miércoles, 26 de noviembre de 2008

La escuela











domingo, 23 de noviembre de 2008


jueves, 20 de noviembre de 2008

El gulag V

“Me Recuerda Montana”


En 1944, el vicepresidente Henry Wallace visitó Kolyma, uno de los más notorios campos de concentración, durante un viaje a través de la Unión Soviética. Creyendo que visitaba algún tipo de complejo industrial, le dijo a sus anfitriones que el “Asia Soviética”, como la llamó, le recordaba al salvaje oeste, en particular a Montana, que era de donde él venía. Dijo: “Las vastas extensiones de sus campos, sus bosques vírgenes, ríos amplios y grandes lagos, todos los tipos de climas, su inagotable riqueza, me recuerdan mi tierra”. No era el único en rehusarse a ver la verdad sobre el sistema estalinista en ese momento; Roosevelt y Churchill también se tomaron sus fotografías con Stalin. Juntas, todas estas explicaciones tuvieron sentido alguna vez. Cuando por primera vez comencé a pensar seriamente en este tema, mientras el comunismo colapsaba en 1989, también vi la lógica: parecía natural, obvio, que debería saber muy poco sobre la Unión Soviética estalinista, cuya historia secreta lo hizo todo más intrigante. Más de una década después, lo siento muy diferente. La Segunda Guerra Mundial ahora pertenece a una generación anterior. La Guerra Fría también terminó y las alianzas y quiebras internacionales que produjo se volvieron buenas. La izquierda occidental y la derecha occidental ahora compiten sobre asuntos diferentes. Al mismo tiempo, la emergencia de nuevas amenazas terroristas a la civilización occidental hace el estudio de las viejas amenazas comunistas a la civilización occidental, más relevantes. Me parece que es tiempo de dejar de ver la historia de la Unión Soviética a través de los reducidos lentes de la política estadounidense y comenzar a verla por lo que realmente fue. Ciertamente ello nos ayudará a entender nuestra propia historia. Porque si olvidamos el Gulag, tarde o temprano olvidaremos nuestra propia historia. Después de todo, ¿por qué peleamos la Guerra Fría? ¿Fue por locos políticos derechistas, en alianza con el complejo militar-industrial y la CIA, que inventaron todo y obligaron a dos generaciones de estadounidenses a acompañarlos? ¿O algo más importante estaba sucediendo? La confusión ya está extendida. En el 2002, un artículo en la revista británica conservadora Spectator opinó que la Guerra Fría fue “uno de los más innecesarios conflictos de todos los tiempos”. Gore Vidal también describió las batallas de la Guerra Fría como “cuarenta años de guerras sin sentido que crearon una deuda de $5 millones de millones de dólares”. Ya estamos olvidando qué fue lo que nos movilizó, lo que nos inspiró, lo que mantuvo a la civilización de “Occidente” unida por tanto tiempo. También hay razones más profundas para entender esta parte medio olvidada de la historia. Si no estudiamos la historia del Gulag, algo de lo que sabemos de la humanidad misma se distorsionará. Cada una de las tragedias masivas del siglo 20 fue única: El Gulag, el Holocausto, la masacre de Armenia, la masacre de Nanking, la Revolución Cultural, la Revolución de Camboya, las guerras de Bosnia. Cada uno de esos eventos tuvo diferentes orígenes históricos y filosóficos y surgió de circunstancias que nunca más se repetirán. Sólo nuestra habilidad para degradar y deshumanizar a nuestros semejantes ha sido –y será- repetida una y otra vez. Entre más entendamos cómo diferentes sociedades han transformado a sus vecinos y conciudadanos en objetos; entre más sepamos de las circunstancias específicas que llevaron a cada episodio de asesinato masivo; mejor entenderemos el lado más oscuro de nuestra propia naturaleza humana. Yo escribí mi libro sobre el Gulag no “para que no vuelva a suceder otra vez”, como dice el cliché, sino porque sucederá otra vez. Necesitamos saber por qué –y cada historia, cada memoria, cada documento es una pieza del acertijo. Sin ellos, despertaremos un día y nos daremos cuenta que no sabemos quiénes somos.

