viernes, 30 de octubre de 2009

Fuerzas cristianas de Castilla y Portugal derrotan a las musulmanas en la batalla del Salado.

La idea de una muerte próxima se apoderaba poco a poco de los soldados cristianos; una parte de éstos cede ante el terrible empuje del enemigo, desordenándose los escuadrones, arrojando algunos las armas y disponiéndose a huir, una saeta enemiga se clava en el arzón de la silla del monarca castellano, se desesperó éste y se dispuso a entregarse a la muerte cuando el Arzobispo de Toledo lo detiene cogiendo las bridas del caballo, obligándole a no aventu-rarse de aquel modo y aconsejándole pusiera su confianza en Dios que era el que presidía aquella batalla.

Se sosegó algún tanto el rey y cobrando nuevos bríos arengó a los suyos y como si un mismo pensamiento animara a todos aquellos hombres se precipitaron sobre los moros, con tal esfuerzo y entusiasmo que los hicieron vacilar y tras esta segunda y vigorosa acometida, hirieron, mataron y destrozaron el campo enemigo, sembrándolo de cadáveres. Corre la sangre a torrentes y en estos trágicos momentos cae herido el caballo de Abul-Hassán, al mismo tiempo que nota que una gran parte de su ejército huye a la desbandada. Monta en otro caballo emprendiendo precipitada fuga hacia Algeciras, el rey de Granada se unió a él, quedando en el campo de batalla algunos caudillos inferiores que pronto fueron derrotados y deshechas sus huestes. Por otra parte, el hijo de Abul-Hassán huyó vergonzosamente perseguido de cerca por los nuestros y gracias a la ligereza de su caballo pudo salvarse.

En tan precipitada fuga se declararon los moros que no se pararon a recoger bagajes, abando-náronlo todo, hasta sus favoritas que aterrorizadas caían en poder de los cristianos. Los vencedores penetraron en la tienda de Abul-Hassán, apoderándose, entre otros muchos cautivos, de sus dos hijas, que fueron enviadas generosamente a su padre, contestando con una remesa de valiosos regalos.

Fátima, la favorita del monarca africano, fue muerta de lanzada, se apresó por nuestro ejército numerosos cautivos en ellos muchos caballeros árabes, recogiéndose además botín, como las banderas y estandartes del enemigo, éste lleno de terror marchó en precipitada huida hacia Algeciras en donde embarcó Abul-Hassán para África. El rey moro de Granada, que había sido derrotado por don Alfonso IV de Portugal, marchó hacia Marbella temiendo que las tropas cristianas le dieran alcance.

Al día siguiente entraron los reyes cristianos en Tarifa reparando sus muros y poniendo en esta ciudad una buena guarnición. Ofreció el monarca castellano al portugués parte del botín cogido en esta batalla rehusándolo éste generosamente en atención a que don Alfonso XI había tenido hasta que vender sus propias joyas para atender a los gastos, únicamente aceptó algunos jaeces y alfanjes como recuerdo.

Al Sumo Pontífice se envió un presente que consistía en cien caballos con alfanjes y adargas colgadas de los arzones, veinticuatro banderas cogidas a los moros y el caballo con que el rey de Castilla entró en batalla. Don Juan Martínez de Leyva era el encargado de llevar estos regalos.

La tienda del rey don Alfonso XI estuvo situada en el sitio llamado La Peña y el campamento árabe entre el río Salado y el Guadalmesí.

Existen distintas opiniones respecto a la fecha en que se ganó esta batalla, opinando unos que fue el 28 de octubre de 1349, pero el Arcipreste de León, Diego Gómez Salido, autor contemporáneo, afirma con datos a la vista que se ganó el 30 de octubre de 1340.

Tal es la historia de aquel memorable hecho de armas que se realizó en nuestra campiña y que, de perderse, hubiera dado lugar a la conquista por los moros de toda la Península.

jueves, 29 de octubre de 2009

30 octubre 1340 - Fuerzas cristianas de Castilla y Portugal derrotan a las musulmanas en la batalla del Salado.

30 octubre 1340 - Fuerzas cristianas de Castilla y Portugal derrotan a las musulmanas en la batalla del Salado.



