El cultivo de esta especia fue introducido por los árabes alrededor del siglo IX, entonces era monopolio exclusivo de la alta burguesía andalusí, bajo el dominio de la cual se encontraba la mayor parte de la península Ibérica y dentro de esta la región manchega.
El primer documento escrito que hace referencia al cultivo del azafrán en La Mancha aparece en 1720. Este documento se encuentra recogido en la obra de J.A. López de la Osa: "Cultivo del azafrán en la Solana", manual divulgativo sobre la producción del azafrán de 1897 .
La importancia del azafrán dentro de la tradición agrícola de la región se ve ratificada por la existencia además de otras obras de carácter pedagógico, entre las que destaca la de L. Jiménez Martín "El azafranero práctico". En varias de las obras que datan de los siglos XIX y XX, aparece citado el azafrán de la Mancha como el de mejor calidad de España, y está abundantemente documentado el cultivo inmemorial de esta especia en muchos municipios de esta zona.
La tradición del cultivo del azafrán en La Mancha está también presente en manifestaciones del folclore típico de la región, existiendo una jota manchega dedicada a este producto, en canciones o refranes y es el tema de ambientación de la zarzuela que lleva por título: "La rosa del azafrán" (libreto de F.Romero y G. Fernandez Show; música de J. Guerrero; estrenada en Madrid en 1930).
Por último, como muestra conjunta del carácter tradicional y la importancia económica de este cultivo cabe citar la costumbre, que aún pervive en algunos pueblos manchegos, de regalar unas briznas de azafrán a la parejas de novios, como símbolo de los deseos de prosperidad.
Desde el punto de vista físico y organolépticio el azafrán que se cosecha en esta zona se distingue fácilmente porque sus estigmas rojos sobresalen claramente y por tener muy poca longitud de estilo y por no ser astringente.
El proceso de producción, único y original que consiste en el desecado mediante tostado a fuego lento en lugar de desecado al sol, parece ser el responsable de que el producto obtenido en la Zona tenga una presencia mucho mejor, además de un mayor contenido en safranal y poder colorante.
Una tradición centenaria en el cultivo de esta especia hace las personas que realizan los procesos de recolección y monda se encuentren muy cualificados en la realización de estas tareas, consiguiéndose la máxima calidad en la producción final obtenida.
Por todo esto el azafrán no puede ser considerado como un producto agrícola más sino que forma parte del patrimonio histórico y cultural de la región que ha de ser protegido y conservado.