viernes, 7 de octubre de 2011

LEPANTO

 En 1453 la expansión musulmana había culminado con la toma de Constantinopla pero, para el disgusto de los cristianos, su avance no acabaría ahí. El Imperio Turco Otomano cuidaba mucho su flota e hizo de ella el arma perfecta para boicotear, a lo largo de todo el Mediterráneo, las rutas comerciales que unían a Europa con Oriente. En 1522 Solimán el Magnífico echó a los Caballeros de San Juan en Rodas, y en 1526 aplastó a los húngaros, dejando todo preparado para una futura invasión de Europa. Sin embargo, tras un largo asedio sobre Viena, Solimán tuvo que huir tras ser expulsado. En contraposición, aseguró todavía más su control sobre el Mediterraneo conquistando las plazas de Argel y Trípoli, y ya en 1570 los otomanos se hacen con el control de Túnez mientras Salim II toma Chipre, lo que provoca la reacción cristiana ante el riesgo de invasión.

El Papa Pío V, autor de la frase: “Me alzaré en armas contra el turco”, llevaba años intentando formar La Liga Santa, que no prosperaba por la diferencia de intereses de los participantes. Finalmente lo consiguió reuniendo a las fuerzas de los Estados Pontificios, La República de Venecia y España, reinada por Felipe II, al que le preocupaba perder las pertenencias del norte de África que había conquistado su padre, el emperador Carlos V. La Liga Santa reunió un total de 80.000 hombres y una armada de 200 galeras, todas ellas congregadas en Messina (Sicilia), bajo el mando de Don Juan de Austria, hermano por vía paterna de Felipe II y uno de los más grandes generales de la historia.

El 15 de septiembre de 1571, la flota cristiana partió hacia Cefalonia, ante la noticia de que los musulmanes se había reunido en el Golfo de Lepanto, sumando un total de 270 naves de guerra. El 7 de octubre del mismo año, la flota cristiana consigue ver a la musulmana liderada por Alí Pasha, Siroco, Kodja y Dragut, formando una posición estratégica llamada de “media luna”, por lo que la española se formó estratégicamente en 4 cuerpos distintos de la siguiente manera:


Juan Andrea Doria, con 54 galeras, en el cuerpo derecho.

Juan de Austria, con 64 galeras, en el centro.

Agustino Barbarigo, con 53 galeras, por la izquierda.

Y el cuarto, como escuadra de socorro o de reserva, Don Álvaro de Bazán, Marqués de Santa Cruz, con otras 30 galeras.
Como no podía ser de otra forma, Don Juan de Austria inició el combate naval desde el centro, a cañonazo limpio contra los barcos de Ali Pashá, que pierde 7 barcos en un momento. Como contraprestación, Pashá hace avanzar sus naves frontalmente hacia Don Juan, en un acto extremadamente heroíco que causa un choque espeluznante de cañonazos, que a los pocos minutos llena el cielo de una humareda negra de guerra. Sin embargo, la nave insignia de este cuerpo de musulmanes fue tomada, haciendo que todo el cuerpo central de Pashá se retirase en desbandada.


El cuerpo derecho de los turcos, avanzó junto a las rocas de la costa para así poder atacar a la nave principal de Barbarigo, la cual fue rodeada por ocho naves de guerra turcas, que lograron capturar el barco y matar a Barbarigo de un flechazo en un ojo. La línea izquierda turca, por su lado, intentó rodear a la flota comandada por Andre Doria, así consiguiendo romper en dos su fila de buques. Al mismo tiempo la retaguardia cristiana de Santa Cruz acude a ayudar a Barbarigo, haciendo que las naves otomanas que atacaban el flanco izquierdo cristiano, se retiraran. Las naves de Andrea Doria, fueron las más perjudicadas, y aún perdiendo su parte de la batalla, consiguieron resistir hasta que llegó en su ayuda Don Juan. Tras más de 4 horas de batalla, la contienda se puso a favor de los cristianos, a pesar de haber perdido 17 galeras y 8.000 hombres. Los turcos por su lado, perdieron más de 25.000 hombres y la mayoría de sus naves fueron destruidas o capturadas.

Con esta derrota, el mito de la invencibilidad de la flota turca había sufrido un serio varapalo, pero la flota se rehizo a cargo de Selim II, sucesor de Soliman, y durante dos años consiguieron no meterse en ninguna batalla y aliarse con los piratas berberiscos, asumiendo la pérdida de Túnez y La Goleta en 1573, para luego contratacar con una fuerza de entre 250 y 300 naves de guerra y un contingente de unos 100.000 hombres, así volviendo a apoderarse de ambos lugares. Sin embargo, tras esta batalla, Felipe II empieza a preocuparse más por conservar Flandes y Selim II por combatir a los persas, así firmando una serie de treguas que permitieron la paz en el Mediterráneo durante unos cuantos años.

Hay que recordar que el propio Cervantes combatió en Lepanto, y definió la batalla como: “la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros“