El 6 de octubre de 1956 tuvo lugar el acto fúnebre del reentierro de László Rajk, víctima comunista más conocida del régimen de Rákosi, quien fue ejecutado en 1949. La multitud de cientos de miles de personas reunidas en el cementerio vio en dicho evento el preludio del entierro del stalinismo. El 16 de octubre, la asamblea general de los estudiantes universitarios de Szeged, aprobó una resolución en cuanto a la formación de una organización estudiantil política llamada Organización Unificada de Estudiantes Universitarios y de Institutos Superiores de Hungría (MEFESZ), independiente de la Federación Juvenil Democrática, o sea, la organización juvenil comunista única. Ello fue ya el presagio de la revolución. Se produjo una fisura en el sistema institucional político monolítico, y la erosión prosiguió de forma incontenible en los días siguientes. El estudiantado no se contentaba con la crítica del orden existente, sino que formuló reivindicaciones decididas y se encaminó en la vía de la actuación radical. Multicopiaron y difundieron sus reivindicaciones, y prepararon una demonstración.
El 22 de octubre se recibieron en Budapest noticias acerca del cambio de dirigente realizado a la cabeza del partido comunista polaco. Wladyslaw Gomulka salió victorioso de su lucha librada contra la dirección stalinista de Varsovia, representando en su partido una línea semejante a la de Imre Nagy. Jruschov viajó a Varsovia, las tropas soviéticas fueron movilizadas, pero -gracias a la toma de posición unánime de la dirección polaca (y al hecho de que Gomulka se manifestó decididamente a favor del sistema federal del Pacto de Varsovia)- finalmente pasó el peligro de la confrontación violenta. A la luz de las noticias procedentes de Polonia, los estudiantes de la Universidad Politécnica de Budapest redactaron unas reivindicaciones en 16 puntos. Entre éstas, además de las metas de la oposición partidista (convocatoria del congreso del partido, nombramiento de Imre Nagy a jefe de gobierno), también figuraban lemas democráticos y nacionales (retirada de las tropas soviéticas, elecciones libres en un sistema pluripartidista, independencia económica, restablecimiento de los símbolos y de las fiestas nacionales tradicionales). Los estudiantes, para expresar la solidaridad con el pueblo polaco y con el fin de hacer cumplir sus exigencias, hicieron un llamamiento para una manifestación pacífica el día 23 de octubre.
El 23 de octubre de 1956, la dirección del partido primero prohibió, luego permitió la celebración de la manifestación. No obstante, la demonstración comenzó a pesar del titubeo de la dirección, y al cabo de algunas horas ya no eran solamente los estudiantes los que marchaban por las calles, sino toda la población de la capital se unió a ellos en la manifestación. En vez de los lemas de la oposición partidista, la multitud comenzó a reclamar la independencia nacional, y en vez de la democracia socialista, pedía tan sólo democracia, sin adjetivo alguno. La enorme multitud que llegó de distintas direcciones a la estatua del héroe de origen polaco de la revolución y guerra de independencia de 1848-1849, el general József Bem, formó varios grupos, sumamente numerosos cada uno. Unas doscientes mil personas esperaban frente al Parlamento el discurso de Imre Nagy, otros tumbaron la estatua de Stalin en la plaza de desfiles, mientras que un tercer grupo urgía delante del edificio de la Radio la transmisión inmediata de sus reclamaciones.
Hasta el 22 de octubre, Imre Nagy estaba en el interior, y de ahí llegó a Budapest. El 23 de octubre se encontró en el apartamento de Géza Losonczy con varias personalidades destacadas de la oposición partidista: Miklós Gimes, Sándor Haraszti, Ferenc Jánosi y Miklós Vásárhelyi. En aquel momento todavía confiaban en que se podía lograr los cambios por medio de reformas.
Imre Nagy, a solicitud del Comité Político del Partido de Trabajadores de Hungría, pronunció un discurso ante la multitud reunida frente al Parlamento el 23 de octubre a las 9 de la noche, tratando de apaciguar y llamando a los manifestantes a retornar a las reformas de 1953. Sin embargo, su discurso no tuvo mucho éxito. La gente de Budapest sentía que había llegado la hora de actuar, y no se contentaba con la promesa insegura de cambios graduales dentro del partido.
