intermedia», un reducto español que defendía el sector entre Lubkowo y Udarnik sumergido tras las líneas soviéticas. El coronel Esparza ordenó cubrir aquella elevación a una sección a las órdenes del álférez Rubio Moscoso.«Todos los españoles fueron asesinados de una forma brutal», contaba Joaquín Font. «30 o 40 muertos desparramados, desnudos, machacados contra la nieve». Busco aquel episodio en un libro titulado La división española de Hitler. Habla de atrocidades cometidas por los dos bandos. Los autores, Gerald Kleinfield y Lewis Tambs, comienzan por el Ejército rojo: «Cuando la patrulla española coronó la cresta, sonaron gritos de rabia y angustia.Los rusos habían hecho su tarea. Los españoles murieron clavados al suelo con picos de los que utilizaban los soviéticos para romper el hielo. Uno de los picos brillaba en el centro de la frente de un guripa».
La descripción del relato es exacta. Mi abuelo no omitió ni muertos ni nieve. Casi 60 años después, aún sentía la expresión de espanto de su amigo Ramón «con un machete metido en la boca, muy abierta, porque habían clavado su nuca a la tierra endurecida por el frío.Los cadáveres estaban rematados y congelados a casi 40 grados bajo cero».
La respuesta no se hizo esperar. «Nos llamaron, conociendo nuestra experiencia en las guerras de Africa con La Legión y lo que allí habíamos aprendido, para realizar un contraataque rápido apoyados por el resto del regimiento 269», dice una de las notas que pude tomar de su relato. Salieron de sus trincheras a vengar el asesinato de sus camaradas sonriendo de una manera feroz, con gritos de «¡Arriba España!» y «¡Viva La Legión!». Pero se les fue la mano.Mi abuelo habló de más de mil muertos rusos en aquella operación de castigo. Él mismo se sorprendió diciendo: «Al primer prisionero ruso le voy a comer las entrañas».

SIN PRISIONEROS

Cuando atravesaron el campo de batalla en sombras, se acercaron a la Vieja Capilla, sacaron los cuchillos y las bayonetas y se lanzaron a un combate cuerpo a cuerpo. Él lo recordaba así: «Nos metimos en sus trincheras y los sacamos a bayonetazos. Después corrieron sobre la nieve gritando «Vojna kaputt» [la guerra se acabó] y los abatimos a placer. Primero uno, luego otro. Sin prisioneros. Sin supervivientes. Y nosotros a lo nuestro. Muchos muertos, deformados por los culatazos, eran una mezcla de hueso y carne. En sus bolsillos llevaban los objetos que habían robado a los españoles».
Para corroborar el relato, leo en el mismo libro: «Los rusos fueron desalojados de las colinas en las que se habían atrincherado.La acción duró menos de 12 horas. Según recuento de los cadáveres, las pérdidas rusas ascendieron a 1.080 muertos. Sin prisioneros; las españolas: tres oficiales muertos y cuatro heridos». La historia encaja. Un grupo de 25 o 30 hombres dedicados a no dejar un sólo ruso con vida, sin ninguna piedad con los heridos, rematando a cuchillo, tajando miembros a todo el que se moviera. Este relato no tiene nada que ver con la División Azul. Sólo aquellos hombres fueron los responsables de este horror. «Tras la batalla, alguno se dedicó a cortar los dedos de sus víctimas y a enseñarlo a los compañeros en las trincheras españoles como si fueran un botín de guerra». Y el abuelo mostraba las palmas de sus manos igual que lo hacían sus compañeros, como si aún llevara los dedos seccionados en su interior. «Después, la mayoría de nosotros, cegados por el horror y cansados, respirabamos con dificultad, mirabamos al suelo y callabamos».

