lunes, 7 de septiembre de 2009

Las cuatro cabezas en el escudo de Aragón.


Las cuatro cabezas en el escudo de Aragón.



Con ocasión del Congreso Internacional en Zaragoza, al cumplirse 450 años de la muerte de Miguel Servet, y celebrado en el Museo Provincial, tuvimos ocasión de ver en el claustro principal los murales, frescos o doseles colgados en las paredes con diversos escudos de Aragón. Procedentes de monumentos, palacios o castillos. Allí estaba el Escudo de Aragón, con el panel o "cuarta": la Cruz de San Jorge y las cuatro cabezas de moros. En unos restos aparecían las cabezas con turbantes y en otros con coronas. Por cierto, que algún avispado había arrancado dos cabezas y quedaban las otras dos (no sé si por anticiparse al chiste de nuestro paisano Mingote: poner en el escudo dos cabezas de moros y otras dos de cristianos como solución salomónica)
Parece que fue a instancia de algún representante islámico. Y que de momento encontró eco, tanto como para dudar plantearlo en el nuevo Estatuto de Aragón. Se ha opinado mucho. Las instituciones heráldicas han dado alguna indicación técnica. Jurídicamente es evidente que el tema tendría que revisarse en la elaboración de ese nuevo Estatuto y con arreglo al procedimiento de las Cortes de Aragón. Quisiera, telegráficamente, dar una opinión más.
En primer lugar esas "cabezas cortadas" -sean con turbantes o con coronas- están en escudos de no pocas ciudades y pueblos de España, y pudieran tener parecidos "problemas". En Luchente (Valencia) y en Daroca -por no citar otros supuestos de España- habría que revisarse una parte de la iconografía que refleja batallas o "milagros". Ya que la historia del invasor musulmán y nuestra Reconquista no se limitan a un reino. En Galicia hubo un monumento en que se pensó retirar a la Sacristía el "Santiago Matamoros" (cosa que ya se ha desechado). En cambio la nieta de Granel, nos decía que su abuelo exiliado, que en las Repúblicas de Guatemala y Santo Domingo, como en Santiago de Chile, había figuras de Santiago "Curasanos", porque es el diseño, la imagen que, en aquellos pueblos "descubiertos", había quedado como popular devoción.
En segundo lugar, sin profundizar mucho, indudablemente, todo esto pertenece a un síndrome que se ha acelerado por nuestra parte, dadas las circunstancias socio-políticas derivadas del 11-M, que ha trascendido a muchos niveles de la vida española. Mientras los franceses siguen aplicando la prohibición del velo en las escuelas, desafiando a los dos o tres millones de árabes que allí residen, nosotros vamos a subvencionar sus escuelas -a lo que constitucionalmente tienen derecho- aunque los niños son llevados a continuación a las mezquitas y a sus casas, en donde se siguen enseñando el Corán y la reconquista del Ándalus-España como tierra propia, o se adjudican terrenos municipales para mezquitas.




En tercer lugar, indico que, hace unos días, asistíamos al final de un Seminario-Encuentro de juristas, teólogos, antropólogos, economistas, sobre el divorcio y el matrimonio. El anterior director de Asuntos Eclesiásticos, catedrático De Las Heras, lo clausuró. Había permanecido en silencio las ocho horas del encuentro, pero levantó el ángulo de tiro y nos hizo unas indicaciones que procedían de su experiencia en el trato con las diversas religiones, y especialmente la de los imanes. Advirtió en ellos una belicosidad "religiosa" que emana no sólo de un fundamentalismo o integrismo. Pero también resaltaba la contradicción de nuestra caída -en el mundo occidental- en un laicismos, deserción de principios y valores cristianos que ha producido un vaciamiento moral y en las costumbres.
Ellos quieren llenarlo con su visión de la sociedad desde el ángulo de la divinidad. Occidentalmente es cultura de "vida", con divorcios, abortos, homosexualidad, clonación, eutanasia, perversión familiar. Ellos, sin ninguna de esas realidades. A lo sumo, el repudio o la poligamia. Al fenómeno de esa presión para ocupar el vaciamiento moral, el musulmán cultiva una cultura de la muerte, tras la cual está Alá, que le sirve de inmolación, incluso puede servir el terrorismo como una mera forma de guerra. A ella se une toda la problemática de la inmigración, mal planteada hace tiempo. Los datos de natalidad y un incremento que en un par de años nos puede llevar a dos millones de musulmanes residentes -más los que vienen de Europa-, ya que la tierra de España, "su" Al-Ándalus, se les pega mejor que cualquier otra emigración europea.