JOSE ANTONIO


–Está bastante extendida la convicción de que el fascismo no podrá arraigar en España. ¿Que tiene usted que oponer a esta convicción?

–Yo creo que sí arraigará. España ha realizado obras de disciplina maravillosas. Lo que pasa es que esta necesidad nos coge 'después de un siglo de decadencia. En este momento, nuestras virtudes de disciplina y de organización tal vez estén muy enervadas, pero nadie nos dice que no vamos a ser capaces de encontrar el medio de despertarlas. El fascismo es una actitud universal de vuelta hacia uno mismo. Nos dicen que imitamos a Italia. Sí, lo hacemos en lo de buscar nuestra íntima razón de ser en las entrañas propias. Pero esa actitud, copiada, si se quiere, aunque sea eterna, da los resultados más auténticos. Italia se ha encontrado a Italia. Nosotros, volviéndonos hacia nosotros, encontraremos a España.

–El fascismo es esencialmente nacionalista. ¿En qué radica el nacionalismo que ustedes quieren estimular?

–La Patria es una misión. Si situamos la idea de Patria en una preocupación territorial o étnica, nos exponemos a sentirnos perdidos en un particularismo o regionalismo infecundo. La Patria tiene que ser una misión. No hay continentes ya por conquistar, es cierto, y no puede haber ilusiones de conquista. Pero va caducando ya en lo internacional la idea democrática que brindó la Sociedad de las Naciones. El mundo tiende otra vez a ser dirigido por tres o cuatro entidades raciales. España puede ser una de estas tres o cuatro. Está situada en una clave geográfica importantísima, y tiene un contenido espiritual que le puede hacer aspirar a uno de esos puestos de mando. Y eso es lo que puede propugnarse. No ser un país medianía; porque o se es un país inmenso que cumple una misión universal, o se es un pueblo degradado y sin sentido. A España hay que devolverle la ambición de ser un país director del mundo.

–No todos los ciudadanos son capaces de concebir los grandes ideales nacionalistas. Al hombre sencillo del pueblo, ¿qué puede llevarle al fascismo?


–Para el que no sea asequible el gran ideal nacional, queda el motor del ideal social. Indudablemente, el contenido próximo del movimiento está en la justicia social, en una elevación del tipo de vida. El fascismo aspira a la grandeza nacional; pero uno de los escalones de esta grandeza es el mejoramiento material del pueblo. Lo social es una aspiración interesante aun para mentalidades elementales; pero, además, lo nacional es asequible a mucha más gente de lo que se cree. Todo socialista español lleva dentro un nacionalista.

Ahora, 16 de febrero de 1934.



José Antonio Primo de RiveraPolítico español (1903-1936)


"Ruego a mis herederos que coleccionen mis discrusos, artículos circulares, prólogos de libros, etc... para que sirvan de pieza de justificación cuando se discuta este periodo de la política."

miércoles, 19 de noviembre de 2008


Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde.

Sir Francis Bacon (1561-1626) Filósofo y estadista británico.