Abul-Hassán, rey de Túnez, deseoso de tomar fiera venganza de la muerte de su hijo Abdul-Malik, acaecida en el cerco de Jerez, organiza un numeroso ejército, con el que se propone la conquista de toda la Península. Para formarlo hace un llamamiento de hombres por todo el África y envía mensajeros para que prediquen la guerra santa.

Con tanta actividad y celo se hizo esto, que en poco tiempo se logró reunir setenta mil jinetes y cuatrocientos mil infantes. Por otra parte, puso sobre el Estrecho de Gibraltar una armada compuesta de doscientas cincuenta naves y setenta galeras provistas de soldados escogidos y bien armados. El mismo Abul-Hassán, desde Ceuta, dirigía la operación de embarque del ejército, el cual empleó cinco meses en trasladarse a las costas de España.

Noticioso el rey de Castilla, don Alfonso XI, de la expedición que había organizado el feroz enemigo, mandó al almirante don Alonso Tenorio que con la flota a sus órdenes saliera a cortar el paso del Estrecho a los árabes. Cuando la flota castellana llegó al Estrecho ya Abul-Hassán había pasado con toda felicidad su ejército. Sólo los últimos bajeles árabes quedaban por arribar a las costas de España.

Alfonso XI conociendo el número escaso de las naves de Tenorio envió del Puerto de Santa María ocho galeras más que reforzaran algún tanto la flota de Castilla. Precipitado el almirante castellano por las hablillas que contra él se levantaban y picado en su amor propio, decidió acometer a la flota árabe a pesar de que para cada barco suyo había cuatro enemigos. Se combatió desesperadamente hasta que la flota castellana quedó deshecha. Presa la galera de Tenorio éste se refugió en el castillo de popa abrazado al estandarte de Castilla, donde murió como un héroe después de haberle cortado los brazos. De esta espantosa derrota cinco galeras únicamente se salvaron al amparo de los muros de Tarifa.

Conocedor Alfonso XI de este desastre, creyó oportuno mandar un poderoso refuerzo a nuestra ciudad toda vez que ésta había de ser la primera que experimentara los choques del enemigo. Comenzó a organizar esta defensa don Alonso Fernández Coronel, que entonces era gobernador de Tarifa, sustituyéndole a poco don Juan Alonso Benavides.

Entre tanto Abul-Hassán se había aliado con Yusuf el Miramamolin, séptimo rey de Granada, y unidos los dos ejércitos árabes marcharon sobre Tarifa, a cuya ciudad pusieron un estrecho cerco. Se apoderaron de todos los pasos, cortaron las aguas, la combatieron con máquinas de guerra y emplearon en el asedio todos los medios imaginables.

No por esto decayó el ánimo de los valerosos hijos de Tarifa que unidos a los soldados castellanos rechazaban uno tras otro aquellos formidables ataques que los ejércitos árabes les dirigían y que poco a poco iban desmantelando los muros.

En tal estado las cosas, el monarca castellano envió al Estrecho al mando de Fray Alonso Ortiz Calderón, doce galeras, que en unión de algunas genovesas que tomó a sueldo y algunas otras que pidió a los reyes de Portugal y Aragón, se proponían molestar al enemigo interceptándole la comunicación con África y al mismo tiempo que estuvieran cerca de Tarifa para en caso necesario prestar socorro a los sitiados. Desgraciadamente poco alivio pudieron prestar estas naves a los sitiados pues una fuerte tempestad las deshizo en presencia de Abul-Hassán que desde las playas de Tarifa contemplaba esta catástrofe que le daba más alientos para acometer a los cristianos y restaurar en la Península el poder de la media luna.

