Pedro Bonifacio Palacios nació en San Justo, provincia de Buenos Aires
(Argentina) el 13 de mayo de 1854. De familia muy humilde, amante de la pintura.
Escribió con el pseudónimo de Almafuerte. Se dedicó a la enseñanza en la
provincia de Buenos Aires, a pesar de no tener título habilitante (lo que le
costó a la larga su puesto), durante el gobierno de Sarmiento y por sus poemas
contragobernantes fue destituido de su trabajo. A pesar de estos inconvenientes
gozaba de gran reputación gracias a sus textos publicados en los diarios.
Trabajó para el diario el "Pueblo". También fue bibliotecario y Traductor de la
Dirección General de Estadísiticas de la misma Provincia. No quizo aceptar
ningún empleo público, ya que el mismo criticaba duramente a quienes vivían a
expensas de los impuestos de la gente. Muy venerado por la juventud, recibió del
Congreso Nacional una pensión vitalicia, por su trabajo. Pero no llegó a
cobrarla, ya que el fin de su vida lo alcanzó antes. Falleció el 28 de Febrero
de 1917 en la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires. Sus composiciones,
que reciben el nombre de milongas, son de un tono predicativo. Evangélicas
(1915) fue la obra más representativa de su estilo. Obras principales:
Lamentaciones (1906), Poesías (1917), Nuevas Poesías (1918), Milongas clásicas,
Sonetos medicinales y Dios te salve. Discursos (1919), Todas publicas luego de
su muerte en el año 1917 en Buenos Aires.
Si te postran diez veces, te levantas
No te des por vencido, ni aun vencido,
¡Avanti!
Si te postran diez veces, te levantas
otras diez, otras cien, otras quinientas:
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.
Con el hambre genial con que las plantas
asimilan el humus avarientas,
deglutiendo el rencor de las afrentasse formaron los santos y
las santas.
Obsesión casi asnal, para ser fuerte,
nada más necesita la criatura,
y en cualquier infeliz se me figura
que se mellan los garfios de la suerte...
¡Todos los incurables tienen cura
cinco segundos antes de su muerte!
¡Piu Avanti!
No te des por vencido, ni aun vencido,
no te sientas esclavo, ni aun esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y arremete feroz, ya mal herido.
Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.
Procede como Dios que nunca llora;
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua y no la implora...
Que muerda y vocifere vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!