viernes, 14 de enero de 2011

Mota y Marin



Si un pueblo debe guardar recuerdo y agradecimiento eterno para cuantos de entre sus hijos entregan su vida en su defensa, es difícil precisar hasta que punto un pueblo debe guardar ese recuerdo y ese agradecimiento cuando quienes entregan su vida en su defensa son de otra sangre. Si la entrega de la vida por la Patria y por el pueblo es el mayor gesto de valor y heroísmo que una nación puede esperar de sus hijos, cuanto valor hace falta para entregar la vida por la Patria de otros y por un pueblo distinto al propio. Si supiera escribir poesía podría contar la historia de Ion Mota y Vasile Marin, de aquellos cristianos nacionalistas rumanos. Sin poesía, su historia, en realidad, no se puede contar.

Cayeron el 13 de Enero de 1.937. En Majadahonda, en las cercanías de Madrid. Llegaron de Rumania dispuestos a entregar su vida por Cristo, por el pueblo español y por nuestra Patria. Llegaron dispuestos a entregar su vida. Y lo hicieron.


Algunos acusan al cristianismo de meapilismo, de flacidez, de blandura. No todo el cristianismo es así. Alguien se equivocó terriblemente cuando dijo que el nacionalismo era el individualismo de los pueblos. Aquellos combatientes cristianos nacionalista rumanos son la prueba de que no todo nacionalismo es así o de que hay cosas a las que se llama nacionalismo que no lo son. Pero ese mismo alguien acertó cuando dijo que a los pueblos no los mueven más que los poetas. Ion Mota y Vasile Marin hicieron poesía con su vida y con su muerte. Su ejemplo nos compromete y quizá nos hace mirarnos con cierta vergüenza a nosotros mismos.

Quizá esa vergüenza cuando uno se mira a sí mismo y contempla gigantes como Ion Mota y Vasile Marin me indica que es mejor no escribir nada más. Sólo sus propias palabras. Las palabras de Ion Mota que escribía a sus padres y las de Vasile Marin:

“¡Se ametrallaba la faz de Cristo! Se bamboleaba el fundamento cristiano del mundo. ¿Podíamos nosotros permanecer impasibles? ¿No es un gran triunfo espiritual, para la vida futura, haber caído en defensa de Cristo? Así he comprendido el deber de mi vida. ¡He amado a Cristo y he marchado feliz a la muerte por El!” (Ion Mota)

“No he tomado esta decisión por desesperación, sino con toda lucidez. Era un deber de honor que pesaba sobre los hombros de nuestra generación. Lo he hecho con el mismo amor con el que lo hubiera hecho por mi Patria.” (Vasile Marin).

Como corresponde al aconismo militar de nuestro estilo, escuetamente, gracias.