El éxito de los pesebres mierdáticos para, con unas manipulaciones cada vez más burdas, dotar de una apariencia de normalidad a cualquier aberración, lleva a la constatación de que el pueblo español, tras décadas de ser tratado como un rebaño de imbéciles, o se ha terminado por cretinizar del todo, o ha perdido cualquier atisbo de coraje para enfrentarse a la inquisición farisea de lo políticamente correcto.
Sólo así se explica la falta de respuesta social ante el reconocimiento por parte de las instituciones de que, por ejemplo en Madrid, muchos españoles en situación de precariedad dejarán de percibir ayudas sociales que, en cambio, se incrementan para los foráneos. Ante el miedo de ser anatemizados como racistas o,(vade retro) fascistas, los madrileños que han sido privados de sus ayudas, no pestañean ante el hecho de que rentas de inserción, becas de comedor, ayudas a libros, plazas en guarderías públicas, etc, sean acaparadas por los inmigrantes aún a costa de desproteger a los españoles que pagan la cuenta.
Y es que aquí parece que hay dinero para todo el mundo: para los banqueros que provocaron la crisis, para los inmigrantes que precarizan el mercado laboral y sobrecargan nuestros servicios públicos, para los políticos que nos roban y para los periodistas que nos engañan. Para todos menos para los trabajadores españoles que se ven obligados a acudir cada día con sus familias a los comedores de beneficiencia. Y no pasa nada.