lunes, 28 de enero de 2013

Uno de Nosotros

De uno de nosotros no hay que pedir normalmente ni promesas ni juramentos: nuestra palabra debe bastar. Quien da una palabra empeña su honor, y el de todos nosotros, y de su cumplimiento se deriva el valor que damos realmente a lo que decimos ser.

Para que un militante incumpla su palabra -es decir, no haga lo que se ha comprometido a hacer- han de darse razones realmente insalvables, distintas de su comodidad, de su conveniencia o de la aceptación social de su militancia, por ejemplo.

El silencio es mejor que la palabra. Quien hace y calla actúa mejor que quien hace y pregona su quehacer. Uno de los nuestros "es" de determinada manera, o trata de modelar su vida de determinada manera. En su tarea se expresa, mejor que con palabras, qué es y qué piensa.

Para percibir si un grupo de militantes, una escuadra o un cuib, funciona, basta ver una cosa: si cada uno de sus miembros tiene confianza absoluta en la palabra de los demás, y particularmente de su jefe. Esta confianza, forjada en largos períodos de trabajo, de cumplimiento, de mutua entrega, de esfuerzos, riesgos y sinsabores compartidos, es el mejor patrimonio que un grupo puede tener como tal, y es la mejor aportación que un militante puede hacer a su grupo. Lo contrario conduce al abismo pues, aunque parezca exagerar, como tantas veces hemos oído (y tan pocas veces escuchado) "uno empieza viviendo como no piensa y termina pensando como vive".

Lo único que cuenta es que hoy nos encontramos en medio de un mundo en ruinas. Y la pregunta que debe plantearse es la siguiente: ¿existen aún Hombres en pie en medio de estas ruinas? ¿Y qué deben o pueden hacer aún?

La medida de lo que aún puede ser salvado depende ... de la existencia o no de Hombres que vivan no para predicar fórmulas, sino para ser ejemplos; no para ir al encuentro de la demagogia y del materialismo de las masas, sino para despertar diferentes formas de sensibilidad y de interés. A partir de lo que, pese a todo, sobrevive aún entre las ruinas, reconstruir lentamente un Hombre nuevo, animarlo gracias a un determinado espíritu y una adecuada visión de la vida, fortificarlo mediante la adhesión férrea a ciertos principios. Este es el verdadero problema.

Una reflexión final: haced piña. Convivid. Dad vuestro tiempo y vuestra fe a vuestra comunidad, y más en los tiempos duros que vendrán. Haced fuerte, próspera, jerárquica y ejemplar vuestra comunidad militante. No sabemos cuándo, pero en los tiempos del caos que se avecinan se presentarán oportunidades que hoy ni soñamos y que no nos deben coger ni desprevenidos ni divididos. Por pocos que seamos -poco importa-, sigamos entregados a esta pasión, una pasión por lo bueno, lo bello, lo justo y lo verdadero que antes o después inflamará el mundo si antes ha inflamado nuestras vidas.

Si no lo ha hecho, si queremos pasar directamente de la convicción racional (superficial) a la acción sin pasar por la fe viva y vivida (profunda), no tendremos absolutamente nada que aportar al mundo moderno.

Roldanus 2003