domingo, 29 de agosto de 2010

Capitán Alatriste




«Ya estamos muy abatidos, porque los que nos han de honrar
nos desfavorecen. El solo nombre de español, que en
otro tiempo peleaba y con la reputación temblaba de él
todo el mundo, ya por nuestros pecados lo tenemos casi perdido...»

Cerré el libro y miré a donde todos miraban. Después de varias horas de encalmada, el Jesús Nazareno se adentraba en la bahía, impulsado por el viento de poniente que ahora henchía entre crujidos la lona del palo mayor. Agrupados en la borda del galeón, bajo la sombra de las grandes velas, soldados y marineros señalaban los cadáveres de los ingleses, muy lindamente colgados bajo los muros del castillo de Santa Catalina, o en horcas levantadas a lo largo de la orilla, en la linde de los viñedos que se asomaban al océano. Parecían racimos de uvas esperando la vendimia, con la diferencia de que a ellos los habían vendimiado ya.
-Perros -dijo Curro Garrote, escupiendo al mar.

El Oro del Rey -Arturo Perez Reverte