miércoles, 4 de mayo de 2011

Los olvidados. La otra Memoria Histórica.

1936.

El miedo corre por Madrid. El miedo, como el aire; que silva, estremece y huele a muerte.

Es, sin duda, el miedo.

El que mueve a los asesinos; el que los maneja: son los hijos de los padres sin sentimientos y sin cultura: los que hoy han tomado Madrid; y los que desean tomar España entera. Son los cobardes; los asustados: los temerosos. ¿Quien teme al miedo? Los cobardes. Los chekistas: Rafael Alberti y sus fulanas; el poeta mediocre y cabrón que inventaba torturas en medio de fiestas en un palacio. ¿Para qué le sirve a un cobarde un palacio? Para encerrar y torturar; para quemar y agotar; para retorcer el miedo que le come las entrañas: para humillarse ante el miedo que siente.

Es el miedo. Sin duda; fue el miedo.
(Rafael Alberti. Un experto torturador. Se negó a salvar a Muñoz Seca.)


No le temáis al miedo, hombres. Mas sin embargo temed a los miedosos. Ellos torturan; ellos matan. Ellos humillan y ellos disfrutan. Son medio hombres; son cobardes: tienen miedo.

¡El miedo! ¿Qué es el miedo, que tanto le temen? El miedo es la ignorancia; el miedo es el terror al contrario; a no saber algo que tu vecino sabe; eso es el miedo. ¿Pues no sentimos acaso todos miedo? El miedo es libre. El miedo es miedo. Pero si le rindes culto al miedo, eres un cobarde: no es cobarde el que siente miedo. Mas cobarde es aquel que siente miedo y da la vuelta. Y cambia. Y se rinde. Y mata. Y tortura. Y se ríe. Y humilla. Un hombre afronta su miedo. Un cobarde se inclina ante su miedo y lo adora, temeroso. Le realiza ofrendas con la sangre del otro. Y su miedo crece; y tanto más crece, tanto más lo adora. Es el juego del cobarde. Es el miedo del ignorante: es el miedo del rojo asesino. Es el miedo del socialista; del chekista; de la Zorra Nelken; del Cabrón de Galarza; es el miedo de Alberti; es el miedo del republicano. El miedo del cobarde.

Es, sin duda, el miedo.

¿Es acaso el miedo el culpable? ¿Es, por ventura, el rojo inocente? ¡NO! gritemos. No es así. Así quieren enseñarlo. Así quieren venderlo. Son los hijos y los nietos de los cobardes; son los manchados por sus padres. Son los avergonzados por sus abuelos. Son los hijos de los gañanes; de los rufianes ascendidos al poder; de las putas que denuncian a la gente de bien. Son los herederos del Cobarde. Son los hijos y los nietos de las putas que arrastraban a las niñas decentes de los pelos. Son culpables. Culpables. Una y mil veces culpables. Mil generaciones que pasen, y seguirán siendo culpables. Que no pidan perdón. Que lo supliquen: que lo mendiguen. Que se arrastren como la Serpiente y se humillen. Que se regodeen en el miedo que ha regido sus destinos. Son los herederos de los cobardes; son los que quieren pervertir la Memoria, pues no soportan saberse herederos de tal miedo. Pero no lo saben. Estos tienen aún más miedo que sus padres y sus abuelos. Mas no lo saben. Estos son más cobardes y más despreciables. Mas no lo saben. Estos son más asesinos y rufianes. Mas no lo saben.

Una misión tenemos, compañeros. Coged al socialista; al rojo; al progresista. Mas no le matéis, aún no. Pero contadle; y decidle. Tu, eres el hijo del miedo. Eres el nieto del miedo. Tu falsificas la memoria porque eres un cobarde; como tu padre y tu abuelo. Tu, engañas, mientes y humillas. Porque no sabes que tu raza sigue teniendo miedo. TU tienes miedo.

Tú, estás aterrorizado. Te mueres de miedo. Tu sabes que tu abuelo se orinaba de miedo en sus sueños. Tu fuiste testigo.

Tú, has oido a tu padre, borracho, llorar estremecido mientras violaba a tu madre, recordando las caras adustas y sin miedo de los enviados en las sacas; tu has conocido, y visto, y olido el miedo en tu familia. TU sabes que tu abuelo lloraba porque reconocía la hombría en los que mataba: la hombría que a el le faltaba. Tu eres el rojo que hoy se estremece de miedo ante sus recuerdos. TU sabes. TU recuerdas.

