miércoles, 4 de abril de 2012

Cimas

Tu camino es duro. Te falta aliento. Hay momentos en que quisieras arrojar al suelo esa moldura que te pesa (…) Pero no, ¡hay que seguir! No tiraras la mochila, ni dejaras caer el bastón. No miraras tus rodillas ensangrentadas. No escucharas el clamor de los odios, ni miraras esos ojos que sonríen maldades escondidas. Arriba es donde hay que mirar.

¡No debe vivir tu cuerpo más que para los lazos que le aprietan; tu corazón solo debe soñar en esas cimas que tú, y los otros, debéis alcanzar! (…)

Era preciso que te aniquilaran las maldades de los otros. Era preciso que en la hora en que creías que ibas a hundirte, agotada tu resistencia, en las burlas de los demás y en sus desprecios, hicieras pie para seguir...

Era preciso que todos tus gestos de amor estuvieran salpicados de odio, que todos tus impulsos se mancharan, que cada palpitación de tu corazón se acompañara de un golpe en tu rostro...

Has conocido tantas veces esos últimos metros angustiosos, en que sonreías ante la meta, a pesar del sudor y de la palidez. ¡Y un segundo después rodabas, traicionado por los tuyos, perseguido por los otros! ¡Había que empezar de nuevo...! (…)

¡Has adivinado la hipocresía en tantos rostros!
¡Has descubierto todas sus mentiras, toda su hiel, todas las bajezas que te tenían guardadas!
¡Esto, cada vez que emprendes el camino! (…)

Esa mirada que te vigila, esa mano que se tiende hacia ti, esa palabra de aliento, se cargaran de oprobio y oirás el rumor confuso de los odios viperinos. En la hora suprema de haberlo dado todo, dirán que eres un ambicioso. En el momento en que tu corazón se sienta totalmente abandonado, te pedirán los más viles servicios. (…) ¡Déjales que se abatan sobre tu vida como chacales, déjales reírse de tus sueños, déjeles abrir, a todos los vientos, el secreto de tu corazón!

Sufre, que te arrojen a las bestias de la envidia, de la calumnia, de las bajezas. (…) Aquellos a quienes te habías abandonado, aquellos a quienes tan ingenuamente amabas, sin reservas, sin una sola reticencia. (…) Bendice los golpes que recibas. Ama a los que vendrán después. Te serán más útiles que los corazones que, en verdad, te aman. (…)

Siente tus debilidades y tus faltas; arrepiéntete de ellas, y solo de ellas. Tu orgullo, tu renombre, los ímpetus de la vanidad de las horas, ya lejanas, de la partida, todo esto arrójalo mas allá de las rocas... ¿No has oído como se rompían, rebotando...? ¡Bien muerto esta todo ello! La amargura y el abandono, en lugar de indignarte, serán tu sostén por el camino que se abre; esos perros que aúllan guardaran el rebaño de tus pensamientos; sin ellos, ¿que seria de ti?: tendrías que detenerte, te perderías, sin rumbo. No pierdas ni un instante. Estas, aun, muy lejos. Y debes llegar hasta arriba...

Cuando alcances esas inmensidades puras, se hará un gran silencio detrás de ti. Todos los que gritaban apostrofándote, los que te odiaban, los que querían aniquilarte a pesar de sus sonrisas, todos los que te seguían por el camino, pero para golpearte, se darán cuenta, bruscamente, de que detrás de ti. Ellos también han llegado arriba, a las nieves puras, al aire nuevo, a los horizontes recortados sobre el cielo...

Entonces olvidaran su odio y te miraran con ojos maravillados de niño. Habrán descubierto lo esencial.

Sus almas se habrán alzado hasta cimas que jamás se hubieran atrevido a aceptar como meta, si las hubieran visto. Pero se lo impedía tu espalda, la espalda que ellos golpeaban.

Entonces la victoria será tuya... Podrás, después de haber dado hasta tu último esfuerzo, caer, con los brazos en cruz, desde la gran cima, y rodar, con los guijarros, hasta el fondo lejano del abismo.

Todo habrá terminado. La victoria será tuya. Volver a bajar ya no tendrá importancia; habrás dejado la vida con el último esfuerzo, pero los otros estarán allí, al borde de las inmensidades, virginales, de su redención......

Sabes que ahí esta la única, la verdadera felicidad.
¡Canta! ¡Que tu voz resuene en los valles profundos!
No te arrepientas de tus lágrimas.
Lo mas duro esta ya hecho. ¡Ahora, resiste y resiste! ¡Aprieta los dientes, pon una mordaza a tu corazón! ¡Y sube!

Léon Joseph Marie Ignace Degrelle (Bélgica, 15 de junio de 1906 - España, 31 de marzo de 1994)

Extraido de :http://pintan-bastos.blogspot.com.es/