domingo, 12 de febrero de 2012

Matias Montero



Matías Montero y Rodríguez de Trujillo nació en Madrid en 1913. Comenzó la carrera de Medicina en la Universidad Central de Madrid. Como muchos estudiantes de aquella época se afilió en un primer momento a la FUE (Federación Universitaria Escolar) madrileña.


Cuando en 1931 aparece el semanario “La conquista del Estado” fundado por Ramiro Ledesma Ramos, Matías escribe una carta de adhesión al periódico, casualmente un 9 de febrero, o sea, justo tres años antes de su muerte. En dicha misiva se podía leer lo siguiente:

“Sinceramente convencido de que su ideario viene para abrir un camino salvador en la actual confusión político social, envío desde luego mi adhesión y le ruego me envíe folletos que expliquen detalladamente lo que va a ser el partido. Yo soy estudiante de Medicina y tengo 17 años, pero me falta muy poco tiempo para cumplir dieciocho años”.

Al poco tiempo se convierte en miembro de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS) y a finales de 1933, cuando ya tiene 20 años de vida, es uno de los primeros afiliados de Falange Española, destacándose como uno de los militantes más entusiastas de la causa falangista, lo que le lleva a escribir en la sección “Falanges Universitarias” del semanario “FE”.

Al abrigo de Falange Española surge en noviembre de 1933 una nueva organización estudiantil: el Sindicato Español Universitario (SEU), que encabezan varios jóvenes falangistas, como Manuel Valdés Larrañaga, Alejandro Allanegui, David Jato, Alejandro Salazar, a los que se suma Matías Montero. En la redacción de los primeros estatutos del Sindicato Español Universitario, les ayuda Julio Ruiz de Alda. Estos estatutos son injustamente rechazados por el Ministerio de la Gobernación el 10 de noviembre de 1933.

En la Universidad, los falangistas no están solos, ya que frente a ellos se encontraba la poderosa Federación Universitaria Escolar (FUE), que iba perdiendo la relevancia que tuvo en otros tiempos, ya que había dominado a la mayor parte del estudiantado, para convertirse en un reducto de las izquierdas, que pretendían imponerse al resto de los estudiantes. Para la FUE, el SEU representó un importante obstáculo.

Matías se dedicó al reclutamiento de nuevos militantes y también participó en la venta cotidiana del semanario “FE” por las calles madrileñas, actuando en ocasiones en tareas de protección a los voceadores.