miércoles, 28 de julio de 2010

Nacionalismo catalanista contra la tradición Española


Mañana, el Parlamento Catalán decidirá sobre una ley para la prohibición de los toros, la llamada Fiesta Nacional. Se trata de un debate artificial, levantado con tal de polemizar, crispar a la población y reafirmarse en el nacionalismo separatista de los partidos en el poder en Cataluña. Pero ante todo se trata de eliminar todo lo que pueda sonar a nación española, pues molesta mucho a los separatistas que alguien pueda identificarse con la enseña nacional rojigualda de tres franjas, que son tradicionalmente los colores que adornan las plazas de toros. Los toros son, también, un reducto de la Vieja España, una España remota y unida que hoy no interesa a ese nacionalismo separatista inventado sobre la marcha, que campa por comunidades autónomas llamadas históricas sólo en función de algo que hubo en la nefasta segunda república, porque con anterioridad esa supuesta identidad nacional nunca había existido. En todo caso existía y existe una identidad cultural regional, que es otra cosa diferente.


El prohibicionismo parte, asimismo, de una mentalidad totalitaria. En el socialismo nadie puede vivir según su libre albedrío, o usando una frase célebre del gran Rey de Prusia Federico el Grande, para que "cada uno pueda ser feliz a su manera". Esa visión de la vida horroriza a cualquier bolch......, ejem, socialista, porque en el socialismo sólo se puede vivir según lo que considera adecuado el partido o el régimen, porque para eso se ha inventado el igualitarismo, según el cual todos tienen que tener lo mismo y vivir igual de mal y reglamentado - menos los que deciden estas medidas, según el lema de que "todos son iguales, sólo que algunos son más iguales que los demñás". En este sentido, Montilla es un prototipo de bolchevique: Como miembro de la nomenclatura del partido o del régimen, ni él ni los suyos tienen que vivir de la forma ordenada para los ciudadanos en general. Sus hijas van al Colegio Alemán de Barcelona San Alberto Magno para recibir la enseñanza en alemán y español y aprender bien inglés y francés o incluso latín, mientras que sus "súbditos" están condenados a estudiar en catalán sin poder elegir el español como lengua de enseñanza. Y así, si investigásemos a los demás integrantes del régimen separatista catalán, la execpcionalidad en el trato del poco honorable Montilla también se dará en sus camaradas. ¿Y qué nos apostamos si hablamos de brindar con espumoso? No me sorprendería que lo hagan con champán francés.


La prohibición de los toros no sale gratuita a los contribuyentes catalanes, porque implica elevadísimas indemnizaciones a ganaderos y plazas de toros. Pero con tal de eliminar otro signo de identidad española, el régimen separatista catalán no escatima en despilfarro. No sólo quiere quitar una forma de entretenimiento a los amantes de la tauromaquia, sino encima quiere que paguen las consecuencias de la prohibición todos los contribuyentes catalanes, les gusten o no les gusten los toros. Sin la prohibición la fiesta nacional al menos se autofinancia - si dejamos de lado las subvenciones que reciben los ganaderos de las arcas vacías de la Unión Europea, pero que hasta cierto punto podrían tener justificación, ya que la cría de toros protege amplias zonas de campo y monte en España, usadas casi exclusivamente para este tipo de ganadería.


La ley de prohibición supone, además, un nuevo recorte de libertades. Libertades son derechos de los ciudadanos. Cuando el peor de todos los presidentes de gobierno de España accedió al poder prometía más libertades y más derechos para los ciudadanos. Pero la realidad es que los socialistas, en unión con otros partidos de extrema izquierda, no han hecho sino recortar derechos y libertades. Comparado con la época de la transición, hoy nos encontramos fuertemente encorsetados entre prohibiciones y una persecución por medio de vigilancia, denunciación y extorsión en forma de multas varias. A los ciudadanos nos queda cada vez menos margen de decidir por nosotros mismos, y en cada esquina espera el estado para imponernos sanciones. Por añadidura, en Cataluña no se puede ni tener un negocio en la lengua que uno quiera para dirigirse al público deseado, porque el régimen separatista catalán nos impone la lengua en la que deben desarrollarse las transacciones comerciales. Y de la misma forma coloca a comisarios lingüísticos en patios de colegio para vigilar que nadie se atreva a hablar en otra lengua que no sea el catalán. ¿Quién es el estado para imponer a nadie la lengua que debe usar en su tiempo libre?


Montilla debe ser un buen marxista-leninista, porque a todas luces ha interiorizado bien el lema del dictador ruso por la gracia de los Rockefeller: Libertad ¿para quién? ¿para qué?


En las próximas elecciones los ciudadanos de Cataluña deberán tener claro si quieren marxismo-leninismo o si quieren libertad. En 1933, una mayoría relativa de alemanes se decidió en contra de la libertad, mientras que la mayoría de los alemanes fue traicionada por la oposición en el parlamento que dio casi íntegramente su voto a favor de la ley de apoderamiento para convertir al pequeño dictador autríaco en tirano. Una vez entregada la libertad en forma de un cheque en blanco, no hay marcha atrás.


En Cataluña sólo queda un partido que defiende esa libertad frente a los otros que permiten o ejercen la tiranía. Reforzar su representación parlamentaria servirá para que sobreviva un baluarte de la libertad en Cataluña, para seguir denunciando los atropellos del régimen separatista catalán y seguir defendiendo un orden constitucional de libertades y derechos puesto en precario por la nomenclatura socialista en España. Es el partido que defiende también la libertad de poder disfrutar de los toros, porque es decisión de cada uno si quiere que exista esta mezcla entre entretenimiento, deporte y arte. Porque la libertad del ciudadano es lo que tiene que prevalecer. Ciudadanos es el Partido de la Ciudadanía, no de la nomenclatura del régimen. Porque lo que cuenta son los ciudadanos, no las ideologías trasnochadas del pasado.