domingo, 31 de diciembre de 2006

La fuerza del Espíritu


La esperanza siempre estuvo en manos de la juventud,pero hoy la juventud no parece ser precisamente elrelevo de nuestra Fe. El Cristianismo parece acercarsecada vez más a un abismo, y lo peor es que loscristianos no encontramos el pedal del freno. Muchasveces da la sensación de que sólo marcha a duras penas y por inercia, como si su único combustible fuese yael resquicio de nostalgia de viejas viudas y laherencia de lo que fue. Ser cristiano no está de moda,porque no aparece en la televisión, porque supone unatraba a la ciencia o simplemente porque queda raro queun joven "se crea esas cosas". Y me pregunto, qué serádel mundo en unas décadas, cuando lo poco que hoyqueda sea un vago recuerdo, cuando el significado de la Fe haya que buscarlo en un diccionario, entoncesqué será de él...


Sin embargo, no todo está perdido. Las crisis sólo sesuperan con revoluciones, y una crisis espiritual deestas magnitudes requiere una revolución cristiana aúnmayor. Propongo que lo intentemos, que cada uno denosotros se sienta partícipe de una Misión, que seamosuna puerta abierta para aquellos jóvenes que dudan,que necesitan creer en algo, que sospechan que hayalgo más de lo que les hacen creer aquellos quesecuestrarán su mente si no lo evitamos. Y empecemospor los que más cerca tenemos, por nuestras familias,por nuestros amigos y compañeros; no seamos permisivoscon ellos, no debemos serlo, porque el enemigo esperapaciente su oportunidad para hacerles caer, y con unaoportunidad le basta. Mostrémosle el camino a aquellosque desean conocerlo, que se conviertan en almas deacero, inquebrantables.