El gulag IV


La Ciega Visión de la IdeologíaHasta hace poco era posible explicar esta ausencia de sentimiento popular sobre la tragedia de la Europa comunista como el resultado lógico de un conjunto particular de circunstancias. El paso del tiempo es una parte: los regímenes comunistas fueron menos censurables con el transcurso de los años. Nadie se asustaba mucho con el General Jaruzelski, o incluso con Brezhnev, aunque ambos fueron responsables por gran parte de la destrucción. Además, los archivos estaban cerrados. El acceso a los lugares de los campos de concentración estaba prohibido. Ninguna cámara de televisión filmó nunca los campos soviéticos o a sus víctimas, como lo hicieron en Alemania al final de la Segunda Guerra Mundial. A la vez, la ausencia de imágenes significa que el tema en nuestra cultura visual tampoco existió realmente.La ideología también transformó las formas en las que hemos comprendido la historia soviética y de Europa Oriental. En la década de 1920, los occidentales sabían mucho sobre lo sangrienta de la revolución de Lenin y de los campos de concentración que él acababa de establecer. Los socialistas occidentales, muchos de cuyos hermanos estaban entre las primeras víctimas de los bolcheviques, protestaron enérgica, firme y frecuentemente contra los crímenes que estaban siendo cometidos por el régimen bolchevique.

martes, 18 de noviembre de 2008

HOMENAJES


Hoy el homenaje es para 'Gaspi' por todo lo acontecido este fin de semana.


El gulag III


Los “Aburridos” Homicidios de Stalin


Una de las razones por las que escribí el libro es que comencé a preguntarme por qué me topé con este tema únicamente cuando viví en Europa Oriental. Tengo un título en historia rusa de la Universidad de Yale, pero sabía muy pocos de estos detalles. También me inspiró, debo admitirlo, una crítica bastante irritante hecha por el New York Times de mi primer libro, Between East and West: Across the Borderlands of Europe (Entre Oriente y Occidente: A través de las fronteras de Europa), el que trataba sobre los países occidentales fronterizos de la ex Unión Soviética. Aunque mayoritariamente positiva, la crítica contenía la siguiente frase: “Aquí ocurrió la hambruna del terror de la década de 1930, en la que Stalin asesinó a más ucranianos que Hitler a Judíos. Sin embargo, ¿Cuántos occidentales recuerdan eso? Después de todo, los homicidios eran tan aburridos y aparentemente sin dramatismos”.
¿Fueron aburridos los homicidios de Stalin? Mucha gente cree eso. Los crímenes de Stalin no inspiran la misma reacción visceral en el público occidental como lo hacen los crímenes de Hitler. Ken Livingstone, un antiguo miembro del Parlamento y ahora el alcalde de Londres, una vez gastó toda una noche tratando de explicarme la diferencia. “Sí”, dijo, “los Nazis eran malos. Pero la Unión Soviética estaba deformada.” Esa visión refleja el sentimiento de muchas personas, incluso de personas que no son miembros chapados a la antigua del Partido Laborista británico. La Unión Soviética de alguna manera estaba mal, pero no fundamentalmente mal en el mismo sentido en el que lo estuvo la Alemania de Hitler

sábado, 15 de noviembre de 2008

El gulag II


Una Nación de Esclavos Como resultado, entre 1929, cuando los campos de prisioneros por primera vez se volvieron un fenómeno masivo, y 1953, el año de la muerte de Stalin, cerca de 18 millones de personas pasaron por el sistema. Adicionalmente, unos 6 o 7 millones de personas fueron deportados a pueblos en el exilio. El número total de personas con alguna experiencia de encarcelamiento y trabajo forzado en la Unión Soviética estalinista pudo haber estado cerca de los 25 millones, o cerca del 15 por ciento de la población.


También sabemos dónde estaban los campos de concentración –concretamente, en todas partes. Aunque todos estamos familiarizados con la imagen del prisionero en una tormenta de nieve, excavando carbón con un pico, existieron campos de concentración en el centro de Moscú en los que los prisioneros construían bloques de apartamentos o diseñaban aviones, campos de concentración en Krasnoyarsk donde los prisioneros dirigían plantas de energía nuclear, campos de pesca en la costa Pacífica. De Aktyubinsk a Yakutsk, no había un solo centro de gran población que no tuviera uno o varios campos de concentración locales y no existió una sola industria que no empleara prisioneros. Por años, los prisioneros construyeron caminos, ferrocarriles, plantas de energía y fábricas químicas. Fabricaron armas, muebles, repuestos para máquinas e, incluso, juguetes para niños. En la Unión Soviética de la década de 1940, cuando los campos de concentración alcanzaron su cenit, habría sido muy difícil en muchos lugares cumplir la rutina diaria sin tropezar con prisioneros. Ya no es posible argumentar, como algunos historiadores occidentales hicieron, que los campos eran un fenómeno marginal o que ellos sólo eran conocidos por una pequeña proporción de la población. Al contrario, eran centrales al sistema soviético en general.


