Una sentencia del siglo XVI,ratificada y confirmada por el Concilio Tridentino, prohibía celebrar la Santa Misa a bordo de los buques, ante el riesgo de que volcase el cáliz con los movimientos del barco. Por ello, el rey católico Felipe II publicó el diez de febrero de 1582 una real cedula ordenando que antes de partir las nuevas armadas confesasen y comulgasen todos, prohibiendo el embarque del que no lo hiciese.En las navegaciones largas se rezaba el Rosario, se escuchaban pláticas y sermones y se recibía la absolución de los pecados, hasta que por fin entre los años 1610 y 1620 se autorizaron las primeras misas a bordo, excepto en las galeras, donde no fueron nunca autorizadas.