Grande fue la impresión que experimentó el esforzado monarca castellano al recibir la noticia del fin funesto que tuvo la flota cristiana, no sabiendo como hacer frente a tantos contratiempos se decidió por fin a convocar Junta de prelados y grandes del reino en su propio palacio y una vez reunidos les dijo: "Parientes y amigos míos ya veis el peligro en que está todo el reino y cada uno en particular. Desde mis primeros años, juntamente con el reino me han fatigado continuas congojas y afanes; así lo ha ordenado Dios, dame con todo eso mucha pena que nuestros pecados los hayan de pagar los inocentes, aún no teníamos bien sosegados los alborotos del reino cuando ya nos hallamos apretados con la guerra de los moros, la más pesada y de temer que España ha tenido. Mis tesoros consumidos y nuestros súbditos cansados con tantos pechos, sólo con mentarles nuevos tributos se exasperan y azoran. ¿Por ventura, será bien hacer paz con los moros? Pero no hay que fiar en gente sin fe, sin palabra y sin religión. ¿Pediremos socorros fuera de nuestros reinos? no era malo, más a los reyes nuestros vecinos se les da muy poco del peligro y necesidad en que nos ven puestos. Tendremos confianza de que Dios nos ayudará y hará merced. Temo que le tenemos mal enojado con nuestros pecados y que nos desampare. No llega mi prudencia ni consejo a saber dar corte y remedio conveniente a tan grandes dificultades. Vos, amigos míos, a solas las podréis consultar, y conforme a vuestra mucha prudencia y discreción veréis lo que se debe hacer, que para que con mayor libertad digáis vuestros pareceres, yo me quiero salir fuera. Sólo os advierto miréis que vuestra resolución no se siga algún grave peligro a esta corona real, ni a esta espada deshonra ni afrenta alguna, la fama y gloria del nombre español no se mengüe ni oscurezca".

Hubo sobre esto disparidad de pareceres, unos opinaban que debía concertarse la paz, otros que esta paz era deshonrosa y que por lo tanto para ganar honra y fama debía hacerse la guerra a los moros. Triunfó, al fin, este último parecer y se acordó pedir socorro a los reyes de Portugal y Aragón para que con soldados y barcos contribuyeran a hacer frente al enemigo común. Se envió a Roma, como embajador, para alcanzar indulgencias de su Santidad para todos los que peleasen en esta guerra, a don Juan Martínez de Leyva, y el Papa acordó conceder remisión de todos sus pecados a los que en ella pelearan tres meses. El Arzobispo de Toledo don Gil de Albornoz era el legado adlátere de esta jornada.

Se reorganizó la escuadra dando el mando de la flota castellana a Fray Alonso Ortiz, prior de San Juan, del mando de la flota aragonesa se encargó don Pedro de Moncada, uniéndosele quince galeras genovesas. En tanto, Tarifa resistía con heroísmo los ataques de los ejércitos árabes, que con grandes torres de madera, picos, trabucos y otros instrumentos de guerra iban desmantelando los muros.

Por fin, salió de Sevilla el ejército compuesto de veinticinco mil infantes y catorce mil caballos, siendo mil de éstos portugueses, llegando a dar vista a Tarifa el 29 de octubre de 1340. En esta muchedumbre se veían mitras, sayales y cabezas cubiertas con ceniza en señal de penitencia.

Los reyes moros, apenas tuvieron noticia de que los nuestros se aproximaban, abandonaron el cerco de Tarifa, quemaron las máquinas de guerra y tomaron posiciones para esperar el ataque. Don Alonso envió un mensaje a los reyes moros anunciándole que se prepararan, que iba a pelear y ellos contestaron que estaban dispuestos, pues tenían pensado después de tomar a Tarifa conquistar otras y otras ciudades, pues para eso habían pasado el Estrecho. Apenas recibió esta contestación don Alfonso dio orden al Prior de San Juan, que estaba en el Estrecho con sus barcos, para que desembarcase algunos soldados que unidos a los de Tarifa saliesen a acometer por otra parte a los infieles.

Abul-Hassán mandó a su hijo Aben Omar para que con escogidas tropas ocupase el punto más estrecho del río Salado, el cual dividía ambos ejércitos. Varios caballeros castellanos con mil caballos y cuatro mil infantes pasaron el río y derrotaron a Aben Omar sin gran resistencia, incorporándose aquellos a la guarnición de nuestro pueblo.

