miércoles, 3 de noviembre de 2010

Trujillo (cáceres) cuna de Pizarro


Hay pocas localidades que tienen el honor de poder contar entre sus hijos ilustres con el hombre que conquistó uno de los imperios más grandes que han existido en la historia y el descubridor del río más caudaloso del planeta. Francisco Pizarro y Francisco de Orellana nacieron en Trujillo, en Extremadura, y desde allí partieron al Nuevo Mundo para recorrer por primera vez por europeos caminos no inventados.

Nos detendremos detalladamente en la figura de Francisco, pero la historia de la localidad comienza siglos atrás de esa epopeya. Un pequeño asentamiento vetton y un posterior castro celta que no sabía entonces que siglos después se convertirían en un enclave de tanta importancia son los inicios. Por supuesto, antes de hacer un repaso por su pasado, recomendamos a los lectores una visita al municipio. El patrimonio artístico de Trujillo, así como el encanto de sus calles medievales, sitúan a la ciudad como una referencia a nivel nacional.
La llegada de los romanos a la Turgalium celta convierte al castro en un asentamiento de una cierta importancia. Las numerosas estelas funerarias encontradas de aquella época demuestran que se convirtió en una localidad importante para el Imperio romano. Tras la caída del Imperio, ocupan la ciudad visigodos y posteriormente los musulmanes. Son estos últimos los que deciden comenzar a amurallar la villa y crear extramuros un importante mercado ganadero que confiere a Trujillo relevancia económica. Ya en el año 900, los árabes empiezan la construcción del castillo y se termina la gran muralla defensiva. También hay restos arqueológicos que demuestran que se construyeron dos mezquitas.
En el año 1186, las tropas cristianas, bajo el mando de Alfonso VIII, sitian por primera vez la ciudad. Tras una primera victoria, en la que Trujillo es entregada para su defensa a los caballeros de la Orden de Santiago, los musulmanes reorganizan sus ejércitos y lanzan una nueva ofensiva que hace retroceder a los reinos cristianos. El amurallado enclave vuelve a estar bajo el poder los árabes, al igual que pasó con otras localidades extremeñas, hasta que en 1232 la villa es reconquistada de nuevo por las tropas de Fernando III. La leyenda cuenta que la Virgen de la Victoria se les apareció a los soldados cristianos el día antes de la gran batalla y les anticipó el resultado victorioso que obtendrían en la contienda.
Tras la expulsión de los moros, y en los siglos posteriores, Trujillo sufre una transformación arquitectónica. Se construyen los conventos de San Miguel, La Encarnación y San Francisco, así como las nuevas sedes consistoriales y otros edificios públicos. Dicho de otra manera, el enclave se cristianiza. Sin embargo, será en el siglo XV cuando el pueblo se haga un hueco en la ilustre historia universal.
El Descubrimiento del Nuevo Mundo, en 1492, genera en toda España una corriente de hombres que acuden a las nuevas tierras en busca de fortuna. De Extremadura parten muchos de aquellos aventureros que generan a su vuelta opiniones encontradas. Por un lado hay quien regresa envuelto en oro, los menos, cuando salieron siendo pobres campesinos o artesanos. Sin embargo, muchos pierden la vida o vuelven enfermos, contando atrocidades y penurias de su estancia en América. Uno de esos personajes es Francisco Pizarro, del que nos detendremos a explicar ahora cómo fue su vida en su localidad natal.
Las dudas sobre la vida de Pizarro comienzan en su fecha de nacimiento. Algunos escritos apuntan al 16 de marzo de 1476, mientras que otros dicen que fue en 1472 o en 1478. En lo que sí coinciden la mayoría de historiadores es en que tuvo una infancia dura, carente de recursos económicos. Pizarro no aprendió a leer ni escribir en la escuela y en su niñez se dedicó a criar cerdos. Sin embargo, hay un hecho ineludible para comprender, en parte, la fuerza y liderazgo de alguien que carecía de cualquier educación. Francisco es hijo del hidalgo Gonzalo Pizarro, un alto capitán de infantería que perdió la vida en Pamplona.