Ni medias tintas, ni actos encogidos. Hora es de quemar las naves, como hiciera Hernán Cortés en arriesgado e hispánico gesto. Nada se consiguió sin sacrificios y sin decisiones arriesgadas. Hora es de volver a cruzar el Rubicón, la delgada línea que separa la apatía de la acción; sin tal acto de rebeldía Cesar nunca hubiera asentando los cimientos para que el Imperio Romano fuera edificado. Guerra al oxido y al sofá. ¿Cómoda tiranía o peligrosa libertad?
Son tiempos para cosechar los frutos de nuestros actos, de nuestras inquietudes y no de nuestros miedos. Cuanto peor se pongan las cosas, mayor ha de ser nuestro esfuerzo para mostrar nuestra valía. Son días de cavar duro sobre la tierra que heredamos de nuestros mayores, para que no se vuelva yerma, para que vuelva a verdear.
Apartemos esos rastrojos que llenan el camino y abramos las veredas ocultas para llegar firmes allá donde se encuentre la verdad y la justicia. Nuestra honra como pueblo va en ello. No hay marcha atrás.
¡Fidelidad! Ese es el grito. Armado carácter y solida moral la única alternativa. Empeño, alegría, fe…los baluartes de una juventud reñida con el materialismo individualista. La aventura por la victoria.
¡Quemad las naves! ¡Cruzad el Rubicón! Dejad atrás esas sombras que proyectan las estatuas de sal a la luz de los carteles publicitarios, de las drogas, de los fuegos de artificio de la vida moderna.
¡Quemad las naves! ¡Cruzad el Rubicón! Reconciliémonos con la tradición del pueblo guerrero que siempre fuimos.
…porque nos duele verla así marchamos, marchamos hacia adelante y gritamos:
¡Arriba España!
(Editorial correspondiente al Nº3 de UNIDAD DE DESTINO).