También entendemos mejor la cronología de los campos de concentración. Por mucho tiempo hemos sabido que Lenin construyó los primeros en 1918, durante la Revolución, pero los archivos ahora nos han ayudado a explicar por qué Stalin decidió expandirlos en 1929. En ese año, él lanzó el Plan Quinquenal, un intento extraordinariamente costoso, tanto en vidas humanas como en recursos naturales, para forzar un incremento del 20 por ciento anual en la producción industrial soviética y para colectivizar la agricultura. El plan llevó a millones de arrestos a la vez que los campesinos eran expulsados de sus tierras; eran encarcelados si se rehusaban a irse. También llevó a una enorme escasez de mano de obra. De repente, la Unión Soviética se encontró con necesidad de carbón, gas y minerales, la mayoría de los cuales se encontraban únicamente en el lejano norte del país. La decisión se tomó: los prisioneros serían utilizados para extraer los minerales.


Para los agentes secretos que estaban a cargo de la construcción de los campos de concentración, todo tenía sentido. Así es cómo Alexi Laginov, antiguo comandante suplente de los campos de Norilsk, al norte del Círculo Ártico, justificaba el uso de prisioneros como mano de obra en una entrevista en 1992:


Si hubiéramos enviado civiles, primero hubiéramos tenido que construir casas para que vivieran en ellas. Y, ¿cómo gente común y corriente podría vivir aquí? Con prisioneros, es sencillo. Todo lo que se necesita es una barraca, una estufa con una chimenea y de alguna manera ellos sobreviven.


Nada de esto quiere decir que los campos de concentración no intentaban también aterrorizar y subyugar a la población. De hecho, los regímenes de prisiones y campos, que eran diseñados hasta el último detalle por Moscú, estaban diseñados definitivamente para humillar a los prisioneros. Se les quitaban los cinturones, botones, tirantes y artículos elásticos. Los guardias los veían como “enemigos” y les prohibían utilizar la palabra “camarada” incluso entre ellos mismos. Esas medidas contribuyeron a la deshumanización de los prisioneros desde la perspectiva de los guardias de los campos y de los burócratas, que de esta manera encontraron mucho más fácil no tratarlos como conciudadanos y ni siquiera como seres humanos. Realmente, esto resultó ser una combinación ideológica extremadamente poderosa – la indiferencia por la humanidad e individualidad de los prisioneros y la irresistible necesidad de cumplir con el plan centralmente determinado.

viernes, 14 de noviembre de 2008

El gulag I


por Anne Applebaum


Anne Applebaum es editorialista y miembro del Consejo Editorial del Washington Post. Es parte del Comité Internacional de Selección 2004 del Premio Milton Friedman para el Avance de la Libertad. El 5 de abril ha sido galardonada con el Premio Pulitzer en la categoría No-Ficción por su libro: Gulag: a History (Gulag: Una Historia). Este ensayo es un extracto de una conferencia dada el 7 de noviembre del 2003 en Nueva York y publicada en la Edición de Invierno (Número 1, Volumen 2) de Cato's Letter.