Ernõ Gerõ, en las primeras horas de la noche del 23 de octubre ya se dirigió a la embajada soviética, pidiendo ayuda militar. Los representantes locales de la Unión Soviética estuvieron muy dispuestos a satisfacer la solicitud, tanto más fue así, debido a que independientemente de ello, las tropas soviéticas estacionadas en Hungría ya estaban alerta.
La situación se puso extremamente tensa, y de repente las unidades de la Autoridad de Defensa del Estado (ÁVH) -sin haber recibido órdenes de sus superiores- abrieron fuego contra los manifestantes que se preparaban a ocupar la Radio y transmitir sus reivindicaciones. La noche del 23 de octubre estalló la insurrección armada.
Imre Nagy, a solicitud del Comité Político del Partido de Trabajadores de Hungría, pronunció un discurso ante la multitud reunida frente al Parlamento el 23 de octubre a las 9 de la noche, tratando de apaciguar y llamando a los manifestantes a retornar a las reformas de 1953. Sin embargo, su discurso no tuvo mucho éxito. La gente de Budapest sentía que había llegado la hora de actuar, y no se contentaba con la promesa insegura de cambios graduales dentro del partido.
Ernõ Gerõ, en las primeras horas de la noche del 23 de octubre ya se dirigió a la embajada soviética, pidiendo ayuda militar. Los representantes locales de la Unión Soviética estuvieron muy dispuestos a satisfacer la solicitud, tanto más fue así, debido a que independientemente de ello, las tropas soviéticas estacionadas en Hungría ya estaban alerta.
La situación se puso extremamente tensa, y de repente las unidades de la Autoridad de Defensa del Estado (ÁVH) -sin haber recibido órdenes de sus superiores- abrieron fuego contra los manifestantes que se preparaban a ocupar la Radio y transmitir sus reivindicaciones. La noche del 23 de octubre estalló la insurrección armada.
En la reunión de la dirección del partido, celebrada en altas horas de la noche, decidieron aplastar por medio de las armas la "rebelión contrarrevolucionaria", y a la vez hicieron a Imre Nagy miembro de la dirección. No obstante él, figura destacada de la oposición partidista, se sintió aturdido en vistas de la posición que tomaron las masas. Esperando poder ser capaz de disolver la confrontación, aceptó la llamada de sus contrincantes dentro del partido, y el 24 de octubre asumió el cargo de primer ministro.
La dirección de Moscú también se azoró: al comienzo rehuía la intervención militar. Luego, después de haberse tomado la decisión acerca de la entrada en acción del Ejército Rojo, se intentó poner raya a la actividad del ejército soviético.
Los sublevados, en su mayoría jovenes de Budapest, no dieron marcha atrás al ver las columnas de tanques que entraban a la capital el 24 de octubre, sino que entablaron la lucha con ellos. Se formaron varios núcleos insurrectos, "unidades" espontáneas en Pest: en los distritos VIII y IX (pasaje Corvin) y en Buda: en la plaza Széna y en los distritos periféricos. En su mayoría, los sublevados armados eran jovenes adolescentes o de apenas más de veinte años de edad, entre obreros, aprendices y alumnos de la escuela secundaria, que venían de los barrios industriales más pobres de Budapest, de albergues de obreros y de residencias estudiantiles.
El dominio humillante y la disciplina ritual del régimen stalinista limitaban y molestaban sobre todo a las generaciones jovenes. En los años cincuenta, buena parte de los jovenes, al igual que grandes sectores de la sociedad, no sin razón se sentía depreciada. La lucha armada significaba una salida romántica y heróica de esta situación.
Había relativamente menos representantes de generaciones mayores y de la intelectualidad entre los sublevados. Sin embargo, los dirigentes de dichos grupos por lo general sí provenían de aquellos círculos, porque ellos al menos disponían de cierta experiencia militar y política básica. Los sublevados más intrépidos también ascendieron hasta ser líderes. Ellos se destacaban más en los ataques por sorpresa contra las tropas soviéticas y las fuerzas de la ÁVH. Entre los que más se distinguieron estuvo László Iván-Kovács y los hermanos Pongrácz en el pasaje Corvin, István Angyal y János Bárány en el "Ferencváros", distrito IX y János Szabó en la plaza Széna.
