miércoles, 9 de diciembre de 2009

SOBRE LA BATALLA DEL CAMPO DE LOS MIRLOS (KOSOVO)




...y de Jerusalén, del lugar sagrado,
voló un gran pájaro gris, un halcón,
que en su pico llevaba una golondrina.
¡Pero espera! No es un halcón.
Es un santo. El sagrado San Elías:
y no lleva consigo una golondrina
sino una carta de la madre de Dios.
Lleva la carta ante el Zar en Kosovo
y la coloca en sus rodillas
que se estremecen.

Y es la propia carta la que le habla al Zar:
“Lazar! Lazar! Zar de noble familia,
¿Qué reino es aquél que más deseas?
¿Elegirás hoy una corona celestial?
¿O será terrenal aquella que elijas?
Si elijes la de este mundo,
entonces firmes sillas de montar
tendrán tus caballeros,
haz que desenvainen sus espadas
y que desciendan a la llanura atacando contra
los turcos: tu enemigo será destruido.
Pero si elijes el reino de los cielos
construye una iglesia
-no de piedra, sino de seda y terciopelo-
reúne a tus fuerzas y tomen el pan y el vino,
porque todos deberán perecer, perecer completamete,
y tú, Oh Zar, tú deberás perecer con ellos”.

Y cuando el Zar hubo escuchado estas sagradas
palabras
meditó, pensó en cada una de ellas:
“Oh, Dios adorado, ¿qué debo hacer? ¿y cómo?
¿Debo elegir lo terrenal? ¿Debo elegir
los cielos? Y si elijo el reino,
si elijo el reino de esta tierra ahora,
los reinos terrenales son cosas pasajeras,
y los reinos celestiales,
furiosos en la oscuridad,
duran
eternamente”

Y Lazar eligió el paraíso, no la tierra,
y levantó una iglesia a la medida de Kosovo
-no de piedra, sino de seda y terciopelo-
y convocó al Patriarca de Serbia,
convocó a los doce más altos obispos,
y reunió a sus fuerzas, las trajo consigo
para tomar el pan y el vino.
Y tan pronto como Lazar dio sus órdenes,
ellos cruzaron la planicie de Kosovo,
precipitándose sobre los turcos.


(Traducido por Roberto López Belloso, en base a la versión inglesa de John Mathías y Vladeta Vukovic)

John Mathías, co-traductor junto a Vladeta Vuckovic de la más reciente de las versiones inglesas de esos textos, asegura que los poetas anónimos balcánicos estaban influidos por los romances españoles sobre la lucha entre la Cristiandad y el Islam. Otro estudioso del tema, Svetozar Koljevic, refuta cualquier influencia externa y asegura que se trataba de canciones épicas escritas por campesinos y pastores que luego fueron adaptadas por las cortes en el exilio a la métrica con la que se conocen actualmente. Todos coinciden, sin embargo, en dos aspectos: la versión más autorizada que puede leerse hoy en día es la del polémico musicólogo y lingüista serbio Vuk Stefanovic Karadzic, considerado el ideólogo de la lengua serbocroata y, por lo tanto, visto por los croatas como el negador de la especificidad de su idioma nacional en favor del expansionismo cultural serbio; y un elemento indisoluble de estos cantares es el acompañamiento con la gusla.



Se trata de un instrumento de una única cuerda, de sonido monótono y lastimero, símbolo de supervivencia cultural para los serbios. De la gusla habla Ivo Andric en su libro Un puente sobre el Drina, a la gusla le cabe un papel simbólico en Tres cantos fúnebres por Kosovo de Ismail Kadaré y, para no desmentir la idea de Matvejevic sobre la utilización del mito en beneficio de los nacionalismos radicales.