Cuando hablo o escribo sobre los campos de concentración soviéticos, siempre me gusta comenzar con una aclaración, porque no quiero atribuirme que, al escribir una historia narrativa del Gulag, he descubierto un nuevo tema que nunca antes ha sido tocado. El libro de Solzhenitsyn, Gulag Archipelago, la historia del sistema de campos de concentración que se publicó en Occidente en los años 1970, en gran medida ha sido correcto. Aunque el autor no tuvo acceso a los archivos y basó todo su escrito en cartas y memorias de otros prisioneros, ahora parece que comprendió muy bien la historia del sistema. Sin embargo, en los años que he llevado investigando para mi libro Gulag: A History (Gulag: Una Historia), concluí que los archivos pueden hacer una diferencia para nuestra comprensión. Los documentos, por ejemplo, me permitieron ser mucho más precisa de lo que era posible en el pasado. Gracias a los recientemente abiertos archivos soviéticos, ahora sabemos que existieron por lo menos 476 sistemas de campos de concentración, cada uno conformado por cientos, incluso, miles de campos individuales, que en algunos casos se extendían sobre miles de millas cuadradas de lo que, de otra manera, sería tundra vacía. También sabemos que la vasta mayoría de los prisioneros eran campesinos y trabajadores, no los intelectuales que luego escribían memorias y libros. Sabemos que, con unas pocas excepciones, los campos no eran construidos específicamente para matar personas: Stalin prefería usar pelotones de fusilamiento para conducir sus ejecuciones masivas. No obstante, a menudo los campos eran letales: cerca de un cuarto de los prisioneros de los Gulag murieron durante los años de la guerra. La población de los Gulag también era muy fluida. Los prisioneros se iban porque morían, porque escapaban, porque tenían cortas condenas, porque iban a ser entregados al Ejército Rojo o porque habían sido promovidos –como con frecuencia sucedía- de prisionero a guardia. Esas liberaciones invariablemente eran seguidas por nuevas olas de arrestos.

jueves, 13 de noviembre de 2008

LOS AFRICANISTAS QUE CORTARON DEDOS ENEMIGOS


CUANDO EL REPORTERO LEE LAS TROPELIAS COMETIDAS POR SOLDADOS DE EEUU EN VIETNAM, LE VIENEN A LA MEMORIA HISTORIAS QUE LE CONTO SU ABUELO ACERCA DE UN GRUPO DE UNOS 30 LEGIONARIOS EN LA URSS.

Y REALIZA UNA DOLOROSA COMPROBACION

EDUARDO FONT

Rompíanse ya las filas del Tercio para correr tras los herejes, dando caza primero a los heridos y rezagados, quebrando cabezas, tajando miembros, degollando muy a mansalva y sin usar, en suma, piedad con ninguno. Que si dura resultaba la infantería española en el asalto y la defensa, crelísima era siempre en la venganza».
El sol de Breda de Arturo Pérez-Reverte.


El cáncer que tenía enquistado en su garganta no le impidió a Joaquín Font, mi abuelo -este no es su nombre auténtico, lo he cambiado por censuras familiares-, relatar el contenido de sus pesadillas. Lo hizo ya pasados los 80 años, siempre a petición mía. Desde que dejó los campos nevados de Rusia en 1943 con la División Azul, los malos recuerdos reflejaban datos inconexos, nombres de aldeas apenas recordados -Possad, Sitno, el río Volchov...-, fechas que bailaban en el calendario. Estas imágenes imprecisas del pasado se alternaban con descripciones detalladísimas de un pelotón de soldados entregados a la esquizofrenia del odio, a la matanza sin cuartel, a la tortura, historias terribles de muerte y venganza de unos fantasmas que tintaron la nieve de color sangre y violaron todas las reglas escritas y no escritas de la guerra. Él insistía: «No me hagas hablar de esto. Ya sabes que no me gusta recordar lo que pasó». Si abría las cicatrices de la memoria, esa noche no dormía.

Hace algo más de un mes, cuatro periodistas del Toledo Blade (un pequeño diario estadounidense) destaparon las tropelías de un sanguinario pelotón de la 101 División Aerotransportada en los arrozales de Vietnam. La lectura de este artículo rescató del olvido aquellas historias que contaba el abuelo: «Legionarios españoles asaltando trincheras enemigas con cuchillos entre los dientes, heridos rematados con saña, interrogatorios donde los dedos de los prisioneros eran amputados para hacerlos cantar, compañeros horrorizados, soldados devueltos a las líneas enemigas con una mano seccionada para que no pudieran volver a disparar...».