En esto, don Alfonso XI, dando un rodeo hacia la playa, pasó el río y cargó sobre los infieles con un fuerte núcleo de soldados, generalizándose con esto el combate. Por ambas partes se peleaba valerosamente pero los moros, superiores en número, llevaban la mejor parte.

miércoles, 28 de octubre de 2009

La Tierra de Thule

lunes, 26 de octubre de 2009

"No se lo digas a mamá"



Mariló Montero es periodista y madre (de una adolescente).
"No se lo digas a mamá"
DIARIO DE SEVILLA
21/03/09
Mariló Montero


Me gustaría saber la identidad de los nueve expertos en los que la
ministra Bibiana Aído se escuda para defender que una niña de dieciséis
años puede abortar sin consultar con sus padres.
Me gustaría saber de qué son expertos y si son padres y madres. Me gustaría saber en qué se
fundamentan para decir que dejar tan dramática decisión en manos de una
adolescente aterrada es lo mejor para ella. Me gustaría saber si se han
parado a pensar que esa criatura, tras mantener una relación sexual
precipitada, va a empezar a sufrir lo que la literatura científica ya ha
diagnosticado ante un aborto.

El síndrome de aborto reúne quince síntomas psicológicos que van desde
la angustia al sentimiento de culpabilidad, la ansiedad, los terrores
nocturnos, la depresión, los trastornos de alimentación o de la vida
sexual. Síntomas que pueden llegar a aparecer, dicen los psicólogos de la
Asociación de Víctimas del Aborto, incluso años después de haber abortado.


Me gustaría saber con qué valor lanza la joven ministra Aído, con una
sonrisa, como quien anuncia un anticonceptivo novedoso, que una niña de
dieciséis años está tan capacitada para abortar como para casarse.
Una niña de dieciséis años no está capacitada para abortar ni para
casarse, por mucho que se esté normalizando lo que son parches en la vida.
Una cosa es que lo haga y otra bien distinta la sacudida que la vida le da
a una adolescente casada, quien sale adelante gracias a los apoyos de la
familia.

Me gustaría saber quién le va a informar a una adolescente de
dieciséis años de que si se queda preñada puede abortar sin decírselo a
los padres y también en quién se va a apoyar ante semejante circunstancia.
¿En la mamá-administración, o en su mejor amiga, con la que intercambia
los vaqueros e inventa en su habitación coreografías de Beyoncé? Me
gustaría saber si esos expertos conocen lo que es ser padres y las
complicaciones a las que nos enfrentamos para conquistar la confianza de
nuestros hijos en la difícil adolescencia.

Me gustaría saber el protocolo de actuación que se llevará a cabo
cuando una niña de dieciséis años acuda al centro para abortar y cómo será
tratada. Me gustaría saber qué pretenden con esta propuesta de ley, que
autoriza a que se rompa la confianza entre hijos y padres. Y me gustaría
saber qué se pretende de los padres el día que nuestra hija decidiera
abortar en soledad. ¿La recibimos con un aplauso? ¿Le damos sopa caliente?
¿Le preguntamos si llegó a ponerle nombre? ¿O quién habría sido el padre?
¿Debemos obviar el tema, o celebrarlo con una barbacoa? ¿Trae esas
instrucciones la nueva reforma de la ley del aborto? Una cuestión más:
¿meterán en la cárcel a una madre que le discuta esa decisión a su hija
adolescente? O es la ley del "no se lo digas a mamá porque no la
necesitas". Señorita Aído, me gustaría saber si mi hija ha abortado sola.
Porque soy su madre.
Si estás en contra de la ley que prepara el actual gobierno, difunde
este artículo. En caso contrario, disculpa.

sábado, 24 de octubre de 2009

Rosa del Azafrán

El cultivo de esta especia fue introducido por los árabes alrededor del siglo IX, entonces era monopolio exclusivo de la alta burguesía andalusí, bajo el dominio de la cual se encontraba la mayor parte de la península Ibérica y dentro de esta la región manchega.
El primer documento escrito que hace referencia al cultivo del azafrán en La Mancha aparece en 1720. Este documento se encuentra recogido en la obra de J.A. López de la Osa: "Cultivo del azafrán en la Solana", manual divulgativo sobre la producción del azafrán de 1897 .

