jueves, 16 de diciembre de 2010

Tercio Ortiz de Zarate y la Cruz de Borgoña



Tercio Ortiz de Zarate durante nuestra Cruzada. Bilbao 1937.

Será la llegada del liberalismo a España la que originará el cambio de nuestra enseña nacional. En la Constitución de Cádiz de 19 de marzo de 1812, capítulo I, “De la Nación Española”, en su artículo 2º, se dice: “La Nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona”, y en artículo 3º: “La soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo pertenece a esta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales”. Se disolvía así la identidad entre Rey y Reino, pasando ambos a tener identidad independiente y como consecuencia no podían ser representados con los mismos símbolos. Solamente los avatares de nuestra Historia, iban a retrasar la desaparición de la Cruz de Borgoña como emblema nacional. La Guerra Realista de 1821-23, que devolvería a Fernando VII a la plenitud de su soberanía y que retrasaría la toma total del poder por los liberales hasta finales de 1833, si bien la Primera Guerra Carlista, 1833-40, retrasaría su asentamiento. Una vez terminada ésta con la derrota carlista, se consumaba el divorcio entre Rey y Reino y posibilitaba el cambio de enseña.
La maniobra la facilitó el hecho de que ya en España, en aquellos años, se usase una bandera diferente, la de la Armada Real. La existencia de esta bandera tenía un origen eminentemente práctico y no pretendía sustituir a la Cruz de Borgoña como símbolo del Reino. Surgió del hecho, de que al estar regidas varias naciones por reyes de la Casa de Borbón: España, Francia, Nápoles, Toscana, Parma, Sicilia, todas usasen como color distintivo el blanco, además de que otras no borbónicas, como Inglaterra, también lo hiciesen, por lo que sus banderas tan sólo se distinguían por el escudo, lo que en alta mar, motivaba frecuentes errores a la hora de identificar a los navíos, errores que a veces traían fatales consecuencias. Para evitar este problema Carlos III convocó en 1785 un concurso de diseños para elegir el nuevo pabellón de la Armada. El ministro de Marina don Antonio Valdés propuso al Rey los doce modelos finalistas para que escogiese uno. Carlos III, eligió el modelo compuesto por tres franjas de igual tamaño, encarnada, amarilla, encarnada, modificándolo posteriormente, aumentando el ancho de la franja amarilla (la central), hasta ocupar la mitad del paño.
Los modelos definitivos, para la Armada y Marina Mercante españolas, fueron publicados en un Real Decreto, dado en Aranjuez el 28 de mayo de 1785:
“Para evitar los inconvenientes, y perjuicios, que ha hecho ver la experiencia puede ocasionar la Bandera nacional, de que usa mi Armada naval, y demás Embarcaciones españolas, equivocándose a largas distancias o con vientos calmosos con las de otras Naciones; he resuelto, que en adelante usen mis Buques de guerra la Bandera dividida a lo largo de tres listas, de las que la alta, y la baja sean encarnadas, y el ancho de cada una la cuarta parte del total, y la de en medio amarilla, colocándose en esta el Escudo de mis Reales Armas reducido a los dos cuarteles de Castilla, León con la Corona Real encima; y el Gallardete con las mismas tres listas, y el Escudo a lo largo, sobre cuadrado amarillo en la parte superior...”.
Por Real Decreto de 20 de mayo de 1786, se hizo extensivo el uso de la bandera roja y gualda a las “plazas marítimas, sus castillos y otros cualesquiera de las costas”. Por cierto, esta bandera ya fue enarbolada por los revolucionarios en 1820 para diferenciarse de los realistas. Es por tanto ahora el momento oportuno de recoger el Real Decreto de 13 de octubre de 1843:
“Siendo la bandera nacional el verdadero símbolo de la Monarquía española, ha llamado la atención del Gobierno la diferencia que existe entre aquella y las particulares de los Cuerpos del Ejército; tan notable diferencia trae su origen del que tuvo cada uno de sus mismos Cuerpos, porque formados bajo la dominación e influjo de los diversos reinos, provincias o pueblos en los que estaba antiguamente dividida España, cada cual adoptó los colores o blasones de aquel que le daba nombre. La unidad de la Monarquía española y la organización del Ejército y demás dependencias del Estado, exigen imperiosamente desaparezcan todas las diferencias...”.
Que forma de mentir y tergiversar los hechos. Hagamos un pequeño análisis de este Decreto, tan poco Real. Desde luego empieza con una falsedad, diciendo que la bandera de la Armada era la bandera nacional. Hemos visto en el Real Decreto de Carlos III, que la bandera roja y gualda sustituye en la Real Armada a la bandera nacional, la Cruz de Borgoña, por cuestiones eminentemente prácticas y sin ánimo de sustituirla como enseña del Reino. Sigue con otra mentira, la absoluta diversidad de las enseñas utilizadas por los distintos Cuerpos del Ejército, algo que sabemos ya había desaparecido, pues a lo largo de los años se habían ido homogeneizando, y si conservaban diseños diferentes y signos distintivos particulares, no lo eran más que como distintivo de identidad de cada uno de los Cuerpos, presentando todas ellas en la etapa previa a este Decreto, las Armas Reales, ya sea con los muebles de los distintos reinos que configuraban la monarquía española, con la Cruz de Borgoña o con la combinación de ambos. Y finaliza con una tergiversación, achacando las diferencias entre esas enseñas a la dominación e influjo de los diversos reinos, algo que además de ser mentira, evidencia el espíritu centralista propio del liberalismo decimonónico. La realidad era, como ya indicábamos, que habiéndose producido la separación entre Rey y Reino, con la intención de despojar al Monarca de su “soberanía” para depositarla en la “nación”, teniendo cada uno identidad, necesitaban necesariamente identificarse con símbolos propios, que evidenciasen esa separación. Pasando la Cruz de Borgoña, a figurar solo en el Escudo Real.
En cualquier caso, será a partir de esta fecha, 13 de octubre de 1843, cuando la bandera roja y gualda, se convertirá en enseña nacional, mientras que la Cruz de Borgoña, no será emblema carlista hasta el 24 de abril de 1935. Por tanto poner en manos de los carlistas la Cruz de Borgoña antes de esa fecha, es un tremendo dislate histórico, puesto que en cualquier caso de ponerla en manos de alguien antes, sería en manos de los ejércitos cristinos durante la Primera Guerra Carlista, puesto que ellos se nutrieron de las unidades regulares de nuestro Ejército y en sus enseñas figuraba. Como dislate sería poner en manos de cualquiera de los contendientes durante esa Primera Guerra, la bandera roja y gualda, excepción hecha de alguna unidad de la Armada. Durante la Segunda Guerra Carlista, será el ejército liberal el que enarbolé la bandera roja y gualda, mientras que el carlista, reducido a pequeñas unidades en esta contienda, usará normalmente emblemas de carácter religioso. Y en la tercera, serán ambos contendientes los que usarán la bandera roja y gualda, además, por parte carlista, de estandartes religiosos.
Porque, ironías de la Historia, la bandera roja y gualda que nació hija del espíritu liberal, enemigo de las tradiciones patrias, terminó por representarlas, alcanzando su máximo significado en este sentido, cuando se convirtió en el símbolo de la Monarquía frente a la que enarboló la República el 14 de abril de 1931. Tal vez por eso hoy su significado se pretende diluir con el parto de una serie de símbolos que dicen representar a entidades históricas, fruto en su mayoría, de delirios de mentes enfermas y enemigas de la verdadera España.