miércoles, 25 de agosto de 2010

Arno Breker



El escultor Arno Breker constituye, hoy por hoy, una de las más flagrantes muestras de la represión a ultranza que un régimen autotitulado democrático puede llegar a ejercer sobre un artista. Su obra, una de las más gigantescas que hayan sido levantadas en nuestro siglo -también una de las más perseguidas-, ha debido sufrir los más violentos ataques por parte de las fuerzas 'democráticas' de ocupación en Alemania.
Escultor sumamente prolífico, nacido en 1900 cerca de Dusseldorf se trasladó hacia 1927 a Paris, donde trabó, amistad con destacados estatuarios y artistas del momento, mereciendo destacar las muestras de simpatía y admiración recibidas hacia su persona y hacia su obra -jamás disimuladas ni contradichas luego- por parte de Charles Despiau, Arístide Maillol, Jean Cocteau, o los pintores Vlamínck, Derain, etc, Breker se hizo a pulso un nombre en Paris, y su exposición en l'Orangerie en 1942 no fue sino la culminación de un largo proceso artístico, a cuyo éxito contribuyó, no poco, el libro que Despiau le dedicare a él y a su obra.
Alemán de nacimiento cuando su patria resurgía del caos democrático y nada en ella un sentido unitario de Pueblo, volvió a su país: Desde 1934, Breker abandonó París y Roma para residir en Berlín. Aunque difíciles los primeros tiempos, pudo luego trabajar ampliamente y desarollar unos proyectos tan asombrosos como pocos europeos podian siquiera imaginar. Autor de esculturas de dimensiones colosales, de relieves gigantescos, de concepciones geniales, entre sus obras de estos momentos cabria destacar el "Prometeo" realizado para el ministerio de Cultura. "La 'Fuerza" para el Zeppelinfeld de Nuremberg, "El Partido" y "El Ejército" para la Nueva Cancillería de Berlín, la gran fuente del nuevo eje de Berlín y los relieves de 22 metros de altura (más de 7 pisos) para el monumental Arco del Triunfo, asi como un sinfín de esculturas de fuerza y belleza sorpredentes en nuestro siglo.

Su apoyo a los artistas franceses durante la ocupación sería decidido: gracias a él, Derain o Maillol recibieron encargos oficiales de Alemania. Su interés por la amistad y la colaboración entre Francia y Alemania sería siempre manifiesto. Como en tantos otros casos, la derrota de 1945 supuso para Breker el comienzo de una larga etapa oscura de represión terrible. Su taller fue asaltado
-pocos meses después de acabada la guerra- por tropas norteamericanas, y sus esculturas y enormes instalaciones (que estaban intactas) junto a la ingente cantidad de obras almacenadas o en periodo de construcción, fueron apiladas en grandes montones fuera del taller y totalmente destruidas. Años y años de trabajos en el arte, de contribución activa a la cultura europea, al arte contemporáneo, eran así destrozados por unos bárbaros llegados -cual las primitivas tribus- del exterior, sólo que esta vez los modernos bárbaros procedían de países democráticos y su finalidad era acabar con todo rastro de cultura creado por doce años de auténtico socialismo europeo.
Desde entonces han pasado 35 años.. 35 años durante los que el boicot a Breker ha sido total, durante los que el Estado alemán ha impedido cualquier encargo que se le pudiera hacer, durante los que ha recibido ataques de prensa y TV y durante los que el silencio sobre su obra ha sido interrumpido.
Aunque en aparente libertad, Breker es -como aquella otra sombra que aún yace en carcelada, y que se llama Rudolf Hess- un vestigio de la represión a ultranza que las fuerzas de la barbarie han desencadenado y mantenido contra la Cultura Europea. Cuando las generaciones venidera descubran y reconozcan en él y en su obra, al gran genio de la escultura contemporánea, cuando su ya ingente galería de retratos de personajes ilustres de nuestro siglo sea valorada en su trascendente importancia, el nombre de Breker ocupará el lugar de honor que le corresponde, aunque para entonces el artista habrá muerto ya, y su vida no habrá sido más que una muestra clara de la hipocresía de unos regímenes que se auto titulan democráticos pero que no son más que terriblemente tiránicos.