Desde que mi abuelo murió hace unos meses, me he preguntado si su relato se encuentra en un punto indeterminado entre lo vivido y lo soñado. Los protagonistas son un grupo de legionarios fanáticos, 25 o 30 hombres, curtidos en las sangrientas contiendas de Marruecos y en la Guerra Civil, que decidieron alistarse en la División Española de Voluntarios para combatir a los comunistas en Rusia durante la II Guerra Mundial. De Ceuta salieron 1.682 soldados y 63 oficiales que, por su experiencia en combate, tenían muy poco que ver con el resto de las fuerza expedicionaria -la mayoría, voluntarios falangistas-.

GRUPO DE ELITE

Este pequeño pelotón africanista, al que pertenecía mi abuelo, fue incluido en el regimiento 269 y participó en las principales operaciones de ataque y defensa de las tropas españolas en el frente ruso. Según decía, se trataba de un grupo de Elite, «extremistas que iban por libre». Al representar el conjunto más veterano y homogéneo, fue colocado en la vanguardia de los contraataques más feroces cerca del río Volchov. Por su desprecio hacia la muerte, las patillas que les cercaban el rostro, los largos cuchillos que usaban para degollar al enemigo, eran temidos por sus propios compañeros de armas, por su jefe García Rebull e incluso por los soldados alemanes, camaradas de armas en su lucha contra un enemigo común. «Llevábamos el cinturón del Tercio, no aquella hebilla alemana en la que se leía la leyenda Gott mit uns -Dios con nosotros-. En las guerreras, portábamos los escudos de la Legión. Eso les molestaba, incumplía las reglas sobre cómo llevar el uniforme de la Wehrmacht, pero nadie tenía valor para castigarnos por ello», recordaba.En su pesadilla siempre aparecía una fecha -27 de diciembre de 1941- y un lugar: «La posición intermedia», un reducto español que defendía el sector entre Lubkowo y Udarnik sumergido tras las líneas soviéticas. El coronel Esparza ordenó cubrir aquella elevación a una sección a las órdenes del álférez Rubio Moscoso.«Todos los españoles fueron asesinados de una forma brutal», contaba Joaquín Font. «30 o 40 muertos desparramados, desnudos, machacados contra la nieve». Busco aquel episodio en un libro titulado La división española de Hitler. Habla de atrocidades cometidas por los dos bandos. Los autores, Gerald Kleinfield y Lewis Tambs, comienzan por el Ejército rojo: «Cuando la patrulla española coronó la cresta, sonaron gritos de rabia y angustia.Los rusos habían hecho su tarea. Los españoles murieron clavados al suelo con picos de los que utilizaban los soviéticos para romper el hielo. Uno de los picos brillaba en el centro de la frente de un guripa».

La descripción del relato es exacta. Mi abuelo no omitió ni muertos ni nieve. Casi 60 años después, aún sentía la expresión de espanto de su amigo Ramón «con un machete metido en la boca, muy abierta, porque habían clavado su nuca a la tierra endurecida por el frío.Los cadáveres estaban rematados y congelados a casi 40 grados bajo cero».
La respuesta no se hizo esperar. «Nos llamaron, conociendo nuestra experiencia en las guerras de Africa con La Legión y lo que allí habíamos aprendido, para realizar un contraataque rápido apoyados por el resto del regimiento 269», dice una de las notas que pude tomar de su relato. Salieron de sus trincheras a vengar el asesinato de sus camaradas sonriendo de una manera feroz, con gritos de «¡Arriba España!» y «¡Viva La Legión!». Pero se les fue la mano.Mi abuelo habló de más de mil muertos rusos en aquella operación de castigo. Él mismo se sorprendió diciendo: «Al primer prisionero ruso le voy a comer las entrañas».

