sábado, 4 de septiembre de 2010

Ejemplos contra el mundo moderno: Elena Morales, cazadora profesional

ELEFANTES, IMPALAS... búfalos y kudus son algunos de los animales que ha abatido Elena Morales. En 1999 ella y su marido compraron la finca Berta,de 6.500 hectáreas, en la que hay 22 especies de fieras.
Elena tuvo que superar las prubas y tambien costumbres de la Asociación Sudafricana de Cazadores Profesionales para obtener el título que le permite organizar safaris en su propiedad.
La hacienda de Elena Morales y Luis Díez está repleta de libros que refieren las míticas «hazañas» de los white hunters (cazadores blancos) de finales del siglo XIX y principios del XX, cuando no era raro toparse con «manadas de 800 búfalos».

Entonces Micky Norton «el abuelo de todos los cazadores de elefantes», según lo define J.F. Burger en su libro Aventureros africanos se jactaba de haber matado a más de 4.000 paquidermos en sus 60 años de profesión y Tim Downing podía abatir a 21 búfalos de 22 disparos... Era la época de cazadores legendarios como Frederick Courteney Selous o Walter D.M. Bell, una época romántica que inició su declive cuando estos cazadores se convirtieron en guías de celebridades a partir de 1909/1910, la fecha en que, sufragado por el ex presidente norteamericano Theodore Roosevelt, se organizó el primero de los grandes safaris.

Ni la ubicación de la finca ni la elección del nombre de la compañía de caza fundada por la pareja española fue fortuita. «Old Days Safaris» (safaris de los viejos tiempos), se lee en la placa que recibe al visitante al comienzo de la propiedad, sita en el municipio sudafricano de Waterpoot,
a pocos kilómetros de la frontera con Zimbabue.

«Esta región, la antigua Transvaal, siempre fue un paraíso para los cazadores», advierte Elena. Y basta un pequeño recorrido por el terreno de 6.500 hectáreas para verificarlo. Cebras, impalas, facoqueros, sables... «Tenemos 22 especies de animales.Desde antílopes a leopardos, alguna jirafa y a veces hasta se nos cuelan elefantes».

El vehículo para. Elena y Tcholo Leroux, su rastreador, se apean juntos. Acaban de descubrir la presencia de un enorme kudu, un antílope de gran tamaño entre la vegetación. A sus 32 años, Tcholo ha participado en la cacería de 32 leopardos.Es un bushman, los indígenas famosos por su desempeño en la caza,Son capaces de descubrir una huella mientras viajan en el vehículo e interpretar si el animal es alto, bajo, si mira hacia adelante, decirte a qué hora llegará el leopardo a beber en el abrevadero...

«Aprendí de mi padre y mi padre, de su abuelo. Es una tradición de generaciones», dice el aludido. Agachados, el dúo se aproxima al kudu.
Patean la arena para ver hacia dónde sopla el viento.«Si te colocas contra el viento, te puedes acercar hasta casi tocarlo, porque no te huelen»,
precisa Elena.

La aproximación a este kudu es sólo un ejemplo del tipo de cacería que defiende Elena. «Aquí se caza siempre a pie, siguiendo la huella del animal,como en los viejos tiempos. A veces marchamos durante kilómetros. Intentamos recuperar el romanticismo, la aventura de los antiguos safaris.Matar a un bicho porque sí no tiene sentido».

UNA REVISTA LITERARIA
Pero para «aventuras» singulares, la de esta madrileña de 41 años. El matrimonio se enamoró de Sudáfrica la primera vez que visitaron el país, en 1986.
Elena, editora de una revista literaria, y Luis, experto en inversiones petroleras de la firma BP, decidieron abandonar su acomodado estilo de vida en España
y reconvertirse en cazadores y guías de safaris. Comenzaron por adquirir la finca Berta en 1999. «Vimos decenas de terrenos pero no nos convencían.Yo tenía muy bien dibujado mi sueño: una finca con río, baobabs y montaña.Cuando entramos en Berta bastaron cinco minutos para saber que era ésta».

La decisión de la pareja requería, sin embargo, que alguno de los dos obtuviera el título de cazador, ya que la legislación local no permite organizar expediciones sin la presencia de, al menos, un profesional. Elena decidió presentarse a los exámenes en febrero de 2001. El problema es que el estamento de la caza en Sudáfrica no está acostumbrado a la presencia de mujeres.

«El primer día comenzaron la clase leyendo la Biblia en afrikaner.Les dije que si seguían hablando en afrikaner yo les respondería en español.Al final cedieron, y la mitad de las clases se daban en afrikaner y la mitad en inglés.

«El responsable del Icona local», prosigue Elena, «me dijo que nunca conseguiría aprobar. Las pruebas son difíciles. Hay que identificar a más de 3.000 pájaros
, reconocer un centenar de plantas y árboles, pelar animales, disparar, identificar huellas...Además siempre me buscaban las pulgas.
Por ejemplo, en la prueba de tiro, me descajonaron la mira del rifle. ¡Sólo a mí de los 10 alumnos que había! En la que simulas un ataque de un bicho,me hicieron repetir tres veces los disparos porque se creían que acertaba de chiripa».

Los aspirantes debían obtener un 75% en el examen práctico y un 80% en el teórico. Elena obtuvo finalmente un 82% y un 87%, respectivamente: la primera de su promoción. «En el último test, un profesor me dijo que cambiara una pregunta, que me había equivocado.Me negué.

Ahora la finca Berta se ha convertido en una pequeña empresa donde trabajan casi 30 personas y donde se pueden hospedar hasta 20 cazadores profesionales.
Los habitáculos están plagados de fotografías de Elena y su marido acompañados de las distintas piezas que se han cobrado: elefantes, leopardos, búfalos,
kudus...Elena organiza asimismo safaris de caza mayor en otras regiones del país «pero, siempre respetando la ética de este deporte», insiste en recordar.

(extraido de El mundo)