martes, 2 de septiembre de 2008

EL SOLDADO QUE SALTÓ EL MURO


«Todavía estoy orgulloso de lo que hice»

«No tenía otra posibilidad, aunque es verdad que corrí un gran peligro y rompí todos los puentes con mi pasado. Perdí a mi familia, a mis amigos, el trabajo, todo»

«*Hice bien. En aquel momento no lo sabía, pero después de la reunificación descubrí que aquellas cartas las escribían al dictado de la Stasi».

*(En referencia a las cartas de sus padres, rogandole que volviese)



Conrad Schumann


El Museo del Muro de Berlín volvió a rendir homenaje hoy, diez años después de su muerte, a Conrad Schumann, el soldado de la RDA cuya fotografía saltando el incipiente Muro de la capital berlinesa se convertió en uno de los símbolos de la división de Alemania.

“Salto a la libertad” es la obra del artista alemán Henning Krautmacher, que recrea la famosa instantánea del joven Schumman, quien el 15 de agosto de 1961, dos días después de que una alambrada de espinas dividiera la ciudad, decidió pasar al otro lado del telón de acero.Se trata de una instalación en tres dimensiones que reinterpreta la famosa instantánea del fotógrafo alemán occidental Klaus Lehnartz, quien inmortalizó a Schumann soltando su fusil y saltando la alambrada en dirección al Oeste.

La obra está compuesta por un lienzo del que sobresale, a modo de bajorrelieve, la silueta del soldado, que “salta” por encima de una malla de espinas entre dos maderas.

Sobre la cabeza del oficial hay pintadas en oro tres palabras en inglés: “go, gun, gone”, que, a decir de Krautmacher, simbolizan “la huida del soldado que abandona su arma en el camino”, y la idea de que “todo lo que deja se convierte en pasado”.

Simulando la bandera alemana, los tonos oro, rojo y negro predominan en el lienzo, en cuya parte inferior se puede leer “Deep Depression Reality” (Realidad de profunda depresión), en un juego con las siglas de la República Democrática Alemana o DDR, en alemán.

La imagen de Schumann, reproducida mil y una vez, sirvió de símbolo a Occidente contra el Muro de Berlín y en defensa de la libertad.

Durante la presentación de la obra, el ministro de Defensa alemán, Franz Josef Jung, manifestó que las fotografías sobre el Berlín de aquellos años contribuyeron a “escribir la Historia” y afirmó que la instantánea de Schumann constituye uno de los “grandes iconos del siglo XX”.Jung se refirió al “coraje” de las cerca de “tres millones de personas” que huyeron a Occidente y afirmó que el levantamiento del Muro, en pie entre 1961 y 1989, fue una perversa consecuencia del régimen comunista.

En este punto, el ministro de Defensa alemán, declaró que el Museo del Muro -uno de los más visitados de la capital y emplazado junto al Checkpoint Charlie o antiguo paso fronterizo entre el este y el oeste-, contribuye a “mantener despierto el recuerdo” de los años de la Guerra Fría.


Schumann se quitó la vida el 20 de junio de 1998 en un bosque no lejos de su casa de Kipfenberg, el pueblo de Baviera donde vivía desde hacía muchos años con su mujer. Parece que fue una crisis interior, según fuentes no confirmadas de la policía, la que le llevó al suicidio. «Razones privadas», dijeron los agentes. Según ellos, Schumann, de 56 años, no dejó carta alguna de adiós.


LOS QUE SIGUIERON SUS PASOS

LAS FUGAS.- El 13 de agosto de 1961 comenzó la construcción del 'muro de protección antifascista', para detener la hemorragia humana que sufría la RDA. Sin embargo, la barrera sólo demostró que la voluntad humana es capaz de salvar cualquier obstáculo, por sofisticado que éste sea


A Günther Liftin, de 24 años, le correspondió el dudoso honor de inaugurar la lista de muertos por los vopos. El joven fue abatido a tiros el 24 de agosto de 1961, cuando trataba de cruzar a nado el río Spree. Casi un año más tarde, el mundo asistió horrorizado a las imágenes de la lenta agonía de Peter Fechter. El joven de 18 años fue alcanzado por los disparos de la policía cuando trataba de escalar el Muro, el 17 de agosto de 1962. «Helft mir doch!» (¡Ayudadme!), gritaba el muchacho, mientras se desangraba en tierra de nadie. Desde el Oeste le lanzaron paquetes de apósitos, pero Peter estaba ya demasiado débil como para servirse de ellos.

Un soldado estadounidense saltó el Muro e izó el cuerpo, ya casi exánime, del joven por encima de la barrera. Valentía inútil, Fechter moría poco después.

«La tortuosa muerte de Peter Fechter puso ante los ojos de todo el mundo la monstruosidad del Muro con cruel claridad», señalan Hagen Koch y Thomas Flemming, en su libro Die Berliner Mauer (El muro de Berlín), una de las investigaciones más equilibradas e interesantes sobre la división de Berlín. Flemming es del Oeste y Koch, del Este.

En febrero de 1962, Rudi Thurow, uno de los vigilantes de la barrera que ayudó a erigir Koch, decidió trocar su puesto de vigilancia por un futuro en el Oeste. Al ser descubierto, el militar blandió su fusil de asalto y logró cruzar, junto con sus tres compañeros de escapada. Durante años, fue activamente buscado por la Stasi, lo que no impidió que siguiera ayudando a compatriotas a cruzar al Oeste.

Mártires de la escapada hay muchos. Entre ellos Klaus Brüske, conductor de una furgoneta, que, a pesar de haber sido alcanzado por los disparos de los vopos, se mantuvo al volante y llevó a sus compañeros de fuga hasta el otro lado del Muro. Sólo en el primer año, 14 vehículos pesados cruzaron la frontera con fugitivos a bordo.

En otra ocasión, los soldados occidentales evitaron la muerte de un niño de 15 años que cruzaba el Spree al matar al policía que lo encañonaba. El militar fue enterrado con honores de héroe de guerra. En 28 años murieron 15 vopos en acciones similares.

LA HISTORIA de las fugas que terminaron con éxito habla del ingenio y la camaradería de miles de personas que buscaban un destino diferente al que les habían marcado las fronteras. Los inventos más sorprendentes sirvieron para burlar la atención de los soldados orientales: desde un minisubmarino que llevó a su creador a Dinamarca a través del mar Báltico, hasta el torno de mano con el que una pareja y su hijo se deslizaron por un cable tendido sobre el Muro, pasando por el globo aerostático en el que viajaron hacia Occidente dos familias, en 1979.

Las huidas más costosas y masivas tuvieron lugar bajo tierra. Entre sus protagonistas hubo enamorados, temerosos de la larga mano del partido, e incluso amantes de la aventura. Por ejemplo, Hasso, Ulli, Gigi y Mommo, cuatro estudiantes de Berlín Oeste que planearon una espectacular fuga que condujo a Occidente a 29 personas, entre ellas dos niños de corta edad.

A pesar de que se jugaban la vida, los alemanes del este siguieron intentando traspasar la barrera. Chris Geoffrey, la última víctima, murió abatido a tiros apenas nueve meses antes de la caída del Muro.