Durante décadas, los diversos pesebres mediáticos de la mojigatocracia parlamentaria han ridiculizado, estigmatizado y menospreciado cualquier manifestación que oliese de lejos a patriotismo.
El exhibir la Bandera Nacional era cosa de peligrosos fachas nostálgicos. Lo moderno y bien visto era agitar cualquiera de los numerosos trapos autonómicos bajo los que la partitocracia cobija su extensa cabaña de burócratas de taifa, mandamases a dedo, lameculos en nómina y demás estómagos agradecidos que medran en ese patio de Monipodio llamado Estado de las Autonomías.
A pesar de este lavado de cerebro, la gran mayoría de los españoles, ante la histórica victoria de la Selección en Suráfrica, hemos sacado la Bandera a la calle sin los complejos que la fauna demogili nos ha intentado inculcar.
Ante esta explosión espontánea de entusiasmo patriótico, la melindrosa intelligentsia oficial ha intentado templar gaitas ante la babeante jauría de la memoria histérica y demás lobbys rojiprogres. Con este fin, han dado en llamar a nuestra selección con el estrambótico y sectario mote de "La Roja". Como si en vez de la Selección Nacional de Fútbol estuviéramos hablando de alguna aguerrida miliciana comunista de pelo en pecho y pistolón al cinto. Este ridículo apelativo no ha cuajado y apenas ha tenido eco fuera del circuito de los soplapollas oficiales y sus terminales propagandísticas.
Hay quien dirá, quizá con razón, que resulta triste que sólo saquemos la Bandera ante eventos deportivos y no frente a las múltiples agresiones que viene sufriendo nuestra Nación por parte de la corrompida casta política. El pasado sábado, sin ir más lejos, la piara completa de separatistas catalanes fue exhibida en una vomitiva romería antiespañola que puso el contrapunto hijoputesco a la explosión de entusiasmo nacional.
Porque, aunque se trate de fútbol, el ver Barcelona llena de banderas españolas sigue poniendo nerviosa a esta gentuza. Y es que no se trata sólo de fútbol. Se trata de un sentimiento de unidad, y de pertenencia a una Patria común que deja en evidencia por contraste la mezquindad y el egoísmo aldeano y antipático de la recua nacionalista.
Si el fútbol sirve para enfatizar lo que nos une como pueblo y para poner en evidencia a los que viven de atizar discordias, viva el fútbol. Al final echaremos a esta pandilla a balonazos.