LOCURA SALVAJE


Otro de los supervivientes de aquella acción, el joven divisionario Carlos María Ydígoras -tenía 17 años-, dejó su visión del campo de batalla plasmada en su libro Algunos no hemos muerto: «Debía asustar vernos contemplar la bayoneta, acariciarla como si se tratase de una reliquia... Lo que ocurrió cuando nos abalanzamos sobre los rusos entra dentro de los ámbitos del delirio... Los que se rendían, los que aún luchaban o intentaban huir, eran abatidos igualmente de una manera salvaje».
En otro párrafo, habla horrorizado de uno de los soldados del grupo de africanistas, de cómo se ensañó con los muertos: «Arrastrando un fusil a modo de bastón, uno de ellos se acercó a un cadáver y, como presa de un repentino ataque de locura, levantó el arma.La bayoneta se quedó cimbreando sobre el vientre del muerto.Después le golpeó, le pisoteó el rostro... Se agachó y, como quien recoge una margarita, tomó otra arma rusa, llegó a otro muerto y repitió la operación. Y así hasta una docena de veces».De nuevo, similar pesadilla, el mismo relato que contaba Joaquín Font en sus últimos años de vida.
Aunque resultó el combate más sangriento, el grupo volvió a actuar con la misma furia en otras escaramuzas, sobre todo contra los partisanos. «Podíamos capturar 15 o 20 guerrilleros de una vez.Para que no volvieran a disparar, algunos compañeros míos les cortaban una mano y así se aseguraban de que no volvieran a combatir».En febrero de 1943, cuando acupaban posiciones frente a Leningrado, y disminuidos por las bajas de la compañía, se encontraron de nuevo en el contraataque español contra los asaltantes soviéticos en la sangrienta batalla de Krasni Bor. La historia, la venganza, la saña contra los soldados rusos borrachos de vodka dista poco de la anterior. Las cifras: 3.000 españoles muertos y más de 8.000 soviéticos.
Llamo a la Hermandad de la División Azul para localizar a algúno de los 30 participantes de aquella sangría -debe estar en torno a 85 años-. Me dicen que no fue una venganza, sino una acción defensiva. Y no conocen a nadie. Hablo con un superviviente de la División. Me dice que no lo saque de contexto. «Son cosas de la guerra y de ese pelotón. No tienen nada que ver con el resto de divisionarios». Es cierto, mi abuelo nunca me dijo que fuera una práctica común al resto de guripas, cuyo comportamiento fue noble en la victoria y en la derrota, con los prisioneros y los civiles, con los vivos y los muertos.
Da miedo pensar que su relato pueda ser cierto. Que él, una persona que no hizo daño a nadie durante su vida, se implicara en aquella experiencia sangrienta. En cualquier caso, si lo hizo, se llevó el secreto a la tumba.

martes, 2 de septiembre de 2008

EL SOLDADO QUE SALTÓ EL MURO


«Todavía estoy orgulloso de lo que hice»

«No tenía otra posibilidad, aunque es verdad que corrí un gran peligro y rompí todos los puentes con mi pasado. Perdí a mi familia, a mis amigos, el trabajo, todo»

«*Hice bien. En aquel momento no lo sabía, pero después de la reunificación descubrí que aquellas cartas las escribían al dictado de la Stasi».

*(En referencia a las cartas de sus padres, rogandole que volviese)



Conrad Schumann


El Museo del Muro de Berlín volvió a rendir homenaje hoy, diez años después de su muerte, a Conrad Schumann, el soldado de la RDA cuya fotografía saltando el incipiente Muro de la capital berlinesa se convertió en uno de los símbolos de la división de Alemania.

“Salto a la libertad” es la obra del artista alemán Henning Krautmacher, que recrea la famosa instantánea del joven Schumman, quien el 15 de agosto de 1961, dos días después de que una alambrada de espinas dividiera la ciudad, decidió pasar al otro lado del telón de acero.Se trata de una instalación en tres dimensiones que reinterpreta la famosa instantánea del fotógrafo alemán occidental Klaus Lehnartz, quien inmortalizó a Schumann soltando su fusil y saltando la alambrada en dirección al Oeste.

La obra está compuesta por un lienzo del que sobresale, a modo de bajorrelieve, la silueta del soldado, que “salta” por encima de una malla de espinas entre dos maderas.

Sobre la cabeza del oficial hay pintadas en oro tres palabras en inglés: “go, gun, gone”, que, a decir de Krautmacher, simbolizan “la huida del soldado que abandona su arma en el camino”, y la idea de que “todo lo que deja se convierte en pasado”.

Simulando la bandera alemana, los tonos oro, rojo y negro predominan en el lienzo, en cuya parte inferior se puede leer “Deep Depression Reality” (Realidad de profunda depresión), en un juego con las siglas de la República Democrática Alemana o DDR, en alemán.

La imagen de Schumann, reproducida mil y una vez, sirvió de símbolo a Occidente contra el Muro de Berlín y en defensa de la libertad.

Durante la presentación de la obra, el ministro de Defensa alemán, Franz Josef Jung, manifestó que las fotografías sobre el Berlín de aquellos años contribuyeron a “escribir la Historia” y afirmó que la instantánea de Schumann constituye uno de los “grandes iconos del siglo XX”.Jung se refirió al “coraje” de las cerca de “tres millones de personas” que huyeron a Occidente y afirmó que el levantamiento del Muro, en pie entre 1961 y 1989, fue una perversa consecuencia del régimen comunista.

