viernes, 29 de junio de 2012

Resistencia Local



Vivimos en una sociedad que se vanagloria de las “ventajas” del libre comercio en detrimento de nuestros productores locales. La agricultura, la pesca, la ganadería, la minería o la artesanía autóctona; son algunos de los sectores que se ven seriamente amenazados a causa de la deslocalización económica que impone el moderno patrón mundialista. Para hacer frente a todo esto, de un modo domestico y yendo en sentido totalmente contrario a los reclamos de la globalización, creemos que el primer punto de partida debería ser acortar la distancia entre el productor y el consumidor.

Tristemente, nuestra ansia consumista nos hace caer fácilmente en el reclamo del “bajo precio”, sin que tengamos en cuenta las terribles consecuencias que a la larga tienen estas actitudes para la sanidad económica y la soberanía de nuestros países. El consumidor de productos de “bajo precio” (la gran mayoría procedentes del extranjero) no parece darse cuenta de que él mismo está a punto de crear las condiciones perfectas para su futuro desempleo.

No se trata de comprar al precio más barato de cualquier modo y al mejor postor, se trata de ser consecuentes con lo nuestro. Comprar menos pero mejor. Para esto sería necesario un alejamiento de las grandes superficies y prescindir de la alimentación basura; volver a poner la vista en nuestras huertas y en las pequeñas granjas familiares. Nuestro mejor certificado de calidad.

Esto suena a autarquía, y no encaja con la doctrina moderna, pero si lo analizamos bien, tiene mucho sentido: sería beneficioso comenzar a trabajar en el concepto de “eco-región” para poder restaurar la autonomía alimentaria y favorecer los intercambios internos. Ahora que hablamos tanto de la “deslocalización” como un fenómeno irreversible e incontestable, cuando la economía mundial pretende ser global en todos los órdenes, bien nos vendría echar el freno y comenzarnos a cuestionar sus premisas; también de revisar nuestros propios hábitos de consumo y replantearnos hacía donde vamos de la mano de esta sinrazón especuladora.

Si estamos dispuestos a consumir menos podremos comprar mejor. Y si queremos comprar mejor, lo más probable es que debamos hacerlo a los productores locales. Debemos reivindicar el sentido de pertenencia a nuestra tierra desde todos los frentes.

Es evidente que con ser “compradores reflexivos” no va a ser suficiente para curarnos de este anarco-capitalismo que esta estrangulando a las naciones, pero la relocalización de la economía depende en gran parte de nosotros mismos.

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(Para más información sobre el tema tratado os adjunto este interesantísimo articulo de ZENTROPA que ha sido traducido por la gente de AREA IDENTITARIA. Que ustedes lo lean bien y saquen sus propias conclusiones...)

-Relocalizar la economía, un imperativo vital-
La rotura efectiva con el totalitarismo de la mundialización exige el retorno a espacios limitados, autónomos, ampliamente autosuficientes, a medida del hombre, en el interior de los cuales esa comunidad homogénea y solidaria puedan realizarse en torno a su identidad carnal regenerada.

Para conseguir este “retorno al localismo”, tal como ha sido teorizado por la Nueva Derecha (1), no basta una simple utopía romántica para nutrir las conversaciones de final de una velada de jóvenes urbanos un poco ebrios, hace falta antes que nada establecer algunos puntos importantes:

-el fin de la omnipotencia urbana y la renuncia a la ideología de los barrios residenciales de periferia (que no es otra cosa que la extensión infinita de una no-ciudad en el interior de una no-campaña que contribuye poco a poco a componer un inmenso no man’s land individualista pequeño burgués) a favor de una verdadera reorganización del territorio que implica el reinvestimento de la ruralidad (2).

-La denuncia de la ideología del crecimiento perpetuo y del desperdicio organizado que necesita una producción cada vez más masiva y cada vez más deslocalizada para minimizar los costes y aumentar así el incentivo, la cual es sustituida por la valorización de la frugalidad y la elección de la simplicidad.

-La rehabilitación de la enseñanza del arte, de la técnica y de las maestrías, que debe ser preferido al culto delirante de un sector terciario divinizado y productor de este inmenso proletariado “intelectual” que se pudre en los bloques de cemento de nuestros barrios periféricos.

La tarea es pues inmensa pero solo estas tres ideas parecen capaces de permitir una evasión factible al sistema liberal y financiero globalizado, nueva esclavitud moderna que permite no una lejana aunque seductora “salida de la economía” sino una refundación de esta última sobre los principios de proximidad, de utilidad colectiva y de mesura. En una palabra es para retomar el análisis aristotélico: escaparse de la quema (voluntad de acumulación de los medios de adquisición en general, y más en particular la moneda, por si misma y no con el objeto de un fin que no sea el placer personal) para volver a una economía “natural” (los cambios necesarios para el aprovechamiento del oikos, esto es de la familia extendida al sentido de comunidad)

No se trata de negar la economía sino de ponerla en el lugar que le corresponde.

