La vida del moderno se mueve entre dos polos; negocio y coito.
La palabra "moderno" ya no tiene prestigio automático sino entre tontos.
El moderno llama "cambio" caminar más rápidamente por el mismo camino en la misma dirección. El mundo en los últimos trescientos años, no ha cambiado sino en ese sentido. La simple propuesta de un verdadero cambio escandaliza y aterra al moderno.
Los Evangelios y el Manifiesto comunista palidecen; el futuro del mundo está en poder de la Coca-cola y la pornografía.
La diferencia entre medievo y mundo moderno es clara: en el medievo la estructura es sana, y apenas ciertas coyunturas fueron defectuosas; en el mundo moderno, ciertas coyunturas han sido sanas, pero la estructura es defectuosa.
El moderno cree vivir en un pluralismo de opiniones, cuando lo que impera es una unanimidad asfixiante.
La prensa aporta al ciudadano moderno el embrutecimiento matutino, la radio su embrutecimiento meridiano, la televisión su aburrimiento vespertino.
El moderno se ingnia con astucia para no presentar su teología directamente, sino mediante nociones profanas que la impliquen. Evita anunciar al hombre su divinidad, pero le propone metas que sólo un dios alcanzaría o bien proclama que la esencia humana tiene derechos que la suponen divina.
El suicidio más acostumbrado en nuestro tiempo es pegarse un balazo en el alma.
El mundo moderno no será castigado. Es el castigo.
Nicolás Gómez Dávila (1913-1994)
(Texto encontrado en REVOLUCIONA TU CIUDAD)
Articulo extraido de: pintan-bastos.blogspot.com/