La importancia del azafrán dentro de la tradición agrícola de la región se ve ratificada por la existencia además de otras obras de carácter pedagógico, entre las que destaca la de L. Jiménez Martín "El azafranero práctico". En varias de las obras que datan de los siglos XIX y XX, aparece citado el azafrán de la Mancha como el de mejor calidad de España, y está abundantemente documentado el cultivo inmemorial de esta especia en muchos municipios de esta zona.

La tradición del cultivo del azafrán en La Mancha está también presente en manifestaciones del folclore típico de la región, existiendo una jota manchega dedicada a este producto, en canciones o refranes y es el tema de ambientación de la zarzuela que lleva por título: "La rosa del azafrán" (libreto de F.Romero y G. Fernandez Show; música de J. Guerrero; estrenada en Madrid en 1930).

Por último, como muestra conjunta del carácter tradicional y la importancia económica de este cultivo cabe citar la costumbre, que aún pervive en algunos pueblos manchegos, de regalar unas briznas de azafrán a la parejas de novios, como símbolo de los deseos de prosperidad.

Desde el punto de vista físico y organolépticio el azafrán que se cosecha en esta zona se distingue fácilmente porque sus estigmas rojos sobresalen claramente y por tener muy poca longitud de estilo y por no ser astringente.

El proceso de producción, único y original que consiste en el desecado mediante tostado a fuego lento en lugar de desecado al sol, parece ser el responsable de que el producto obtenido en la Zona tenga una presencia mucho mejor, además de un mayor contenido en safranal y poder colorante.

Una tradición centenaria en el cultivo de esta especia hace las personas que realizan los procesos de recolección y monda se encuentren muy cualificados en la realización de estas tareas, consiguiéndose la máxima calidad en la producción final obtenida.

Por todo esto el azafrán no puede ser considerado como un producto agrícola más sino que forma parte del patrimonio histórico y cultural de la región que ha de ser protegido y conservado.

jueves, 22 de octubre de 2009

miércoles, 21 de octubre de 2009

TRAFALGAR 21 DE OCTUBRE


21 de Octubre tal dia como hoy de 1805 tiene lugar la Batalla de Trafalgar. La armada franco-española cae derrotada por la flota del Almirante Horace Nelson.

Si llegas a saber que mi navío ha sido hecho prisionero ,di que he muerto "

Cosme Damián de Churruca





El 19 de Octubre de 1805 diose la orden para que saliese á la mar nuestra escuadra, unida á la francesa, que desde Agosto estaba en el puerto, para ir en busca del resto de los barcos de ambas naciones que cruzaban á la altura de Cartagena, tratando de embocar por el estrecho. Efectivamente, vemos darse á la vela aquella grande escuadra compuesta de 33 navíos de línea y 8 embarcaciones auxiliares (Antes de la "deserción" en pleno combate del cobarde del contralmirante Dumanoir con 4 navíos franceses), mandada por el almirante francés Villeneuve y por el teniente general español Gravina.