Para realizar esto, que no es otra cosa que una revolución civilizacional, un cierto número de tomas de conciencia y de cambio de comportamiento, individuales y posteriormente colectivas son necesarias, tanto modestas en su apariencia como inmensas en sus consecuencias.
En particular, cada uno de nosotros tiene que entender que todos sus actos de adquisición de bienes y servicios son actos políticos tan importantes, si no más, como el hecho de crear un manifiesto o asistir a una conferencia (por supuesto, una cosa no excluye a la otra). De esta manera el análisis sistemático de los orígenes de los productos consumidos y su “discriminación” en función de ello permitiría a largo plazo una “presión local” susceptible de hacer posible un cierto número de “relocalizaciones”.

Porqué hace falta tener en cuenta que comprar una camiseta hecha en China y estampada en Indonesia aunque esté decorada de un lema vigorosamente revolucionario europeo o de un símbolo de la Tradición no es un acto realmente identitario, sino simplemente una participación en una de las innumerables “indecisiones tribales” de la consumación mundializada. Comprar fruta y verdura, huevos y queso directamente a los agricultores locales, privilegiar sistemáticamente a los artesanos y no a los supermercados, renunciar a una futilidad tecnológica fabricada por niños-esclavos del tercer mundo son, en su lugar, verdaderos actos de resistencia identitaria. Menos visibles, quizás, pero seguramente más útiles (3).

Esta óptica es evidentemente incompatible con la búsqueda perpetua del “precio más bajo”, esta ideología de la acumulación neurótica del “descuento”, es al contrario una toma en consideración permanente de la “calidad”, de la “ética” y de la “durabilidad” y no solo del precio expuesto, generalmente inversamente proporcional al coste social e identitario. ¿Tal práctica necesita de medios financieros importantes?, este es en efecto un contra-argumento que viene a menudo formulado pero que no resiste el análisis.

Desde el momento que sabemos que el 30-35% del alimento comprado se tira sin ser consumido, queda claro que una gestión más racionada de la cantidad adquirida compensaría ampliamente el sobreprecio de los productos alimenticios locales, estacionales y de calidad (4).

De este modo, tal voluntad de “politización de lo adquirido”, para funcionar, debe ser acompañada de la aceptación de una sobriedad bien integrada. “Menos pero mejor”, siempre y otra vez.

Este “activismo del consumo”, si bien es ciertamente indispensable, no basta obviamente para provocar una profunda rotura con la lógica mundialista de la producción comercial. Para tener éxito, la acción política estatal se convierte en fundamental. Esta última podría por ejemplo, tomar forma a través de una fiscalidad progresiva según la cercanía del productor y del consumidor (“IVA local”: cuanto la producción es más cercana, el IVA es más bajo). Propuesta interesante sugerida por los Identitaires en su convenio de Orange. Podría también tomar forma a través de una rigurosa política de sanciones, a nivel europeo, en las confrontaciones con las industrias que llevan a cabo deslocalizaciones (multas, cierre de mercados a su producción, confiscación de bienes…) La posible destrucción de puestos de trabajo provocada en el interior de las industrias de gadgets y en las diversas multinacionales por un decrecimiento racionado podrían ser compensadas por una renovación de los servicios de proximidad (pequeños negocios, servicios a domicilio, enseñanza, socorro y reparaciones, cooperativas artesanas que trabajan a partir de materias primas locales, valorización del patrimonio…) y de un recurso más masivo a la mano de obra en las haciendas agrícolas desindustrializadas. En los Estados Unidos, por ejemplo, algunos agricultores productivistas, enfrentados a una proliferación de plagas resistentes a todas las basuras tóxicas en sus campos (entre las cuales el veneno violento del round-up), han sido obligados a tener que dejar de usar los pesticidas y a recurrir a la extracción manual, creando así, sin haberlo buscado, un círculo vicioso: creación de puestos de trabajo que generan salarios que a su vez permiten distribuir a nivel local fruta y verdura a un coste de producción más alto pero de calidad gustativa y sanitaria mucho mayor.

Políticamente, socialmente, ecológicamente, la relocalización de nuestra economía es una necesidad absoluta. Es tarea nuestra oponer a la uniformización del mercado global aquello que los antiguos llamaban el “genus loci” y que Heidegger denominó “Er.örterung”, o sea, ¡la asignación del lugar”.

“Lo que llamamos un lugar es lo que reúne en si mismo lo esencial de algo” precisaba el filósofo alemán.


Hoy verdaderamente ha llegado el momento de volver a ello.

(1) Revista "Eléments", numéro 100

(2) El neo-ruralismo, como su nombre dice, no es una imitación más o menos mala de un modelo del pasado sino una recreación , una nueva forma de investir el espacio rural.”El retorno a la vida de las aldeas” es de hecho uno de los aspectos de este proceso y no la única vía para recuperar la tierra. La iniciativa valerosa de algunos camaradas neo-aldeanos son ejemplos notables, que demuestran la factibilidad de las roturas radicales.

(3) Algunos sitios permiten profundizar en el tema de la "adquisición local" :http://www.lafabriquehexagonale.fr/, http://terroirsparisiens.hautetfort.com/, http://www.echoppee-locale.fr/, http://www.reseau-amap.org/

(4) Este ejemplo puede ser aplicado a muchos otros campos, por ejemplo el de los vestidos, con los armarios llenos de productos nunca usados, el de los implantes hi-fi o televisivos inútiles, apenas comprados y ya “superados” por nuevas versiones, los viajes lejanos e inútiles del turismo internacional de masas.

Extraido de . http://pintan-bastos.blogspot.com.es/?zx=e050903771e3fa2f