martes, 23 de noviembre de 2010

El post-fascismo de Evola



“El fascismo es muy poco”
J. Evola

En concordancia con el proceso de globalización que hoy rige en el planeta, el prefijo post ha sido el término utilizado para referirse a las distintas corrientes de pensamiento propias de tal etapa. Así pues si postmodernidad significa vivir plenamente lo moderno en sus efectos, liberándolo de cualquier estéril idealismo que interfiera con su despliegue, las corrientes post en el plano del pensamiento político han intentado aplicar tales consecuencias en su ámbito propio. Ello ha acontecido especialmente con sus dos expresiones antitéticas sea de izquierda como de derecha.

Así pues, el comunismo post representa aquella postura que ha renunciado para siempre a conflictivas tesis tales como la lucha de clases, la dictadura proletaria, etc., para reducirse en cambio a un fenómeno light, gramsciano, reducido a meras reivindicaciones sociales o culturales que no son otra cosa que una vía reformista de adaptación al “curso irreversible” del proceso histórico y moderno. Es decir, vaciar a tal ideología de todo espíritu revolucionario y antiburgués que pudiese haber tenido en algún momento.

Faltaba que también el fascismo viviese su experiencia post, esto es, que manifestase plenamente aquellas vetas modernas también presentes en su doctrina, ya denunciadas en su tiempo por Julius Evola, en sus escritos de la revista La Torre en los cuales contrastaba los dos espíritus que combatían en su mismo seno, el burgués y el legionario.

El primero no significaba otra cosa que una simple adaptación al sistema moderno vigente; en vez de corregirlo o rectificarlo, trataba en cambio de llegar a formar parte del mismo. Tal espíritu burgués y conformista fue el que se viviera especialmente durante el primer fascismo, conocido como el del Ventenio. La guerra permitió que esta primera vertiente abandonara rápidamente el carro, pasándose abiertamente del lado del enemigo y que, por contraste, el espíritu legionario se plasmara en la República Social Italiana que significara el de la resistencia heroica ante el incontenible avance de las fuerzas del caos soviético-norteamericanas. Pero el fascismo post, surgido luego de la caída del muro y de la “muerte de las ideologías”, hoy consiste en repudiar esta última etapa y retornar en cambio en forma multiplicada al espíritu burgués antes mentado.

Gianfranco Fini, ex lider del fascismo italiano en el pasado siglo, hoy abierto adherente a la ideología post, ha mostrado hasta cuáles límites puede arribar tal labor de vaciamiento doctrinario. Luego de haber viajado a Israel, denunciado el Holocausto, repudiado a Mussolini y endosado el kipá, logró alcanzar el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Berlusconi, conocido como el Menem italiano. Uno de sus primeros actos de gobierno ha sido justamente viajar hacia el mismo país al cual le debía el reconocimiento por sus arrepentimientos y adhesión a la ideología post. Allí tuvo el honor de ser recibido por el ministro Sharon en persona. Grande fue su sorpresa ante las indicaciones recibidas esta vez.

Muy suelto de cuerpo el primer ministro le indicó en forma perentoria que, si quiere seguir contando con su “apoyo”, debe impedir la difusión de las doctrinas de Julius Evola. Es que el jefe del sionismo ha comprendido muy bien, seguramente luego de la lectura incesante de nuestros comunicados, que no existe pensamiento más contrastante con el sistema hoy vigente en el mundo que el que se formulara a la luz de tal cuerpo doctrinario. Quizás su comprensible miedo se deba a la posibilidad de que, así como lo moderno puede ser negado por lo que es más y no por lo que resulta su consecuencia más sombría, como el fenómeno post, en consonancia con ello se puede también negar al fascismo en sus facetas burguesas y conformistas que lo convertían en un fenómeno escaso e insuficiente. Tal como dijera Evola, somos suprafascistas y no postfascistas. Somos antimodernos y no postmodernos.