Con hondo sentimiento contempló el pueblo de Cádiz aquella partida, pues sin saber por qué, todos presentían un funesto resultado. Mientras tenía lugar aquel acto imponente no cesaron de estar cubiertas las azoteas y murallas de hombres, mujeres y niños de ambos sexos, que despedían con gritos y con pañuelos á sus parientes y amigos de la escuadra.
Ni un alma se encontraba por las calles de Cádiz todos sus habitantes habían acudido como una avalancha a los muelles y sus cercanías. Yo vi á muchas señoras y mujeres del pueblo como Magdalenas: eran madres de los que iban a morir; su instinto les debía representar lo inminente de la catástrofe, máxime cuando desde los miradores se veían, cual amenazas fantasmas de la muerte, buques que asomaban por el horizonte. La consternación, aún antes de la batalla era general. Y cómo no había de serlo si apenas había en Cádiz una familia que no tuviere un ser querido en la escuadra que se alejaba? Yo también tenía en ella á un hermano querido y á tíos bondadosos que me habían estrechado en sus brazos al partir.
El 19 y 20 maniobró la escuadra á la vista de Cádiz, teniendo siempre pendiente de sus movimientos á aquella patriótica población.
Pero al amanecer del día 21, se encontraron las nuestras doblando el Cabo de Trafalgar, con la formidable escuadra británica, 27 navios además de 4 fragatas y 2 embarcaciones auxiliares, que además de tener el viento en su favor, estaba bajo la dirección del primer general de mar que han producido los modernos tiempos. Ya no se veía nada desde Cádiz; pero se tuvo en la ciudad noticia del próximo conflicto. á las nueve (le la mañana por conducto de unas embarcaciones de pescadores que habían pasado la noche fuera. Pronto el ruido lejano, pero continuado y fatídico de los cañones confirmó la nueva fatal. En el nutrido tronar de la artillería percibíanse a veces ruidos mayores como truenos prolongados: eran las naves que volaban.
El combate tuvo lugar del modo siguiente: Puestos los buques alzados en una línea, ya ordenado el zafarrancho y los ingleses en otra, calculó Nelson, que, perdiendo uno ó dos navíos de los suyos, lograría romper nuestra línea y envolvemos en dos círculos de fuego; y así fué. Mandó dos de aquellos al centro, como cernada, los cuales fueron deshechos inmediatamente; pero con esta estratagema consiguió abrir un claro, por donde entraron otros navíos enemigos, saliendo el plan al almirante inglés a las mil maravillas. El combate, sin embargo, fué porfiado, largo y sangriento. En él rayó el valor español á la altura de la epopeya, principalmente en los abordajes, en donde se acuchillaban y desgarraban como fieras. Navío español hubo que rechazó durante horas enteras el fuego y el abordaje de tres navíos ingleses.


Una división francesa, que estaba á sotavento, no quiso, ó no pudo entrar en combate, por lo que se alejó, dejando á sus hermanos tiñendo con su sangre las olas del mar. El único barco nuestro que iba en ella entró en fuego é hizo heroicidades.


A nuestro navío Trinidad le acometieron, primero, dos navíos de alto bordo, que destrozó á las primeras descargas; después vióse cercado por tres más, uno de ellos de tres puentes, el Victory, en que arbolaba su insignia el almirante Nelson, quien cayó herido mortalmente por una palanqueta, lanzada del Trinidad o del Redoutable que se hallaba por la proa de aquél.
El Trinidad quedó desarbolado y acribillado, pues se había batido con cinco, había sufrido seis abordajes, perdiendo casi toda su oficialidad, marinería y tropa, de tal modo, que mi hermano, no siendo más que simple guardia-marina, y con una herida de astilla en la cabeza, había quedado desde el intermedio del combate mandando las dos baterías de babor y estribor del segundo entre- puente. Igual destrozo sufrieron otros navíos, todos los más españoles y franceses, que tomaron parte en la acción, tales como el General, el Príncipe de Asturias, el Leandro, etc.


Aquel combate fué el más encarnizado que han presenciado los mares. Nadie pensó en conservar la vida sino en arrebatársela a sus adversarios.
Como si no fueran bastantes las tempestades que habían rugido en los pechos de aquellos fieros guerreros, los elementos se desencadenaron, á lo último, para dispersar y destruir lo que quedaba en medio de aquel líquido campo de desolación. El silbido del viento se confundía con los lamentos de los que, en los buques que flotaban á la ventura, sin marinos que los guiasen, haciendo agua y sin palos, se quejaban. Arrebatados por el temporal los pocos que quedaban hábiles para navegar, se hacían fuego en medio de la oscuridad, tomándose mutuamente por enemigos.


Muchos arribaron á nuestras costas, otros á las del África y algunos vinieron remolcados á Cádiz, por las embarcaciones que en su busca habían enviado las autoridades de marina cuando se hubo apaciguado el huracán.