SIN PRISIONEROS

Cuando atravesaron el campo de batalla en sombras, se acercaron a la Vieja Capilla, sacaron los cuchillos y las bayonetas y se lanzaron a un combate cuerpo a cuerpo. Él lo recordaba así: «Nos metimos en sus trincheras y los sacamos a bayonetazos. Después corrieron sobre la nieve gritando «Vojna kaputt» [la guerra se acabó] y los abatimos a placer. Primero uno, luego otro. Sin prisioneros. Sin supervivientes. Y nosotros a lo nuestro. Muchos muertos, deformados por los culatazos, eran una mezcla de hueso y carne. En sus bolsillos llevaban los objetos que habían robado a los españoles».

Para corroborar el relato, leo en el mismo libro: «Los rusos fueron desalojados de las colinas en las que se habían atrincherado.La acción duró menos de 12 horas. Según recuento de los cadáveres, las pérdidas rusas ascendieron a 1.080 muertos. Sin prisioneros; las españolas: tres oficiales muertos y cuatro heridos». La historia encaja. Un grupo de 25 o 30 hombres dedicados a no dejar un sólo ruso con vida, sin ninguna piedad con los heridos, rematando a cuchillo, tajando miembros a todo el que se moviera. Este relato no tiene nada que ver con la División Azul. Sólo aquellos hombres fueron los responsables de este horror. «Tras la batalla, alguno se dedicó a cortar los dedos de sus víctimas y a enseñarlo a los compañeros en las trincheras españoles como si fueran un botín de guerra». Y el abuelo mostraba las palmas de sus manos igual que lo hacían sus compañeros, como si aún llevara los dedos seccionados en su interior. «Después, la mayoría de nosotros, cegados por el horror y cansados, respirabamos con dificultad, mirabamos al suelo y callabamos».

LOCURA SALVAJE

Otro de los supervivientes de aquella acción, el joven divisionario Carlos María Ydígoras -tenía 17 años-, dejó su visión del campo de batalla plasmada en su libro Algunos no hemos muerto: «Debía asustar vernos contemplar la bayoneta, acariciarla como si se tratase de una reliquia... Lo que ocurrió cuando nos abalanzamos sobre los rusos entra dentro de los ámbitos del delirio... Los que se rendían, los que aún luchaban o intentaban huir, eran abatidos igualmente de una manera salvaje».

En otro párrafo, habla horrorizado de uno de los soldados del grupo de africanistas, de cómo se ensañó con los muertos: «Arrastrando un fusil a modo de bastón, uno de ellos se acercó a un cadáver y, como presa de un repentino ataque de locura, levantó el arma.La bayoneta se quedó cimbreando sobre el vientre del muerto.Después le golpeó, le pisoteó el rostro... Se agachó y, como quien recoge una margarita, tomó otra arma rusa, llegó a otro muerto y repitió la operación. Y así hasta una docena de veces».De nuevo, similar pesadilla, el mismo relato que contaba Joaquín Font en sus últimos años de vida.

Aunque resultó el combate más sangriento, el grupo volvió a actuar con la misma furia en otras escaramuzas, sobre todo contra los partisanos. «Podíamos capturar 15 o 20 guerrilleros de una vez.Para que no volvieran a disparar, algunos compañeros míos les cortaban una mano y así se aseguraban de que no volvieran a combatir».En febrero de 1943, cuando acupaban posiciones frente a Leningrado, y disminuidos por las bajas de la compañía, se encontraron de nuevo en el contraataque español contra los asaltantes soviéticos en la sangrienta batalla de Krasni Bor. La historia, la venganza, la saña contra los soldados rusos borrachos de vodka dista poco de la anterior. Las cifras: 3.000 españoles muertos y más de 8.000 soviéticos.

