cabalgan con gran prisa.
La cara del caballo
tornó a Santa María;
alzó su mano diestra,
la cara se santigua:
¡Loado seas, Dios,
que cielo y tierra guías!
¡Válganme tus virtudes,
gloriosa santa María!
Tengo airado a mi rey,
me marcho de Castilla;
no sé si entraré aquí
más en todos mis días.
¡Vuestra virtud me valga,
Gloriosa, en mi partida,
y me ayude y me socorra
de noche y de día!
Si Vos así lo hiciereis
y la ventura me fuese cumplida,
haría a vuestro altar
mandas buenas y ricas;
y con Vos quedo en deuda
de hacer cantar mil misas.»
(Anónimo: Poema de Mío Cid, Cantar I, 12)