A dos días vista de la Huelga General del 29 de Septiembre, esa paralización laboral convocada por los sindicatos, que según ellos no va contra nadie, ni contra el Gobierno, ni contra ZP, ni contra la Santa Compaña si se cruzara por medio de la Castellana, aún tenemos difícil la decisión de ir o no ir a la misma.
Como decía, a dos días vista de esa huelguita general o particular que en principio solo apoya, siendo generosos, el 9% de los trabajadores españoles, seguimos teniendo dudas en si acudir o no a nuestros puestos de trabajo. Habría motivos para ir a la huelga si fuera contra Zapatero, pero el presidente del desgobierno de Expaña, abrazaba ayer desde su púlpito mitinero en Aragón a sus amigos sindicalistas, prometiéndoles diálogo y concesiones, es decir, más dinero. Esta huelga a todas luces pactada, convocada antes de verano para después de la canícula estival para que se enfriasen los ánimos, como el que quiere comprar una pistola en EEUU, que solo puede recogerla dos semanas después por si tiene en esos momentos el calentón de matar a alguien, esta huelga que no va contra nadie, que no apoyan ni autónomos (los sindicatos los dejaron solos en su manifestación de hace unos meses) ni 5 millones de personas que están parados y por lo tanto no convocados a la jornada de paro,esta huelga que pretende ser impuesta a los que sí quieren ir a su trabajo cortando transporte público, utilizando piquetes salvajes y violentos, utilizando el miedo como arma contra el derecho al trabajo de los ciudadanos, esta huelga es una mierda y una pantomima. Así la podemos definir sin miedo a equivocarnos.
Yo quiero dejar en paro al rey del desempleo, a Zapatero I, pero es que la mujer del Cesar además de ser decente, debe parecerlo, y si a mí me convocan a la inmovilización dos señores que están en huelga permanente porque no han trabajado en su vida, me da la risa. Y más que risa me da lástima y hasta un poquito de asco. Este cesar, Zapatero, es polígamo, y se monta siempre que puede tríos y bacanales con un señor de CCOO que gana un pastizal y se va de vacaciones en crucero de lujo, mientras se las da de defensor de los trabajadores. Luego no duda en comprar áticos VPO ganando más dinero que un mariscal. El tercero en discordia tiene barbas, es de UGT, y se ha sabido que es asiduo a los restaurantes de lujo de Madrid y Castilla. Se codea el trabajador de marras con Casillas y Carbonero, con Bardem y Pe. Pobres entre los pobres, gente desarrapada donde las haya.
Esos son los convocantes, esos los que van a intentar paralizar Madrid a base de piquetes y de boicotear el transporte público, quien sabe si el privado.
Y es que tienen miedo a que se les caiga el chiringuito, a que los españoles, si es que queda alguno que no se haya dado cuenta, sepan que no representan a nadie, que se han callado como meretrices cuando el paro subía como la espuma, que jamás se han declarado en contra de Zapatero porque están forrados de dinero público y porque son sus mamporreros, que solo actúan ahora porque no les queda otra que representar su papel que les aúpa y les mantiene como una clase privilegiada, una casta de personas que viven como burgueses sin tener que dar un palo al agua.
Quien haya leído Rebelión en la granja, de George Orwell, tendrá siempre en la retina la imagen de los cerdos a dos patas, fumando puros y vestidos como humanos. Los cabecillas de la rebelión, los cerdos, no son otra cosa que seres ansiosos de vivir como el granjero al que derrocan, seres con ínfulas de grandeza que se autoerigen defensores de una causa, la de los animales, para conseguir sus turbios objetivos personales. Si Orwell hubiera sido español, tendría claro el nombre de dos de sus cerdos.