Engrosaban las líneas de los sublevados budapestinos también verdaderos "chulos" de Pest, muchos de los cuales habían entrado ya en conflicto con las leyes en años anteriores. No obstante, a lo largo de la sublevación, a ellos también los arrebató la fe ingenua y el heroismo puro de la mayoría.
Al fin y al cabo, este comportamiento caracterizaba en aquellos días a la gente de Budapest: a lo largo de las luchas, apenas ocurrieron delitos comunes, nadie sacaba las mercancías de las vitrinas de cristales rotos, incluso los comandantes de los grupos pagaban por los alimentos solicitados para los combatientes. El tesón de los sublevados resultó ser un factor decisivo: continuaron la lucha contra la mayoría de fuerzas aún en los días críticos: entre el 24 y el 28 de octubre.
La dirección de Moscú también se azoró: al comienzo rehuía la intervención militar. Luego, después de haberse tomado la decisión acerca de la entrada en acción del Ejército Rojo, se intentó poner raya a la actividad del ejército soviético.
Los sublevados, en su mayoría jovenes de Budapest, no dieron marcha atrás al ver las columnas de tanques que entraban a la capital el 24 de octubre, sino que entablaron la lucha con ellos. Se formaron varios núcleos insurrectos, "unidades" espontáneas en Pest: en los distritos VIII y IX (pasaje Corvin) y en Buda: en la plaza Széna y en los distritos periféricos. En su mayoría, los sublevados armados eran jovenes adolescentes o de apenas más de veinte años de edad, entre obreros, aprendices y alumnos de la escuela secundaria, que venían de los barrios industriales más pobres de Budapest, de albergues de obreros y de residencias estudiantiles.
El dominio humillante y la disciplina ritual del régimen stalinista limitaban y molestaban sobre todo a las generaciones jovenes. En los años cincuenta, buena parte de los jovenes, al igual que grandes sectores de la sociedad, no sin razón se sentía depreciada. La lucha armada significaba una salida romántica y heróica de esta situación.
Había relativamente menos representantes de generaciones mayores y de la intelectualidad entre los sublevados. Sin embargo, los dirigentes de dichos grupos por lo general sí provenían de aquellos círculos, porque ellos al menos disponían de cierta experiencia militar y política básica. Los sublevados más intrépidos también ascendieron hasta ser líderes. Ellos se destacaban más en los ataques por sorpresa contra las tropas soviéticas y las fuerzas de la ÁVH. Entre los que más se distinguieron estuvo László Iván-Kovács y los hermanos Pongrácz en el pasaje Corvin, István Angyal y János Bárány en el "Ferencváros", distrito IX y János Szabó en la plaza Széna.
Engrosaban las líneas de los sublevados budapestinos también verdaderos "chulos" de Pest, muchos de los cuales habían entrado ya en conflicto con las leyes en años anteriores. No obstante, a lo largo de la sublevación, a ellos también los arrebató la fe ingenua y el heroismo puro de la mayoría.
Al fin y al cabo, este comportamiento caracterizaba en aquellos días a la gente de Budapest: a lo largo de las luchas, apenas ocurrieron delitos comunes, nadie sacaba las mercancías de las vitrinas de cristales rotos, incluso los comandantes de los grupos pagaban por los alimentos solicitados para los combatientes. El tesón de los sublevados resultó ser un factor decisivo: continuaron la lucha contra la mayoría de fuerzas aún en los días críticos: entre el 24 y el 28 de octubre.
En los días posteriores al 23 de octubre -exceptuando algunas unidades de la ÁVH-, el estado-partido stalinista sucumbió. Al mismo tiempo, por medio de una autoorganización espontánea, en pocos días se estableció el sistema institucional propio de la revolución. A raíz de las manifestaciones llevadas a cabo en las ciudades del interior, en todo el país se formaron comités revolucionarios, mientras que en las fábricas eligieron consejos obreros. Comenzó una huelga política general.