jueves, 2 de diciembre de 2010

Mirando a Europa




MIRANDO A EUROPA

LA AGONIA DEL SOCIALISMO

EN España ya habíamos quedado en que el socialismo es el porvenir fatal de todas las naciones. Nuestros profesores internacionalistas, a la cabeza de las gentes que no piensan y para ahorrarse el trabajo de pensar adivinan, llegaron a convencer no sólo al proletariado candoroso y bárbaro, sino a la burguesía de los grandes ocios, tipo "pueblo de Madrid".

Ninguna frase tan generalizada y tan "profunda" como ésta : "No cabe duda. El mundo va derecho al socialismo. La socialización es la fórmula". Por eso nuestros revolucionarios de himno de Riego y ¡abajo los frailes!, tan generosos para abrir sus progresivas mentes a todos los prodigios de la moda extranjera, como sus bolsillos a las nóminas acumuladas, se apresuran a estampar en la Constitución los mayores "adelantos" del socialismo, llevados de esa feroz autoridad "postcavernícola" que tanto les adorna.

Pero llegan las elecciones inglesas... La nación maestra de ciudadanía pronuncia su veredicto de arrolladora certeza, proclamada por el desnivel inesperado superfluo de los sufragios: 560 diputados nacionales contra 55 internacionales. El socialismo - es condenado por Inglaterra, previa experiencia de su contenido.

Ya no puede decirse que "el socialismo es el porvenir del mundo" ¿A qué tópico recurrirán ahorra los profesores internacionalistas cara embaucar a los que no piensan? Alemania sujeta su hinchada social-democracia a la humillante colaboración dictatorial y capitalista, con la mano de hierro de un general y de un canciller católico, y sus socialistas se ven obligados a aguantar en silencio el ostracismo para no despertar vertiginosamente al país, mientras el nacionalismo de Hitler conquista a las masas.

Francia vive rica y envidiada. gracias a haberse librado siempre de las vandálicas experiencias societarias. Italia ha abolido oficialmente hasta el pensamiento marxista para poder vivir, y emprende al mismo tiempo una ruta de imperio, admirable para su capacidad territorial. Austria se refugia también, como Alemania, en la dictadura del equilibrio, aplazando, forzosa e indefinidamente, las demandas del marxismo. Bélgica se gobierna por católicos. Las naciones escandinavas escancian apenas el vino socialista y van huyendo de la prueba... "

¿Qué le queda al socialismo en Europa? Rusia y España. Dos usurpaciones fraudulentas del Poder. Dos dictaduras amargas, en que se esquilma espiritual y económicamente a las naciones víctimas, con el calenturiento fanatismo de los secuaces espoleados por el egoísmo y no por el amor, por la soberbia en el lugar del convencimiento. La nación eslava, ganada por la rapiña del judaísmo vengativo, con el pretexto criminal de la religión marxista, y la nación hispana, engañada en la confusa sorpresa de un momento constituyente, creado entre el barullo y las amenazas de los demagogos.

UN PARTIDO REACCIONARIO

La experiencia inglesa marca un nuevo período en la evolución de la política moderna, mucho más fecunda en hechos que en doctrinas: Los sucesos se siguen con mayor rapidez que las concepciones del ingenio político, de tal modo que los resultados pisan los talones a los pronósticos y aun les cobran delantera. Así podemos hoy decir con sobra de argumento, tomado de la historia, que el socialismo es una idea reaccionaria. Más razón tenemos en este provinciano semanario que nuestros pedantes profesores Besteiro, Ríos, Asúa, trasnochados profetas de una revolución social rabiosilla y anticlerical, a la cabeza de la cual figuran sus ilustres y. bien situadas personas, calentadas por el Presupuesto público.



Al comentar el "crac" financiero inglés, decía- mos del socialismo: "... su ocaso es tan próximo a su aurora y mediodía, que bastará un cuarto de generación, diez años de vida, para ser testigos de su fugacidad".

El socialismo, por fortuna para la civilización, ha pasado rápidamente en los pueblos cultos a la categoría de ensayo histórico fracasado. Nuevas fórmulas de estructura económica que modifiquen y aun trastornen la decrepitud burguesa, que sancionen el fracaso de la avaricia capitalista, están llamadas a aparecer con el nombre de corporativismo, sindicalismo de Estado, intervencionismo, y otros aun no inventados, cuyo contenido es la proscripción, a un tiempo, del individualismo desigualitario que produjo la injusticia feudal en el régimen de la riqueza, y del marxismo candoroso y brutal que aspira a hacer iguales a todos, forzándolos a la máxima pobreza. A todos menos a los intelectuales encaramados para presidir sin conciencia la miseria general, desde las alturas de un Estado esquilmador, de una burocracia monstruosa.

(Libertad, núm. 21, 2 de noviembre de 1931.)