TU eres el rojo que guarda los secretos de su familia: los asesinatos cobardes de tu padre; tu has oído contar a tu madre como se reía cuando saqueaba los ataúdes de los señoritos en La Almudena. Tu has olido el miedo en tu madre cuando recuerda el sonido seco y hueco que producía al golpear la calavera de la abuela del señorito, para arrancar del hueso los dientes de oro. Tu lo recuerdas. Tu sabías que comiste porque tu madre vendía los dientes de oro de los ricos. Y les odias.

Y, cuanto más les odias, más les temes. Y cuanto más temes, más odias. Y más cobarde eres. Y más rufián hideputa. Y más fiel a tu familia y,

Entonces entiendes. Conoces el miedo; es tu pariente y vive en tu casa. Es lo que te entrega tu familia, porque nunca tuvo otra cosa; ni heredades ni tierras ni cultura ni consejos: miedo, miedo miedo. Tu familia te lega miedo. Miedo grande; miedo pequeño. Miedo nocturno. Miedo cobarde. Miedo al miedo que trae miedo a tu corazón.

Tú, rojo, tienes MIEDO.

(Traidor, criminal y asesino. Luis Companys. Un cobarde de libro.)

La gente de bien anda estremecida; mas razones tienen: rojos, salvajes, queman las iglesias: ¡Saquearon la Parroquia! ¿Que quieren, por Dios, que quieren los hideputas?

Siempre has trabajado; sacas adelante a tu familia; has luchado por lo que es tuyo: has logrado una posición por tu esfuerzo: ¿Acaso debes renunciar a ella porque algunos rufianes que pasan su tiempo en los bares, borrachos, piensan que lo tuyo es de ellos?

Y temes; mas no temes al miedo. Temes por tus hijos; tu hija; tu mujer y tu familia. ¿Que haces; que debes: que resuelves?

Eres militar; eres noble: eres ingeniero: en tu casa hay servicio; ¿Es acaso un delito? ¿Quienes son estos que vienen y quieren lo tuyo? ¿Que justicia es, por ventura, la que reclaman unos odiosos borrachos; gañanes de medio pelo: sarnosos sifiliticos: señoras de vida alegre?

¿Acaso eres culpable? ¿Porqué lo consiente Dios, al que siempre amaste y respetaste?

Y un día, llegan los chequistas; obreros y rurales; sin cultura y sin palabra: fuerzan a tu hija; a tí, te destrozan la cabeza. Muerto quedas, en la calle; un perro te olfatea; huele a muerto. Huele a hombre. ¡cuan diferente del rojo cobarde!

Te han matado: ¿Y tu familia? Aún muerto recuerdas y te lamentas: no por tí; sino por ellos. ¿Quien auxiliará a tus hijos? ¿Quien les enseñará la vida? ¿Quien podrá criarlos? ¿Podrán recordarte, o te ocultarán avergonzados? ¿Habrá justicia en el mundo? ¿Pasarán cien años y serás reconocido? Sin duda, resuelve tu espíritu. Tus esfuerzos, dolores, sacrificio y muerte serán reconocidos y tus hijos, saludados y festejados: tu serás el héroe. Jamás serás olvidado.

Los gobiernos te aplaudirán; y aprobarán impuestos: y auxiliarán a tu sangre: y tus hijos; monumentos. ¿Tus hijos dije? ¿Acaso fueron respetados?

Siempre has trabajado; sacas adelante a tu familia; has luchado por lo que es tuyo: has logrado una posición por tu esfuerzo: ¿Acaso debes renunciar a ella porque algunos rufianes que pasan su tiempo en los bares, borrachos, piensan que lo tuyo es de ellos?

Y temes; mas no temes al miedo. Temes por tus hijos; tu hija; tu mujer y tu familia. ¿Que haces; que debes: que resuelves?

Eres militar; eres noble: eres ingeniero: en tu casa hay servicio; ¿Es acaso un delito? ¿Quienes son estos que vienen y quieren lo tuyo? ¿Que justicia es, por ventura, la que reclaman unos odiosos borrachos; gañanes de medio pelo: sarnosos sifiliticos: señoras de vida alegre?

¿Acaso eres culpable? ¿Porqué lo consiente Dios, al que siempre amaste y respetaste?

Y un día, llegan los chequistas; obreros y rurales; sin cultura y sin palabra: fuerzan a tu hija; a tí, te destrozan la cabeza. Muerto quedas, en la calle; un perro te olfatea; huele a muerto. Huele a hombre. ¡cuan diferente del rojo cobarde!

Te han matado: ¿Y tu familia? Aún muerto recuerdas y te lamentas: no por tí; sino por ellos. ¿Quien auxiliará a tus hijos? ¿Quien les enseñará la vida? ¿Quien podrá criarlos? ¿Podrán recordarte, o te ocultarán avergonzados? ¿Habrá justicia en el mundo? ¿Pasarán cien años y serás reconocido? Sin duda, resuelve tu espíritu. Tus esfuerzos, dolores, sacrificio y muerte serán reconocidos y tus hijos, saludados y festejados: tu serás el héroe. Jamás serás olvidado.