En este punto, el ministro de Defensa alemán, declaró que el Museo del Muro -uno de los más visitados de la capital y emplazado junto al Checkpoint Charlie o antiguo paso fronterizo entre el este y el oeste-, contribuye a “mantener despierto el recuerdo” de los años de la Guerra Fría.


Schumann se quitó la vida el 20 de junio de 1998 en un bosque no lejos de su casa de Kipfenberg, el pueblo de Baviera donde vivía desde hacía muchos años con su mujer. Parece que fue una crisis interior, según fuentes no confirmadas de la policía, la que le llevó al suicidio. «Razones privadas», dijeron los agentes. Según ellos, Schumann, de 56 años, no dejó carta alguna de adiós.


LOS QUE SIGUIERON SUS PASOS

LAS FUGAS.- El 13 de agosto de 1961 comenzó la construcción del 'muro de protección antifascista', para detener la hemorragia humana que sufría la RDA. Sin embargo, la barrera sólo demostró que la voluntad humana es capaz de salvar cualquier obstáculo, por sofisticado que éste sea


A Günther Liftin, de 24 años, le correspondió el dudoso honor de inaugurar la lista de muertos por los vopos. El joven fue abatido a tiros el 24 de agosto de 1961, cuando trataba de cruzar a nado el río Spree. Casi un año más tarde, el mundo asistió horrorizado a las imágenes de la lenta agonía de Peter Fechter. El joven de 18 años fue alcanzado por los disparos de la policía cuando trataba de escalar el Muro, el 17 de agosto de 1962. «Helft mir doch!» (¡Ayudadme!), gritaba el muchacho, mientras se desangraba en tierra de nadie. Desde el Oeste le lanzaron paquetes de apósitos, pero Peter estaba ya demasiado débil como para servirse de ellos.

Un soldado estadounidense saltó el Muro e izó el cuerpo, ya casi exánime, del joven por encima de la barrera. Valentía inútil, Fechter moría poco después.

«La tortuosa muerte de Peter Fechter puso ante los ojos de todo el mundo la monstruosidad del Muro con cruel claridad», señalan Hagen Koch y Thomas Flemming, en su libro Die Berliner Mauer (El muro de Berlín), una de las investigaciones más equilibradas e interesantes sobre la división de Berlín. Flemming es del Oeste y Koch, del Este.

En febrero de 1962, Rudi Thurow, uno de los vigilantes de la barrera que ayudó a erigir Koch, decidió trocar su puesto de vigilancia por un futuro en el Oeste. Al ser descubierto, el militar blandió su fusil de asalto y logró cruzar, junto con sus tres compañeros de escapada. Durante años, fue activamente buscado por la Stasi, lo que no impidió que siguiera ayudando a compatriotas a cruzar al Oeste.

Mártires de la escapada hay muchos. Entre ellos Klaus Brüske, conductor de una furgoneta, que, a pesar de haber sido alcanzado por los disparos de los vopos, se mantuvo al volante y llevó a sus compañeros de fuga hasta el otro lado del Muro. Sólo en el primer año, 14 vehículos pesados cruzaron la frontera con fugitivos a bordo.

En otra ocasión, los soldados occidentales evitaron la muerte de un niño de 15 años que cruzaba el Spree al matar al policía que lo encañonaba. El militar fue enterrado con honores de héroe de guerra. En 28 años murieron 15 vopos en acciones similares.

LA HISTORIA de las fugas que terminaron con éxito habla del ingenio y la camaradería de miles de personas que buscaban un destino diferente al que les habían marcado las fronteras. Los inventos más sorprendentes sirvieron para burlar la atención de los soldados orientales: desde un minisubmarino que llevó a su creador a Dinamarca a través del mar Báltico, hasta el torno de mano con el que una pareja y su hijo se deslizaron por un cable tendido sobre el Muro, pasando por el globo aerostático en el que viajaron hacia Occidente dos familias, en 1979.

Las huidas más costosas y masivas tuvieron lugar bajo tierra. Entre sus protagonistas hubo enamorados, temerosos de la larga mano del partido, e incluso amantes de la aventura. Por ejemplo, Hasso, Ulli, Gigi y Mommo, cuatro estudiantes de Berlín Oeste que planearon una espectacular fuga que condujo a Occidente a 29 personas, entre ellas dos niños de corta edad.

A pesar de que se jugaban la vida, los alemanes del este siguieron intentando traspasar la barrera. Chris Geoffrey, la última víctima, murió abatido a tiros apenas nueve meses antes de la caída del Muro.