Llamo a la Hermandad de la División Azul para localizar a algúno de los 30 participantes de aquella sangría -debe estar en torno a 85 años-. Me dicen que no fue una venganza, sino una acción defensiva. Y no conocen a nadie. Hablo con un superviviente de la División. Me dice que no lo saque de contexto. «Son cosas de la guerra y de ese pelotón. No tienen nada que ver con el resto de divisionarios». Es cierto, mi abuelo nunca me dijo que fuera una práctica común al resto de guripas, cuyo comportamiento fue noble en la victoria y en la derrota, con los prisioneros y los civiles, con los vivos y los muertos.

Da miedo pensar que su relato pueda ser cierto. Que él, una persona que no hizo daño a nadie durante su vida, se implicara en aquella experiencia sangrienta. En cualquier caso, si lo hizo, se llevó el secreto a la tumba.

lunes, 10 de noviembre de 2008







La cigarra y la hormiga



VERSIÓN CLÁSICA
La hormiga trabaja a brazo partido todo el verano bajo un calor aplastante.
Construye su casa y se aprovisiona de víveres para el invierno.
La cigarra piensa que la hormiga es tonta y se pasa el verano riendo, bailando y jugando.
Cuando llega el invierno, la hormiga se refugia en su casita donde tiene todo lo que le hace falta hasta la primavera.
La cigarra tiritando, sin comida y sin cobijo, muere de frío.
FIN

VERSIÓN ESPAÑOLA

La hormiga trabaja a brazo partido todo el verano bajo un calor aplastante.
Construye su casa y se aprovisiona de víveres para el invierno.
La cigarra piensa que la hormiga es tonta y se pasa el verano riendo, bailando y jugando.
Cuando llega el invierno, la hormiga se refugia en su casita donde tiene todo lo que le hace falta hasta la primavera.

La cigarra tiritando organiza una rueda de prensa en la que se pregunta por qué la hormiga tiene derecho a vivienda y comida cuando quiere, cuando hay otros, con menos suerte que ella, que tienen frío y hambre.

La televisión organiza un programa en vivo en el que la cigarra sale pasando frío y calamidades y a la vez muestran extractos del video de la hormiga bien calentita en su casa y con la mesa llena de comida.

Los españoles se sorprenden de que en un país tan moderno como el suyo dejen sufrir a la pobre cigarra mientras que hay otros viven en la abundancia.

Las asociaciones contra la pobreza se manifiestan delante de la casa de la hormiga.

Los periodistas organizan una serie de artículos en los que cuestionan cómo la hormiga se ha enriquecido a espaldas de la cigarra e instan al gobierno a que aumente los impuestos de la hormiga de forma que estas puedan vivir mejor.

Respondiendo a las encuestas de opinión, el gobierno elabora una ley sobre la igualdad económica y una ley con carácter retroactivo, antidiscriminación.

Los impuestos de la hormiga han aumentado y además le llega una multa porque no contrató a la cigarra como ayudante en verano.

Las autoridades embargan la casa de la hormiga, ya que ésta no tiene suficiente dinero para pagar la multa y los impuestos.

La hormiga se va de España y se instala con éxito en Suiza.

La televisión hace un reportaje donde sale la cigarra con sobrepeso, ya que se ha comido casi todo lo que había mucho antes de que llegue la primavera...

La antigua casa de la hormiga se convierte en albergue social para cigarras y se deteriora al no hacer su inquilino nada para mantenerla en buen estado.

Al gobierno se le reprocha no poner los medios necesarios.

Una comisión de investigación que costará 10 millones de Euros se pone en marcha.

Entretanto la cigarra muere de una sobredosis.

La radio y TV comentan el fracaso del gobierno para intentar corregir el problema de las desigualdades sociales.

La casa es ocupada por una banda de arañas marroquíes inmigrantes y el gobierno se felicita por la diversidad cultural de España.

FIN