Los gobiernos te aplaudirán; y aprobarán impuestos: y auxiliarán a tu sangre: y tus hijos; monumentos. ¿Tus hijos dije? ¿Acaso fueron respetados?

(Esta niña se llamaba María de las Nieves de la Gala Duran de dos años de edad muerta a golpes contra la pared de su casa por los milicianos frentepopulitas que mataron a los catorce miembros restantes de su familia en Granja de Torrehermosa, Badajoz.)

Más no esperas otra cosa; porque lo justo es justo. Tu has muerto como un hombre.

Que otros lo reconozcan; no pides más, pero tampoco menos. Tus huesos reclaman justicia: es de ley: tu sangre está viva.

¿No eres acaso el muerto injusto en las manos de un miserable? ¿no fue tu cráneo aplastado por el chekista infame? ¿No era un tal Alberti quien, excitado, babeaba mientras eras torturado?

¿Es que acaso la justicia, no sabe? ¿Es que, acaso, se ignora quien comenzó la ignominia? Todos; todos lo saben. El Madrid del 36 es un Madrid informado: avisado: todos lo dicen: ellos lo reconocen: el rojo; ha sido el rojo. Desde el año 34, el rojo mata, asesina y cercena: es el socialista ante todo: un poco, el comunista: el anarquista asesina; el socialista organiza el matadero. La tortura; el divertimento de la sangre humana. Que no se olvide, clama tu espíritu. Que no se olvide.



2011

Paracuellos. Sopla el viento, en Paracuellos. Una brisa recorre las tumbas. Acaricia las cruces. Empolva las lápidas.


Paracuellos: Nadie sabe. Nadie habla. Pero los muertos gritan.
Paracuellos: Antaño, se perdió la vida en Paracuellos. Hoy, lo que se pierde es la verguenza. O quizá nunca se tuvo.

Paracuellos: El asesino está vivo, gritan los muertos de Paracuellos.

Paracuellos: La sangre de los muertos vive en los herederos de Paracuellos. La rabia que los muertos guardaron respira hoy en los herederos de Paracuellos.

Es hoy, y no antaño, cuando se falta al respeto de los muertos de Paracuellos. Muertos inocentes. Muertos a golpes. Muertos a tiros. Muertos y muy muertos.

En Paracuellos.

Son los herederos de los muertos los que hoy guardan la Memoria de Paracuellos. Son ellos, herederos, los insultados, difamados y machacados por los nietos y los hijos de los asesinos.

Y Santiago Carrillo sigue vivo. Y los muertos no descansan. Ni sus hijos. Ni sus nietos. No; nadie descansa hoy en Paracuellos.

(Carrillo y la zorra de la época. Una de ellas. La Pasionaria.)

No hay perdón, ni olvido, ni consuelo, ni remedio para los hijos y los nietos de los asesinados en Paracuellos. Como ganado arrastrados; como animales, heridos. Como sacos, hacinados. Y como hombres, fueron muertos.

Ruge la sangre que empapa Paracuellos. Ruge la sangre de los hijos y la de los nietos: mas no es suficiente ante el insulto y la afrenta: hoy nos levantamos todos los españoles de bien para defender la memoria -la Memoria Real- y no la Mentira Roja: hoy decimos y hoy gritamos: no lo harán. Perdieron la Guerra; y no la ganarán mintiendo. No; el lamento de nuestros padres, de nuestros tíos y abuelos nos empuja y nos anima: no cederemos. No lo permitiremos. No callaremos.

Sangre española riega Paracuellos: sangre inocente. Sangre valiente.

Sangre española riega Madrid; sangre, carne y vísceras. Dolor y muerte. Se repite. Todo vuelve y mueren inocentes. Ayer en chekas. Hoy, en trenes.

Diferentes épocas: mismos asesinos. La Canalla Roja. ¿Entonces? PSOE culpable. ¿Hoy? PSOE culpable.

Y la tierra llora sangre: y Paracuellos ruge.

Y los muertos callan.

Ellos nos ordenan y ellos nos piden; nos ceden la palabra.

¿Pues no somos hombres y mujeres valientes?

Hablemos y contemos la verdad.

A por ellos. Ya perdieron una vez.

Si nuestros abuelos vencieron por nosotros, hoy nos toca vencer a nosotros, por ellos.

Y, así como fue, que todo sea repetido.

Amén.

Extraido de: www.enestadodeguerra.com