El Trinidad se estaba yendo á pique; tanto, que ya se habían ahogado varios de sus heridos en la bodega y en el entrepuente que tenía debajo de la línea de flotación. La Providencia ó la casualidad hizo que pasase cerca de él una fragata inglesa, la cual, si bien al principio tuvo miedo de acercarse, temiendo una de las mortíferas andanadas que el navío había lanzado en aquel día memorable, perdió su recelo al ver que no sólo no le hacían fuego los de abordo, sino que, con señales, imploraban su auxilio. Entonces, el buque enemigo se acercó más y echó sus lanchas al agua para recoger, como prisionera, á la tripulación superviviente. Salváronse todos los que por no estar heridos ó estarlo levemente, pudieron tirarse desde la cubierta á los botes; los que no pudieron moverse perecieron, pues el Trinidad se fué a pique delante del buque inglés que le había socorrido.
A Gibraltar fueron conducidos los prisioneros españoles y franceses. De allí vinieron siete navíos ingleses, que estaban de reserva, para recoger los despojos de la victoria, trayendo luego á remolque gran número de buques españoles y franceses que no habían tenido la dicha de ser encontrados por los nuestros.
Cuando llegaron á Cádiz los poquísimos oficiales y marineros que habían escapado de aquel desastre, súpose que se había perdido el navío en que estaba mi hermano. Júzguese el pesar de la familia. No nos quedaba más que la lejana esperanza de que se hubiese salvado, trasbordándose á otro buque. En esta agonía, no nos quitábamos de los balcones, ni cesábamos de bajar al muelle á reconocer á la multitud de heridos que, como en procesión, eran llevados desde allí al hospital del Rey, unos en hombros, otros en camillas y los demás sostenidos por un padre ó un hermano. Todos lo reconocíamos: ninguno de ellos era el hermano querido, el hermano predilecto por quien lloraba mi padre. En esta angustia estuvimos dos días, largos como siglos, dos días en que duró aquella tristísima procesión de ataúdes y de enfermos, acompañada de los sollozos de millares de madres de familia. La mar no se cansaba de arrojar a las playas muertos desfigurados, muchos de los cuales apenas podían identificarse.


Todo Cádiz era un cementerio. Los sepultureros no daban abasto á abrir fosas, y era preciso hacer zanjas para enterrar á granel...
Las campanas de las iglesias no hacían más que doblar á muerto, los sacerdotes no cesaban de hacer honras fúnebres; todas las familias estaban de duelo:
ni una sola casa vi en que no se llorase la pérdida de alguno de sus miembros.
Las Cortes de Madrid y París hicieron en Cádiz unas suntuosísimas exequias por el eterno descanso de todos los que perecieron en Trafalgar. El entierro del general Gravina, muerto á los dos ó tres días del combate, fué el acto de esta clase más concurrido é imponente que he visto en mi vida.



SEVILLA, Rafael: Memorias de un oficial del Ejército español. Madrid, 1916

¡O patria! Cuántos hechos, cuántos nombres
Cuántos sucesos y victorias grandes...
Pues tienes quién haga y quién te obliga
¿Por qué te falta, España, quién lo diga?”
Francisco de Quevedo Villegas


¡O patria! Cuántos hechos, cuántos nombres
Cuántos sucesos y victorias grandes...
Pues tienes quién haga y quién te obliga
¿Por qué te falta, España, quién lo diga?”
Francisco de Quevedo Villegas
Nok está desconectado
¡O patria! Cuántos hechos, cuántos nombres
Cuántos sucesos y victorias grandes...
Pues tienes quién haga y quién te obliga
¿Por qué te falta, España, quién lo diga?”
Francisco de Quevedo Villegas

viernes, 16 de octubre de 2009

17 octubre TODOS A MADRID

lunes, 12 de octubre de 2009

FELIZ DIA







12 DE OCTUBRE

La papanada prochavez



Puñetazo en la nuca al dia de la resistencia indigena de chavez




los terroristas tambien quieren opinar sobre la hispanidad





pero sintiendolo mucho son muchos siglos demasiada extension para que la mentira que solo vive en reducto (por que en campo abierto es barrida) sea efectiva esto va dedicado a los terroristas etarras que hablan castellano para los indigenistas bolivarianos que defienden la memoria de un europeo que lucho por los terratenientes patriotas de america (propietarios de indios y descendientes de los conquistadores) y a los autores en general de la leyenda negra


domingo, 4 de octubre de 2009