El rol de la épica
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en el semanario Brecha de Uruguay)
La tradición también registra otras palabras, estas pronunciadas por el yerno de Lazar, Vuk Brankovic. Viendo la superioridad de las fuerzas del Sultán, le habría dicho: “podemos pelear, pero no podremos vencer”. A partir de ese momento comienza a tejerse el destino trágico del príncipe Lazar, que le llevaría a ser considerado santo por la iglesia cristiana ortodoxa. En esa reinterpretación de los hechos está el rol central de la serie de poesías épicas conocida como La Saga de Kosovo.
El paralelismo con el sacrificio de Jesús es intencionado y permanente. De acuerdo con la llamada Crónica del Monje Pahomije, la noche antes del combate Lazar tuvo su Ultima Cena. Le dijo a sus generales: “tres de ustedes están pensando en desertar de mis filas y pasar al bando de los turcos”. Miró a los sospechosos y les obsequió un copón de oro en prueba de amistad y les pidió que no lo traicionaran. Esa noche, Lazar fue a dormir convencido de que sería abandonado en lo peor del combate, y de que sólo podía confiar en su yerno, Brankovic, por lo que le encomendó las tropas de reserva para que fuera a cubrir el lugar que el supuesto traidor dejaría indefenso. En el momento decisivo la reserva debía entrar en combate. Pero no lo hizo. Vuk Brankovic mantuvo a sus doce mil hombres al margen de la batalla. Aunque Lazar se sintió perdido, en lugar de retroceder reunió en torno de sí a lo que quedaba de sus tropas y lideró un nuevo ataque, que también fracasó. Lazar fue tomado prisionero y la batalla estuvo perdida para los serbios. El noble que en un principio Lazar había pensado que lo traicionaría, en verdad se comportó con lealtad; se hizo conducir a la tienda del Sultán con la excusa de besar sus pies en señal de rendición, y lo apuñaló hasta matarlo. Y aquél en quien Lazar más confiaba, su yerno Brankovic, fue el que lo traicionó en el momento crucial de la batalla.
El destino trágico de Lazar continúa cuando, en cautiverio, es condenado a muerte por los otomanos en venganza por la muerte del Sultán. Uno de sus nobles, Krajimir de Toplica, pidió que le permitieran colocar su túnica debajo del lugar en el que sería decapitado el príncipe, para que su cabeza no cayera a la tierra. Antes de morir, cuenta la leyenda que Lazar pronunció sólo cinco palabras: “Dios mío, recibe mi alma”. Así Lazar tuvo su última cena, su traidor, sus leales, su pasión, sus últimas palabras, y su muerte. Su martirio, prefiere decir la tradición serbia.: “Las palabras de Cristo acerca del camino de sufrimiento que conduce al Reino de los Cielos, tiene su culminación en el martirio de Knez Lazar en Kosovo”.
El poema épico que reproducimos en recuadro aparte, responde a la interpretación que la tradición cristiana ortodoxa hace del “destino histórico de Serbia”. O para decirlo en palabras del Obispo ortodoxo Atanasije Jevtic, “la opción espiritual del pueblo serbio a favor del Paraíso aun por encima de la vida en la tierra se manifestó de la manera más completa y evidente en la opción trascendental hecha en la batalla de 1389. Esa opción implicó luchar a pesar de saberse derrotados de antemano por la más elemental lógica militar y fundó lo que el Obispo Jevtic ha llamado “la ética de Kosovo”. Esta visión está presente en la saga de poemas épicos sobre Kosovo, como en el poema llamado “La caída del Reino Serbio”, en el cual de acuerdo con la interpretación del citado religioso, “la derrota física de Kosovo fue transformada en una victoria espiritual, una filosofía cristiana del sacrificio trágico convertida en la base moral de la mentalidad de un pueblo”. Por eso el nacionalismo serbio da tanta importancia a esa derrota como elemento fundacional de su identidad.